Las grandes cadenas de comunicación se pasan al campo de los antivacunas… si proceden de Rusia

Lo venimos viendo desde el principio de la pandemia: en esta marea de locura que han desencadenado no hay ciencia, ni medicina, sino política (en el peor sentido de la palabra).El mundo suspira por una vacuna como si fuera su última esperanza, pero nunca imaginó que la primera procediera de Rusia, es decir, nunca imaginó que Rusia pudiera ser la primera en nada.

Lo venimos viendo desde el principio de la pandemia: en esta marea de locura que han desencadenado no hay ciencia, ni medicina, sino política (en el peor sentido de la palabra).El mundo suspira por una vacuna como si fuera su última esperanza, pero nunca imaginó que la primera procediera de Rusia, es decir, nunca imaginó que Rusia pudiera ser la primera en nada.

Todo lo que procede de Rusia y otros países del Eje del Mal es sospechoso y la vacuna no podía ser una excepción. El principio de precaución que rige la medicina no enciende las alarmas por la vacuna sino por su pasaporte. No hubiera ocurrido lo mismo si procediera de Estados Unidos o de una multinacional farmacéutica.

El pasaporte ha dado un giro completo a los discursos oficiales, que se han convertido en antivacunas rusas, o sea, están en el campo de los terraplanistas, conspiranoicos, negacionistas y demás.

El martes Putin anunció la primera vacuna diciendo a los periodistas que había vacunado a su propia hija. Los médicos y profesores serán los primeros en ser vacunados en Rusia y en enero del año que viene se extenderá a toda la población.

Las pruebas no se han completado, pero eso ya no es ninguna novedad. Estamos ante una carrera, casi una campaña electoral, donde todo son palabras y todo es publicidad, un coto en el que las cadenas de intoxicación se mueven como pez en el agua.

Pero la intoxicación no es la suya, sino la de Putin. El New York Times acusa al Kremlin de manipular las pruebas clínicas para hacer propaganda (1). El contraste con la doctrina previa es llamativo: “Las vacunas salvan vidas, protegen a nuestros hijos y son uno de nuestros mayores logros en salud pública”, dijo un editorial del New York Times en marzo de este año. “La desconfianza en una vacuna contra el coronavirus”, escribió el periódico en julio, “podría poner en peligro la extensión de la inmunidad”.

Hace unas semanas había muchas prisas. El New York Times atacó a Trump porque era necesaria una vacuna lo más rápidamente posible, la única esperanza en medio de una pandemia atroz.

Las prisas sólo son buenas si no proceden de Rusia, ha dicho el gran padrino Fauci.

The Guardian advierte que “las vacunas pueden ser sólo parcialmente efectivas” incluso después de estrictos ensayos clínicos. Incluso las más rigurosamente probadas pueden ser ineficaces en el mejor de los casos, o en el peor de los casos tienen horribles efectos secundarios (2).

Sin embargo, la semana pasada ese mismo periódico se burlaba de las madres antivacunas que creen en las teorías de la conspiración. Incluso estaban dispuestos a considerar como un éxito una vacuna “imperfecta”.

El Washington Post señala que “las vacunas podrían ser perjudiciales o dar a la gente una falsa sensación de seguridad sobre su inmunidad” (3).

Una portavoz del Ministerio alemán de Salud recuerda algo que no sabíamos: en Europa la autorización de una vacuna presupone, además de la prueba de su calidad, que sea segura y eficaz.

“Una vacuna suele tardar unos diez años en desarrollarse”, asegura 20 minutos.

Los expertos de pacotilla se suben al carro de los “nuevos antivacunas”. François Balloux, investigador del Instituto de Genética del University College de Londres, califica el anuncio de Putin como “inconsciente y sin sentido”, argumentando que una vacuna que no ha sido “debidamente probada” podría tener consecuencias desastrosas.

En Rusia la ciencia es diferente que en el resto del mundo. La investigación biomédica no se ha destacado en Rusia en los últimos años… Los científicos rusos no han seguido todos los pasos para validar su vacuna internacionalmente… Han barrido con todos los usos médicos aceptados…

Si por casualidad el resultado es positivo, el proceso para lograrlo pone fin a un consenso médico, histórico, centenario y aceptado por la comunidad científica, que requiere transparencia y el cumplimiento de un protocolo muy estricto.

Se están llenando la boca de adjetivos, algunos de los cuales nos suenan mucho: una decisión irresponsable, tonta y, sobre todo, peligrosa, no es fiable, una apuesta loca, demagógica, una caja de Pandora, un truco de propaganda, es posible que los rusos hayan manipulado los datos…

“La vacuna rusa llega envuelta en escepticismo”, dice La Vanguardia (4), de donde aprendemos que las vacunas tienen nacionalidad: pueden ser canadienses, peruanas, camboyanas o gallegas.

La eficacia de una vacuna depende, pues, de su origen. A partir de hoy empezaremos a leer este tipo de basura en las televisiones y la prensa española.

(1) https://www.nytimes.com/2020/08/11/world/europe/russia-coronavirus-vaccine.html
(2) https://www.theguardian.com/world/2020/aug/11/russia-approves-coronavirus-vaccine-despite-testing-safety-concerns-vladimir-putin
(3) https://www.washingtonpost.com/world/russia-unveils-coronavirus-vaccine-claiming-victory-in-global-race-before-final-testing-is-complete/2020/08/11/792f8a54-d813-11ea-a788-2ce86ce81129_story.html

(4) https://www.lavanguardia.com/ciencia/20200811/482788453551/vacuna-rusa-coronavirus-escepticismo-eficacia.html 

Más información:
– Dossier coronavirus
 

 

comentario

  1. La caricatura, genial. En cuanto a el texto, no está de más el recordar con quiénes nos las «hablemos».

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