La gran ciudad industrial situada al norte de Siria ha sido desde siempre la capital económica del país. En 2012 fue atacada por grupos yihadistas de diversas tendencias, en gran parte formadas por mercenarios extranjeros, que consiguieron cercarla casi por completo, ocupando algunos barrios periféricos en donde están situadas diversas fábricas y centrales eléctricas e hidráulicas, e infiltrándose en numerosos barrios del centro de la ciudad.
Los habitantes no colaboraron en absoluto en ese ataque, y sufrieron por el contrario todas sus consecuencias. De hecho, las fábricas fueron desmanteladas por los yihadistas, que reciben de forma continua refuerzos… y armas procedentes de la cercana Turquía. Los equipamientos de esas fábricas han sido vendidos en Turquía, con la evidente complicidad de las autoridades de Ankara.
Pero frente a la resistencia opuesta por la ciudad, posibilitada por inseguras vías de aprovisionamiento en el sudeste del centro (vías que el ejército mantiene operativas con dificultades), los yihadistas apoyados por los milicianos del Califato Islámico procedente del este, de Raqqa, decidieron cortar el agua y la electricidad a los sitiados, mientras a la vez bombardeaban el centro con fuego de mortero, acosando a los habitantes mediante sangrientos atentados entre otros medios con coches-bomba.
El más mortífero fue el que afectó a la universidad, provocando la muerte de decenas de estudiantes. Sobre estos hechos tenemos los testimonios de los obispos de las comunidades cristianas de Alepo, que así mismo relatan cómo abrieron pozos para intentar aliviar los sufrimientos de la población sedienta, testimonios que los periodistas no pueden desconocer, aunque no tengan necesariamente por qué confiar en las detalladas informaciones proporcionadas por la agencia siria Sana o por las diferentes fuentes rusas (Sputnik) o libanesas (Al-Manar).
La contraofensiva del ejército sirio, desplegada durante los últimos meses de 2015 con apoyo de la aviación rusa, se dirige ante todo a poner fin al cerco de la ciudad. El ejército ha ido avanzando desde el centro hacia las localidades vecinas para alejar a los asaltantes.
En el nordeste han liberado la gran base militar de Kuweiri, situada a casi 25 kilómetros del centro y asediada desde hace más de tres años, rechazando a las milicias del Califato Islámico hacia el río Eúfrates. En el noroeste, dos poblaciones más situadas a 40 kilómetros de Alepo han sido también liberadas, tras estar cercadas desde 2012 por los yihadistas de Al-Nusra (rama siria de Al-Qaeda) y sus aliados de Harar Al-Sham y el Ejército Libre de Siria.
La agencia Sana ha difundido las imágenes de multitudes jubilosas acogiendo al ejército liberador. Y también hacia el suroeste avanza el ejército para reabrir las rutas hacia la provincia de Homs y de Hama, permitiendo una mejor circulación de bienes de primera necesidad para la población.
Pero las palabras empleadas por nuestros periodistas cuentan exactamente lo contrario de la realidad, para su vergüenza. Según ellos (y según las directrices que reciben), sería el ejército regular el que avanzaría hacia Alepo para reconquistarla, como si la ciudad estuviera en manos de los rebeldes y de los mercenarios extranjeros, y no sitiada desde hace más de tres años por los yihadistas. Según esos periodistas, los habitantes de Alepo estarían huyendo de la ciudad, aterrorizados por los bombardeos rusos.
En realidad, en el interior del perímetro de Alepo ya no hay combates. Los grupos de yihadistas y mercenarios que se habían infiltrado en la ciudad se han visto aislados y su única perspectiva es la de rendirse o la de llegar a un acuerdo con el gobierno, como el que ha permitido a los yihadistas cercados en un barrio aislado de Homs ser acompañados hasta la frontera en autobuses proporcionados por el gobierno.
El frente está ahora situado mucho más al norte de Alepo, sólo a 20 kilómetros de la frontera turca. El ejército regular persigue alcanzar la ciudad fronteriza de Azaz para bloquear la vía de avituallamiento permanente de armas y mercenarios extranjeros que continúan afluyendo de Turquía.
En otras regiones de Siria, como el extremo sur de la provincia de Deraa también el ejército rechaza a los yihadistas hacia Jordania (que está procediendo a abandonar de forma prudente su actitud hostil hacia Siria), mientras que la banda fronteriza con Turquía situada al norte de la provincia de Latakia (en donde un avión ruso fue alevosamente abatido por un misil turco) está ahora bajo el control del ejército de Bashar Al-Asad, bloqueando así la infiltración de nuevos mercenarios.
Ante este giro de la guerra siria, nuestros periodistas, que durante todos estos años han rehusado hablar del hambre y la sed de los civiles sitiados de Alepo, y han permanecido mudos sobre las condiciones dramáticas de vida que les han obligado a abandonar la ciudad y a convertirse en refugiados, cambian de forma radical hablando ahora sobre los civiles que huyen de las zonas de combate.
Haciéndose eco de la propaganda y las peticiones de esos dos criminales que son el presidente turco Erdogan y su primer ministro Davutoglu, principales responsables de la masacre siria, junto a los saudíes y a Estados Unidos, ahora solicitan “el fin de los bombardeos rusos”. Pero este fervor seudo-humanitario se debe simplemente al hecho de que los mercenarios al servicio del neocolonialismo y del imperialismo occidental y de las monarquías oscurantistas del Golfo están en trance de perder la guerra, y que Siria, ayudada por Rusia, Irán y el Hezbollah libanés, está demostrando ser un hueso mucho más duro de lo que parecía. Cuando los pueblos resisten de verdad, se hace cierto que “el imperialismo no es más que un tigre de papel”.