La sangre no importa; lo malo es que hay testigos

En el mundo posmoderno los políticos, como Obama, ni siquiera son capaces de pronunciar discursos en público con sus propias palabras. Para ello cuentan con escribanos a sueldo, como Sara Hurwitz, que cumplen esa tarea: escribir lo que otros se limitan a leer.

Hurwitz es una conocida sionista que el domingo cambió de papel: habló con voz propia en la Asamblea de Federaciones Judías de América del Norte, expresando frustración porque los jóvenes judíos rechazan el sionismo y las espantosas matanzas israelíes en Gaza.

La ideología dominante ya no domina con tanta claridad o, dicho en términos posmodernos, ya no controlan el relato en la misma medida que antes. “Anteriormente, la información que recibimos en Estados Unidos eran medios estadounidenses, y era más bien generalizada. Ya sabes, generalmente no expresaban puntos de vista antiisraelíes extremos. Había que ir a una librería bastante extraña para encontrar medios internacionales y medios marginales. Pero hoy tenemos las redes sociales, que son los medios internacionales; sus algoritmos están moldeados por miles de millones de personas en todo el mundo a quienes realmente no les gustan los judíos. Entonces, en la década de 1990, un joven probablemente no iba a encontrar a Al Jazira ni a nadie más, como Nick Fuentes, hoy estos medios los encuentran; los encuentran en sus teléfonos”, dijo Hurwitz.

Sara Hurwitz

“Estos medios son cada vez más analfabetos: cada vez menos texto, cada vez más vídeos”, añadió. “Así que está TikTok, que rompe los cerebros de nuestros jóvenes durante todo el día con vídeos de la matanza en Gaza. Y es por eso que muchos de nosotros no podemos tener una conversación saludable con jóvenes judíos, porque todo lo que intentamos decirles lo escuchan a través de la ventana de las matanzas. Les quiero dar datos, información, hechos y argumentos, y en sus mentes sólo ven matanzas. Y parece obsceno”, sostuvo la sionista.

La educación sobre el “holocausto“ ha comenzado a resultar contraproducente porque da a los jóvenes la falsa impresión de que los genocidios siguen siendo malos. “Creo que desafortunadamente la apuesta muy inteligente que hemos hecho sobre la educación sobre el holocausto para que sirva como educación sobre el antisemitismo en este nuevo entorno mediático, creo que está empezando a colapsar un poco porque, ya sabes, la educación sobre el holocausto es absolutamente esencial, pero creo que puede confundir a algunos de nuestros jóvenes sobre el antisemitismo”, añadió.

“Porque descubren que los nazis grandes y fuertes dañan a los judíos débiles y demacrados, y piensan que el antisemitismo es como el racismo contra los negros, ¿verdad? Blancos poderosos versus negros impotentes. Entonces, cuando en TikTok todo el día ven a israelíes poderosos lastimando a palestinos débiles y flacos, no sorprende que piensen: Oh, sé que la lección del holocausto es que luchas contra Israel. Luchas contra los grandes poderosos que lastiman a los débiles”.

Este tipo de lamentos se escuchan con una enorme alegría. Los intoxicadores como Hurwitz han caído en su propia trampa. Ya no engañan a nadie, ni siquiera a los más cercanos. Todas las leyendas sobre Israel cultivadas con esmero durante décadas, se han esfumado en muy poco tiempo. Los que durante años se educaron en la denuncia del “holocausto”, han aplicado esas mismas lecciones a lo que está ocurriendo en Gaza. No es historia; lo están viendo con sus propios ojos, en vivo y en directo.

En este tipo de masacres el problema siempre es el mismo: la sangre no importa; lo malo es que hay testigos que llaman a las cosas por su nombre. No se dejan confundir. Hay cosas que son evidentes por sí mismas; ni siquiera una intoxicadora profesional como Hurwitz es capaz de encontrar argumentos para justificar el brutal genocidio de Gaza.

Los torpes intentos de Hurwitz por dar alguna clase de explicaciones a la matanza fueron de mal en peor: “No somos sólo una religión. Somos una nación. Una civilización. Una tribu. Un pueblo. Pero sobre todo somos una familia. Entonces, si eres un joven criado en Estados Unidos que piensa que el judaísmo es una religión de estilo protestante, entonces los siete millones de judíos de Israel son sólo tus correligionarios. Entonces, mis correligionarios, si los miro y no practican mi religión de justicia social y ciertos valores proféticos, ¿qué tengo que ver con ellos?”

El fraude no lo ha inventado Hurwitz; lo mismo que las demás religiones monoteístas, tiene dos mil años de historia, es decir, es un retorno al feudalismo. Pretende lograr que los practicantes de una religión sean, además, defensores de un Estado. “Los siete millones de habitantes de Israel no son mis correligionarios, son mis hermanos y hermanas. Pero creo que si se los considera meros correligionarios, es fácil deslizarse hacia el antisionismo. No necesariamente tienes esa conexión con ellos”.

La población israelí se compone de emigrantes llegados de muchos países del mundo. Difícilmente se entienden entre ellos mismos.. No hay un pueblo judío en la misma medida en que no lo hay católico. Tampoco hay un pueblo musulmán. Los chiítas no deben ningún tipo de lealtad a la República Islámica de Irán por su confesión religiosa.

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