El mes pasado se celebró en Bruselas la 8 Conferencia sobre la situación de los refugiados sirios organizada por la Unión Europea para mostrar al mundo la compasión que los fuertes siempre tienen hacia los más débiles y necesitados.
La Comisión Europea anunció que habían recaudado más de 7.500 millones de euros “para Siria y los países de la región”.
Bruselas no quiere que ningún refugiado sirio vuelva a su país de origen, ni tampoco quiere acogerlos, por lo que el dinero es un soborno para que el problema de los refugiados sirios no se acabe nunca y los medios de intoxicacion puedan seguir señalando a Bashar Al Assad con el dedo acusador como único culpable de la situación.
Borrell lo expresó de la siguiente manera: “Estamos de acuerdo con las Naciones Unidas en que actualmente no se cumplen las condiciones para un retorno seguro, voluntario y digno a Siria […] Insistimos en el hecho de que es responsabilidad del régimen de Bashar Al Assad establecer esas condiciones”.
“Nuestro compromiso no puede limitarse a promesas financieras, y debemos redoblar nuestros esfuerzos para encontrar una solución política al conflicto, que apoye la aspiraciones del pueblo sirio a un futuro pacífico y democrático”, añadió Borrell.
Las guerras modernas no se acaban nunca. La de Siria comenzó hace trece años y los cañones siguen rugiendo. A los refugiados sirios les ocurrirá como a los palestinos: siempre estarán ahí, pendientes de la “ayuda internacional” y las ONG para servir de carne de cañón en cualquier guerra que requiera de sus servicios.
Bruselas está creando un estilo diplomático propio: en el caso de Ucrania promueve en Suiza una conferencia “de paz” sin Rusia y para los refugiados sirios reune a todos… menos al gobierno sirio.
Una vez más hay que dar la razón al antiguo embajador de Siria ante la ONU, Bashar Al Jaafari, cuando declaró que las conferencias de Bruselas son pura propaganda y que la Unión Europea es parte del problema, en lugar de ser parte de la solución. “Es irónico imponer medidas económicas coercitivas unilaterales y criminales contra el pueblo sirio y al mismo tiempo reivindicar su determinación y compromiso de ayudar a ese mismo pueblo sirio”.
En otras entradda ya hemos denunciado la pésima situación sanitaria de los refugidos sirios en los campamentos de Líbano. En julio del año pasado el Parlamento Europeo votó una resolución que apoyaba la retención de los sirios desplazados en Líbano, un país que soporta una situación límite desde hace muchos años. Pero la crisis de Líbano es una bendición para la Unión Europea, que puede sacar buen provecho de ella… si Beirut acata las decisiones de la Unión Europea de retener a los refugiados sirios en su país.
Sin embargo, en Bruselas, el ministro de Asuntos Exteriores de Líbano, Abdallah Bou Habib, dijo que Líbano ha llegado a un punto de no retorno y que seguir financiando a los refugiados es un peligro para los países vecinos de Siria. En contra de lo que pretende la Unión Europea, el gobiero de Beirut ya no puede más y anuncia: “Líbano es un país de tránsito y no un país de asilo”.
Eso significa que el dinero de Bruselas debe ir a los bolsillos de quienes regresan a Siria y no a quienes se quedan en Líbano. El regreso de los refugiados, añaden los libaneses, no está ligado a una supuesta “solución política a la crisis siria” sino al levantamiento de las sanciones impuestas al gobierno de Damasco.