La islamofobia lleva al rechazo, irrespeto y desprecio hacia el islam, y hacia las personas musulmanas. “No deja de ser racismo de tipo culturalista”, explica el portavoz de la asociación Musulmanes contra la Islamofobia, Miguel Ángel Pérez. Los incidentes pueden ser insultos, agresiones, pintadas, amenazas físicas o por redes, ataques a mezquitas, sensacionalismo en medios de comunicación e, incluso, “el propio discurso político”, según Pérez.
“La islamofobia actúa más como un sistema sutil y casi invisible que es lo más peligroso y lo que nos preocupa”, explica Míriam Hatibi, portavoz de la Fundació Ibn Battuta. “La islamofobia no se reduce a un ataque violento, no se trata solamente de que una persona me arranque el velo o que otra me insulte por la calle”, añade Oumayma Bouamar, estudiante de traducción e interpretación. “También lo es que una empresa no me contrate por llevar el velo, a pesar de tener una carrera, hablar cinco idiomas y estar muy preparada para el trabajo que ofrecen, cosa que encuentro mucho más peligrosa que un hombre que me insulta por la calle”, afirma.
Las mujeres musulmanas se ven afectadas por una doble discriminación (islamofobia de género) por su doble condición. El uso del hiyab (pañuelo en la cabeza) es uno de los que más problemas causa a las que deciden llevarlo.
El aumento de los casos coincide con un creciente uso por parte de políticos de todo signo de discursos con tintes racistas y xenófobos. También se está produciendo en los últimos años un gran número de campañas y propaganda contra los musulmanes en redes. Y los expertos han detectado un auge de grupos fascistas que agreden a musulmanes en plena calle, pegan carteles con consignas racistas y boicotean manifestaciones en apoyo a los refugiados.
El sentimiento de rechazo a los refugiados está aumentando en Europa, según el informe de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia. En España esa xenofobia todavía no está tan arraigada, aunque colectivos sociales alertan de que este sentimiento está emergiendo.
Las redes sociales son un foco de propagación de estereotipos contra el islam y también de noticias falsas. Por ejemplo, los españoles creen que la población musulmana es del 14 por ciento, pero en realidad son un 2,1 por ciento, según la encuesta Ipsos Mori 2016.
La situación que más “marcó” a Maryam, de 19 años, sucedió en una excusión de fin de curso: “Había cerdo en el menú y le dije a las profesoras que no iba a comérmelo, pero ellas intentaron obligarme”, explica la madrileña. Ha recibido gritos como “mora de mierda” o “vete a tu país”: “Pero yo nací aquí”. También unas compañeras “cuatro o cinco años mayores” que ella intentaron hacerle bullying: “Por suerte me llevaba muy bien con la gente de mi clase y la cosa no fue a más allá de los típicos insultos como ‘mora de mierda’ o ‘vete a tu país’, aunque sí intentaron pegarme”. Después añade que alguna vez hicieron las típicas bromas de ponerse un pañuelo y “hacer el tonto”.
“Temí por mi vida. Su apariencia me llevó a pensar que era un nazi y venía a por mí”, denunció a la plataforma un joven de 21 años después de que una persona intentara atacarlo por la espalda en la parada del bus. “En cinco años es la cuarta o quinta vez que intentan agredirme”.
“Me han llamado ‘moro de mierda’ en clase y en la calle, sobre todo las personas más mayores”, cuenta Babana, un joven de 22 años que ha crecido en España puesto que lleva residiendo aquí desde el año 2000. “No me lo tomo a pecho ni me he planteado nunca denunciar. Creo que la gente, sobre todo los compañeros del colegio, cuando son pequeños, no se dan cuenta del daño que pueden hacer a la otra persona”, explica. “Pero la verdad es que me parecen tonterías, nunca me ha pasado nada más grave por ser musulmán”, comenta.
“Llevo más de cinco años residiendo en España, nunca he tenido problemas y estoy totalmente integrado”, afirma Ahmad, un sirio de 36 años que con la guerra se vino a España. Aquí es pastelero, pero en Siria era arquitecto: “Los primeros años trabajaba en una tienda de dulces, después los dueños la traspasaron a mi nombre y hace ya cuatro años que la llevo yo”, afirma. Ahmad está casado con una mujer sirio-española y tienen dos hijos de menos de cinco años. “Nunca he tenido ningún problema desde que estoy aquí”.
Las redes sociales no están a salvo. Y las activistas feministas y musulmanas reciben amenazas por su doble condición de mujeres y musulmanas. Uno de estos casos es el de Laure Rodríguez, que después de que publicara su libro “Falsos mitos de la mujer en el Islam”, en el que desmiente los tópicos que la sociedad tiene sobre las mujeres musulmanas, comenzó a recibir mensajes amenazantes en su Twitter. “Métete tu islamismo por el culo”, fue lo más suave que le dijeron. Incluso le enviaron amenazas de muerte junto a la imagen de una escopeta y en varios tuits se habló, incluso, de violación. Eso sin olvidar insultos como “puta”. La situación se puso tan tensa, que tuvo que denunciar a la Ertzaintza. “Tuvieron que ponerme policías para preservar mi seguridad en una conferencia”, cuenta Laure. “Fue la Ertzaintza quien me ofreció seguridad”, explica.