En primer lugar, nos encontraríamos las acciones que pretendían crear una imagen pública negativa de los republicanos y de los opositores. El empleo sistemático de los medios de comunicación en esta tarea fue paradigmático. El franquismo escarneció a todas y cada una de las figuras que no le eran afines, desde las más moderadas, como el propio conde de Barcelona, hasta las más radicales en el ámbito de la izquierda y los nacionalismos sin Estado. La calumnia y el odio que destilaban muchos artículos de prensa, comentarios radiofónicos y en el NO-DO y, luego en la televisión son materia para un estudio monográfico.
Pero, además, el éxito del franquismo en estas campañas es superior al de otras dictaduras afines y mucho más poderosas, pero que fueron derrotadas en la Segunda Guerra Mundial y que, por lo tanto, pudieron ser desenmascaradas en los nuevos sistemas democráticos. En España, a pesar del tiempo transcurrido desde la muerte del dictador y por la falta de voluntad de algunos sectores para construir o permitir construir una cultura democrática, muchas de esas imágenes siguen grabadas en amplios sectores sociales.
Por fin, el desprecio hacia el contrincante político, frente al sereno debate ideológico o político, y que se vive en nuestro país, es una clara herencia de esa represión moral que ejerció el franquismo. Ahora el medio se encuentra en las tertulias de la televisión y la radio, y en las redes sociales.
La dictadura también empleó los medios de comunicación para desinformar con el objetivo de minimizar o eliminar cualquier tipo de protesta interna o para tergiversar las que se producían fuera del país contra el dictador, para usarlas con fines instrumentales. En el primer caso, consiguió dar la imagen de una paz social y política completas. Se trataba de la represión de la realidad. En el segundo caso, pudo alimentar una de sus grandes obsesiones: la eterna conspiración internacional contra España y los españoles. En este sentido, la idea conspirativa fue tan bien inoculada que en nuestra democracia ha vuelto a ser empleada en más de un caso en los últimos tiempos.
Por fin, el franquismo prohibió cualquier tipo de reunión de activistas e impidió el acceso a los medios de comunicación a los opositores. Buscó la desmovilización, infiltrando elementos que fomentaban la disidencia y los conflictos entre los miembros de los grupos, saboteando acciones y terminando por reprimir directamente y físicamente las acciones emprendidas y a sus líderes. Algo de esto parece revivirse también en estos momentos.