La tensión entre Japón y China ha subido significativamente desde el 21 de octubre, cuando la Primera Ministra Sanae Takaichi llegó al cargo y mantuvo una breve reunión con Xi Jinping al margen de la cumbre de APEC en Corea del Sur el 31 de octubre.
El 7 de noviembre, durante una sesión parlamentaria, un diputado de la oposición instó a Takaichi a definir qué acontecimientos en el Estrecho de Taiwán constituirían una amenaza para la supervivencia de Japón, el umbral que autoriza la activación del ejército nipón.
“Si hay acorazados y se usa la fuerza, no importa cómo, podría ser una situación que ponga en peligro la supervivencia”, dijo. Sus comentarios fueron ampliamente interpretados como una señal de una postura de seguridad más firme y una voluntad de responder decisivamente a una posible crisis en el Estrecho de Taiwán.
La respuesta de Pekín fue rápida y firme. Un comentario publicado el 16 de noviembre por el Diario del Ejército Popular de Liberación subió aún más el tono, advirtiendo que Japón sufriría graves consecuencias si interviniera militarmente en el Estrecho. El artículo enumeraba tres riesgos.
En primer lugar, Japón enfrentaría un entorno de seguridad más hostil y cualquier perspectiva de relaciones estables con China se erosionaría rápidamente.
En segundo lugar, todo el país podría estar expuesto a conflictos. Japón ya ha transformado decenas de aeropuertos y puertos, desde Hokkaido en el norte hasta Okinawa en el sur, en instalaciones de doble uso. En ejercicios a gran escala realizados en octubre, el ejército utilizó 39 aeropuertos y puertos para operaciones de combate y transporte militar.
En tercer lugar, Japón corre el riesgo de renovar las críticas internacionales, ya que sus provocativos comentarios sobre Taiwán reavivan las preocupaciones sobre un retorno al militarismo y ponen en duda los fundamentos del orden de posguerra.
Lo realmente sorprendente de la posición japonesa, sin duda exigida por Estados Unidos, es su inconsistencia: el gobierno de Tokio no tiene absolutamente nada que decir en Taiwan, que es una provincia china.
El martes, Masaaki Kanai, jefe de la Oficina de Asuntos de Asia y Oceanía del Ministerio de Asuntos Exteriores japonés se reunió con su homólogo chino, Liu Jinsong, en Pekín con el objetivo de estabilizar los lazos. Pero las discusiones han avanzado poco.