Las ‘strippers’ de Nueva York están en huelga por la competencia ‘influencer’

Gizelle Marie dirige la protesta
Para entender lo que sigue hay que hacerse con la jerga inglesa y conocer esa cloaca llamada capitalismo y, en particular, la de Estados Unidos, donde todo se comercializa, empezando por las mujeres pobres, obligadas por la miseria a exhibir su cuerpo semidesnudo que, finalmente, acaba simbolizando a “la mujer” por antonomasia cuando se trata sólo del problema específico de un sector de las mujeres que, como mercancía, no les queda más remedio para sobrevivir que hacer lo que todo el mundo explotado: una huelga.

Pues bien, desde finales de octubre las bailarinas (strippers) de los clubes y garitos de Nueva York convocaron a una huelga porque los bares contratan influenciadoras (influencers), es decir, mujeres que tienen miles de seguidores en las redes sociales como Instagram y Facebook, para que atiendan la barra de los garitos.

Estas jóvenes, conocidas como “startenders”, se han convertido en las estrellas de la vida nocturna en la “gran manzana”, con miles de personas visitando cada noche los locales para conocer en directo a las personalidades que siguen a través de la red.

La batalla entre la nueva y la vieja economía en los clubes nocturnos también es un reflejo de divergencias políticas, sociales e incluso raciales, ya que entre las anfitrionas mediáticas predominan las mujeres blancas o latinas, mientras que la mayoría de las bailarinas son negras.

Gizelle Marie, una conocida bailarina de 29 años procedente del Bronx, se ha convertido en la dirigente de facto del gremio y portavoz de la huelga, que comenzó hace unos días de manera parcial, pero que podría extenderse a medida que la lucha sigue escalando. “Todo lo que pedimos es respeto. Si los dueños de los locales no escuchan nuestras reivindicaciones tomaremos medidas legales más drásticas”, señaló en una entrevista con el Washington Post.

La tendencia comenzó hace unos cinco años, cuando los dueños de los clubes comenzaron a reemplazar a los tradicionales expertos en mezclar licores por mujeres jóvenes sin experiencia preparando cocteles pero que contaban con una base de miles de seguidores en redes sociales que podían atraer a un público más numeroso a sus locales.

A diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando los camareros se lucían por sus preparados y haciendo malabares con vasos y botellas, las nuevas empleadas visten atuendos similares a los de las bailarinas. Y la estructura misma de los clubes, que antes estaban organizados en torno al escenario, ahora gira en torno al bar.

Las “strippers” se quejan de que las nuevas estrellas de la vida noctámbula de Nueva York le roban no solo la atención de los visitantes, sino que también se quedan con una gran parte de sus propinas, que quedan en la barra y ya no llegan hasta la tarima donde ellas realizan sus espectáculos.

Esto ha hecho que sus ingresos, que antes podían alcanzar a más de 1.000 dólares en una buena noche, caigan a apenas una fracción.

Las reivindicaciones están encendiendo otra acalorada disputa, aún más compleja, ya que los clubes nocturnos operan bajo un sistema de subcontratistas independientes (parecidos a los antiguos “pistoleros” de la construcción), donde los trabajadores no cuentan con protección sindical.

Por otra parte, mientras las bailarinas deben pagar una comisión al local por el derecho a actuar, que pueden llegar hasta los 200 dólares cuando se trata de un evento importante, las “startenders” están libres de ese tipo de gastos.

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