Aunque no hay “casos positivos” en Canberra, a una mujer le denegaron el salvoconducto para viajar a Queensland para visitar por última vez a su padre moribundo.
El año pasado, en Nueva Gales del Sur, una mujer perdió a su bebé recién nacido al no poder recibir tratamiento médico a tiempo en Brisbane ya que los trámites necesarios para cruzar la frontera del estado y entrar en el hospital para recibir atención de urgencia se prolongaron interminablemente.
A una abuela de Sidney totalmente vacunada también le denegaron un permiso para viajar a Melbourne para cuidar a sus nietos, mientras su hija luchaba contra un cáncer de mama avanzado.
Como ya relatamos en febrero, en un pueblo del interior de Australia, una mujer embarazada publicó en Facebook su apoyo a una protesta contra el confinamiento en Victoria. Fue esposada y detenida en su casa de madrugada por la policía, delante de sus hijos.
Gladys Berejiklian, Primera Ministra de Nueva Gales del Sur, ha anunciado que la población de Sidney permanecerá confinada hasta octubre.
Soldados y helicópteros de la policía patrullan las calles y el cielo de Sidney para vigilar que los residentes cumplan con el confinamiento. El 14 de agosto el Primer Ministro del mayor estado de Australia declaraba que la actual pandemia es “literalmente una guerra”.
En algunos barrios de Sidney han impuesto el toque de queda de las 21 a las 5 horas de la madrugada y el ejercicio al aire libre está limitado a una hora al día.
A los vecinos de la capital australiana les han informado del chantaje: las restricciones no se levantarán hasta que al menos el 70 por ciento de la población haya sido completamente vacunada.
En Australia no ha habido ninguna pademia. El número de fallecimientos atribuidos oficialmente al coronavirus no llega a mil, de una población de más de 25 millones de habitantes.
En Nueva Zelanda tampoco ha habido pandemia. Sólo 26 muertes se atribuyen oficialmente al coronavirus, para una población de cinco millones de habitantes.
La Primera Ministra neozelandesa, Jacinda Arden, mantiene la misma política de “cero covid” que los australianos mediante estrictos cierres de fronteras y confinamientos.
La delirante política de “cero covid” significa que un solo “caso positivo” puede dar lugar a un confinamiento general, como ya explicamos. A principios de esta semana la Primera Ministra anunció un confinamiento que duraría tres días, pero el viernes lo amplió a una semana entera.
Como no ha habido pandemia, el año pasado Australia y Nueva Zelanda eran los modelos de “exito” que los medios exhibían ante sus lectores. Era necesaria “mano dura” para contener la expansión del virus, decían.
Ahora se echan las manos a la cabeza. La brutalidad de las medidas sociales impuestas ha destapado muchas lacras de ambas sociedades australes. Si, en efecto, la pandemia es una guerra, pero no contra ningún virus.
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