Por su heterogénea composición social, los movimientos nacionales no son nada en sí mismos; no se les puede juzgar sino por su dirección, por quién dirige el movimiento nacional y contra quién -o contra qué- lo dirige. Entonces es cuando todas y cada una de las ambigüedades se esfuman.
La lucha de clases es el motor de la historia; por lo tanto, también es el motor de todas las luchas de liberación nacional. Si a los movimientos nacionales se les despoja de las típicas ambigüedades terminológicas en las que se cobijan (países, pueblos, razas), no quedan más que dos preguntas que formular: con independencia de los distintos sectores sociales que integran el movimiento nacional, ¿qué clase social lo está dirigiendo y contra qué o contra quién lo dirige?
Hay naciones y naciones. Cuando hay opresión nacional no hay una única nación, sino dos. La primera confusión de la lucha de liberación nacional es que políticamente no todas las naciones están en el mismo plano y que la distinción entre una nación opresora y otra oprimida, que parece banal, no lo es, por múltiples motivos, entre otros por el cúmulo de agravios históricos, reales o fingidos, que unas naciones acumulan contra otras. Por eso el victimismo nacional es siempre tan frecuente y las naciones opresoras se hacen pasar por lo contrario.
La lucha de liberación nacional no se puede dejar en manos de los nacionalistas precisamente porque en la opresión nacional hay dos naciones. Sólo hay un punto de vista capaz de reconocer la opresión nacional y luchar contra ella, que es el internacionalista, es decir, el punto de vista de aquella clase social que no tiene patria y cuya lucha, por consiguiente, no sólo no es nacional sino que está por encima de las naciones y del nacionalismo.
El proletariado lucha contra cualquier forma de opresión, por lo que está siempre por la liberación de las naciones oprimidas y también tiene claro contra quién y contra qué debe dirigirla, contra la burguesía, y quiénes son sus aliados, los trabajadores, cualquiera que sea su nacionalidad. Ese es el significado exacto del internacionalismo que, en las condiciones históricas actuales, o sea, en las condiciones del imperialismo, es la única manera de resolver la opresión nacional.
El proletariado está absolutamente enfrentado a cualquier forma de chovinismo procedente de la burguesía de las naciones opresoras. Mientras en las naciones oprimidas el proletariado tiene un camino que recorrer con la burguesía, en las opresoras no tiene abslutamente ninguno. Este es un aspecto en el que la clase obrera no puede admitir ninguna clase de compromisos y su batalla contra cualquier clase de chovinismo en defensa de la unidad del Estado no admite matices.
Si el proletariado no tiene patria no tiene sentido preguntar a qué «parte» del proletariado le corresponde dirigir la lucha de liberación nacional porque es una clase social que es internacional y no tiene «partes»: la liberación nacional es una tarea que incumbe, pues, tanto al proletariado de la nación opresora como al de la nación oprimida.
La lucha de liberación nacional no es ajena al proletariado, cualquiera que sea su origen nacional. Por lo tanto, el proletariado tampoco es ningún «aliado» porque la liberación nacional es parte integrante de su programa revolucionario.