La ruptura entre los países del Golfo profundiza la crisis del imperialismo en Oriente Medio

El bloqueo contra Qatar ha roto la unidad entre los países del Golfo, profundizando la crisis del imperialismo en Oriente Medio y redistribuyendo de nuevo los naipes. La conclusión es obvia: quienes desde la Primavera Árabe de 2011 han sembrado vientos, recogen ahora tempestades. La desestabilización se vuelve contra sus patrocinadores, poniendo a todos ellos contra las cuerdas.

Es la crisis diplomática más grave que ha registrado el mundo árabe en los últimos 40 años, una región donde las crisis se suceden unas a otras. Ha bastado una visita de Trump a Riad para que se rompan todas las costuras sólo 15 días después.

En la prensa árabe hablan sin tapujos de una “nueva Guerra del Golfo”, de que los saudíes están dispuestos a invadir militarmente Qatar, de una forma parecida a como Irak lo kizo con Kuwait en 1990. Lo que no cabe duda es que los sátrapas saudíes persiguen la destitución de sus vecinos, los Al-Thani. En las redes sociales ha aparecido un fantasmagórico “Frente de Liberación de Qatar”.

Pero en una superproducción taquillera los actores de reparto no pueden velar al protagonista principal, Trump, que ha puesto en marcha la liquidación de la política de su antecesor, Obama, de apretar las clavijas a los saudíes y, al mismo tiempo, tender la mano a Teherán.

Las prioridades de Trump son las contrarias. En Washington han cometido la torpeza de poner los huevos en una única cesta, Riad, que está a punto de romperse. La economía saudí no se sostiene y el contrato de compraventa de armas tiene cifras tan mareantes que es difícil saber cómo van a pagar la factura los jeques.

Los únicos beneficiarios del contrato son los traficantes de armas, gracias a los cuales Trump pretende salvaguardar la única industria en la que Estados Unidos es pionera: la bélica.

Precisamente por eso, los tuits de Trump tienen un escollo importante que salvar: su base aérea regional está en Al-Ueid, o sea, en Qatar, y alberga a 10.000 soldados que no pueden ir a niguna otra parte, por más que Emiratos Árabes Unidos lleve tiempo proponiéndolo desde hace años, y es que esto se veía venir.

La Guerra de Siria ha supuesto un punto de viraje en Oriente Medio. Con el apoyo de Rusia, el “eje de la resistencia” ha desbaratado los planes del imperialismo y todo se desmorona como un castillo de naipes. Querían aislar a Irán y han quedado aislados. Sus proyectos no les van a ir mejor en otros países, como Siria o Yemen, donde tienen las guerras perdidas.

Turquía no rompe con Qatar; Argelia tampoco. Egipto es un caso singular. Es un país que vive traumatizado por la Primavera de 2011, el triunfo electoral de la Hermandad Musulmana (propiciado por Qatar), el posterior golpe de Estado militar y la ola de yihadismo que sacude al país, especialmente en el Sinaí, casi se puede decir que aplaudida por Al-Yazira, el portavoz oficial de la familia Al-Thani.

A Egipto le ha llegado la hora de la venganza, a pesar de que 300.000 egipcios trabajen en Qatar. Lo mismo que otros países árabes que siempre estuvieron en la primera línea (Irak, Siria), Egipto ya no es lo que era. El imperialismo ha logrado destruir a los países árabes que desempeñaron un papel más importante en la segunda mitad del siglo pasado.

Si a ellos añadimos la Libia de Gadafi, obtenemos un panorama más completo de la manera en que el protagonismo árabe ha pasado de los países más avanzados (Egipto, Irak, Libia, Siria) a los más retrógrados, monarquías del Golfo Pérsico como Arabia saudí o Emiratos Árabes Unidos. El yihadismo no es más que una consecuencia de ese cambio, propiciado por las grandes potencias imperialistas, naturalmente.

Sin embargo, la Guerra de Siria es su gran fracaso y el acontecimiento que en el futuro seguirá marcando el rumbo de los acontecimientos en Oriente Medio.

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