El informe fue elaborado en 2002 por sendos comités de la Cámara y el Senado de Estados Unidos y el senador que los presidió, Bob Graham, lucha ahora por que se hagan públicas. Hasta se ha abierto una página web sobre el asunto (28pages.org), que se ha convertido en uno de los caballos de batalla de la campaña a las elecciones presidenciales.
Cuando Lenin dijo que en la etapa imperialista la burguesía entraba en su estado de decrepitud, o se quedó muy corto o es que la burguesía va de mal en peor. Está llegando al delirio colectivo.
La cadena CBS ha dedicado un programa especial a las 28 páginas, en el momento justo en el que Obama se dispone a visitar a sus amigos saudíes y ha quedado al descubierto que a los 15 saudíes implicados en los atentados quien les dio el visado de entrada a Estados Unidos fue… la CIA.
Obama es partidario de la desclasificación del texto, pero la confusión se multiplica porque ni un bando ni otro defiende sus posiciones por los mismos motivos, por lo que subyace en este asunto: a nadie le preocupa ya esclarecer los hechos, las responsabilidades mediatas e inmediatas de la muerte de 2.000 personas y el montaje orquestado en torno a las mismas.
Cuando Estados Unidos organiza uno de esos montajes, se ve obligado luego a organizar otros adicionales para encubrir el primero. Además, todos sospechamos que detrás de cada una de sus acciones no hay más que montajes e intentos de encubrimiento, hasta que no vemos más que montajes por todas partes, uno detrás de otro.
Todo hubiera sido mucho más sencillo si las 28 páginas nunca se hubieran declarado secretas, pero eso nos hubiera privado del morbo que envuelve toda esta historia, que no se acabará nunca. Ahora mismo en Estados Unidos se habla más de las 28 páginas secretas que de los atentados en sí.
Un funcionario de la Casa Blanca ha dicho que Obama desclasificará las 28 páginas dentro de dos meses, lo cual en plena campaña electoral se analiza -malévolamente- como un intento de retardar la desclasificación, es decir, todo lo contrario de lo que parece.
La posición de Obama, si es que tiene alguna definida, es consecuencia de las presiones internas e internacionales. De ahí su visita a los jeques saudíes poco antes de despedirse de la presidencia, que acaba de demostrar su absoluta falta de personalidad política, algo común a los presidentes de Estados Unidos al menos desde los tiempos de Reagan.
La desclasificación (o no) de los papeles va acompañada del estilo político de Washington, dominado por los bajos fondos de los grupos de presión y el intercambio de maletines y contratos repletos de petrodólares. Nada nuevo, pues.
La mayor parte de quienes han leído las 28 páginas dicen que no hay nada interesante y, desde luego, nada que incrimine a Arabia saudí en los atentados contra las Torres Gemelas. Pero es lo mismo que ocurre con la agresión contra Siria: tampoco hay nada que les incrimine. Lo que más ciega no es la oscuridad sino el resplandor.
Si las páginas carecen de relieve criminal, no se entiende el motivo por el que se declararon secretas. Si los príncipes de Riad no aparecen en ellas, no tiene sentido que su embajada hable de represalias económicas en caso de que se puedan leer abiertamente.
Una de las consecuencias del enredo es que la tensión entre Estados Unidos y Arabia saudí sigue creciendo, no sólo entre ambos países sino entre las mismas camarillas dominantes en ellos, que lanzan mensajes contradictorios a cada momento, en donde las 28 páginas no son el detonante sino el arma arrojadiza. Da lo mismo lo que se esté escrito en ellas; ya tienen vida propia.
Los atentados de las Torres Gemelas, las 28 páginas y la guerra de Siria son parte de lo mismo, aunque lo más destacado es constatar, una vez más, las profundas divisiones internas, en donde todo sirve de excusa para los implacables ajustes de cuentas que caracterizan al podrido universo político de Washington.
Obama no es diferente de Trump, que también ha prometido publicar las 28 páginas, aunque por motivos diferentes a los esgrimidos por Obama. Trump ha denunciado la siniestra diplomacia que lastra la política exterior de Estados Unidos vinculándola a los sátrapas saudíes.
Hablar del candidato Bernie Sanders es hablar de Israel y el oscuro grupo de presión AIPAC que defiende los intereses israelíes en los pasillos de Washington, es decir, supone mostrarse favorable a Arabia saudí… pero por intereses propios, ya que es muy posible que de las 28 páginas el Mosad no salga bien parado. No podía quedarse al margen de un atentado de las dimensiones de las Torres Gemelas.
Sanders es el primer judío con posibilidades de llegar a la Casa Blanca, pero sus relaciones con la mafia AIPAC no son buenas precisamente. Sus críticas a Israel dividen a los judíos de Estados Unidos. Los que siguen fielmente el dictado de Tel Aviv han llamado a votar a… Hillary Clinton.
Lo de menos son las 28 páginas. El final de Obama presenta todos los síntomas de una descomposición galopante en el centro mismo del imperialismo y es dudoso que quien le suceda sea capaz de coser todas las costuras que se han roto y volver a recuperar la iniciativa.