La ‘seguridad nacional’ se ha apoderado de las redes sociales y los mercados de capitales

En los tiempos del imperialismo el mercado “libre” es una entelequia. España ha prohibido la venta de Talgo a una empresa húngara por razones de “seguridad nacional”. Estados Unidos prohibió TikTok por el mismo motivo. China prohibió Google y Youtube. Rusia prohibe Meta/Facebook, a la que considera como una organización “extremista”.

Son sólo algunos ejemplos, pero se podrían poner muchos más. Esta misma mañana el Tribunal Supremo de Brasil le ha concedido un plazo de 24 horas a Elon Musk para nombrar un representante legal para la red social X/Twitter en el país, bajo la amenaza de prohibirla en caso contrario (*).

Los medios están empeñados en señalar con el dedo a países, como China, pero las prohibiciones de TikTok, por ejemplo, proceden de países como Bélgica, Canadá, Dinamarca, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido, Taiwán…

Pavel Durov, el dueño de Telegram, era conocido en todo el mundo por su negativa a cooperar con la policía, y ésa es una de las razones de su éxito. El objetivo de su detención es obligarle a llegar a un acuerdo de colaboración, es decir, a convertir Telegram en un apéndice de la policía.

El dueño de la red social llegó a Paris procedente de Bakú, donde coincidió con la visita a Putin, a la que nos referimos en otra entrada. Algunas fuentes afirmaron que ambos se entrevistaron en la residencia del Presidente azerbaiyano Ilham Aliyev, durante la cena, pero no hubo confirmación oficial. El lunes el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que no se habían reunido.

No obstante, la inteligencia estadounidense cree que Durov tiene un acuerdo con el Kremlin, lo que ha dado lugar a una ola de aspavientos histéricos parecida a la de TikTok. Menudean las invocaciones acerca de la “seguridad nacional”, que es algo que sirve para cualquier cosa, como antiguamente lo fue el “terrorismo”.

Además, como también dijimos ayer, algunas de las comunicaciones de los departamentos militares rusos (y ucranianos) pasan por Telegram, por lo que Durov podría entregar el acceso a los movimientos del ejército ruso.

Una característica de Telegram es que el historial de los canales se almacena en servidores en la nube, mientras que los que están protegidos por cifrado de extremo a extremo no se almacenan en ningún lugar, excepto en la memoria del terminal que utilice el usuario. Si un usuario conversa desde un móvil, no podrá seguir la misma conversación desde un ordenador.

Para que un tercero pueda acceder a los canales de comunicación cifrados, es necesario no sólo conocer los números de teléfono a los que están vinculadas las cuentas, sino también acceder al propio dispositivo. Mientras tanto, la información del usuario seguirá siendo confidencial.

La detención de Durov no tiene precedentes, salvo la de la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou, en Canadá en 2018. Pero antes de Durov, ningún propietario de una red social había sido condenado por no hacer el papel censor que corresponde a los jueces y la policía.

Uno de los casos más famosos fue la detención de Alexander Vinnik en 2022 mientras estaba de vacaciones en Grecia, seguido de su extradición a Estados Unidos. Vinnik fue un operador ruso de criptomonedas de 2011 a 2017 que se confesó culpable de lavado de dinero negro.

Los caciques de los grandes monopolios tecnológicos y los especuladores en criptomonedas se han puesto nerviosos. La cotización de la criptomoneda “ton” asociada a Telegram cayó un 23 por cien cuando se anunció la detención de Durov. El miedo es que su colapso arrastre al resto de criptomonedas.

La presión de las grandes potencias capitalistas sobre los monopolios tecnológicos arrecia. La represión política y el control social requieren transparencia, es decir, acabar con el derecho a la intimidad de las personas. A veces los Estados tienen problemas para identificar y catalogar a ciertas categorías de ciudadanos.

Por lo tanto, no es sólo la libertad de expresión. Necesitan controlar las plataformas digitales para controlar masivamente a sus usuarios, lo que dicen y lo que piensan. El número total de usuarios de Telegram es de casi mil millones de personas, una octava parte de la población mundial. Ningún Estado puede ignorar una plataforma tan vasta de comunicación y para justificar la represión presentan a las redes sociales como si fueran Sodoma y Gomorra: fraudes, blanqueo de capitales, tráfico de drogas, pedofilia…

La manera de presionar a Durov para controlar Telegram es cortar su fuente de financiación. Todas las plataformas de criptomonedas tienen una espada de Damocles sobre sus cabezas. Se enfrentan a entre 10 y 20 años de prisión si no colaboran con Estados Unidos y transmiten la información necesaria.

Ni siquiera el mercado de criptomonedas escapa a los principios más elementales del capitalismo monopolista de Estado. El neoliberalismo es un fantasma que no ha existido nunca.

(*) https://www.nytimes.com/2024/08/28/technology/brazil-x-ban-elon-musk.html

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