Lo que no dice es su responsabilidad, la del PCE y la de Izquierda Unida en aquella transición. ¿Acaso el PCE no es también responsable de la amenaza y el chantaje?
Aunque seamos capaces de suponer quiénes fueron los chantajistas, los franquistas, Gerardo Iglesias no dice quiénes fueron los chantajeados: los antifascistas, los que siguieron luchando contra el fascismo.
Tampoco dice nada acerca de las consecuencias lógicas que se derivan de una amenaza y un chantaje permanentes: que nadie puede admitir la validez de los actos, leyes y constituciones impuestas en tales condiciones.
En consecuencia, ¿por qué seguimos admitiendo la legitimidad de un Estado edificado bajo una amenaza permanente?
“La transición ha hecho que asumamos muchos elementos de la dictadura franquista”, dice Gerardo Iglesias ahora en una reciente entrevista. Pero, ¿quién es el que asume todos esos “elementos” de la dictadura?, ¿por qué lo hace?, ¿por las amenazas?, ¿por miedo?
Si es así, ¿por qué casi nadie denuncia que padecemos un “chantaje permanente”?, ¿por qué casi todos dicen lo contrario, que hay un estado de libertad?, ¿quién miente?
En efecto, mienten quienes hablan de libertad, pero también ha mentido Gerardo Iglesias en la presentación de su último libro “La amnesia de los cómplices”.
¿Los cómplices? ¡Él es el cómplice! Lo fue antes, cuando era secretario general del PCE, y lo es ahora, cuando llama a votar a Podemos, que es la Izquierda Unida que él quiso crear hace 30 años, es decir, más de lo mismo, por no decir peor.
Gerardo Iglesias fue el hijo predilecto de Carrillo y nunca se ha desprendido de esa lacra. Sin embargo, carece de las malas artes de su padrino político, que era un verdadero perro. De ahí derivan sus incongruencias. En su época al frente del PCE enarboló la bandera fascista; ahora da conferencias por Asturias bajo la republicana.
Ante una pregunta, el antiguo capo de Izquierda Unida responde lo siguiente: “Los descendientes de las víctimas son los que mejor pueden decir hasta qué punto las heridas siguen abiertas, hasta qué punto esa afirmación de ‘no hay que reabrir las heridas’ es falsa. Las heridas nunca se cerraron, se cubrieron con un tupido velo. Los crímenes del franquismo hay que juzgarlos, vivan o no los responsables”.
Es otra de sus incongruencias. Los crímenes del franquismo no hay que juzgarlos. Se juzgarán, más pronto de lo que algunos creen.
Pero los criminales y los franquistas no son los demás. También hubo y hay cómplices, encubridores, instigadores y delatores, como Gerardo Iglesias y sus colegas, sin ir más lejos.