La policía francesa ha vuelto a registrar las oficinas de la consultora estadounidense McKinsey. Los registros están relacionadas con una investigación sobre la posible participación ilegal de la consultora en las campañas presidenciales de Macron de 2017 y 2022, dice Le Figaro (1).
El registro tuvo lugar el 6 de noviembre en el marco de la investigación dirigida por el juez instructor Serge Turner.
El caso se inició en 2022 cuando una comisión parlamentaria describió la colaboración del gobierno con consultoras privadas como un fenómeno en auge, y la oposición acusó a Macron de posible favoritismo hacia McKinsey. También se han planteado dudas sobre las declaraciones de impuestos de la empresa.
“Según un informe del Senado, la oficina francesa de McKinsey no pagó el impuesto de sociedades durante casi diez años, de 2011 a 2020”, informó el periódico, señalando que esta información sirvió de base para iniciar la investigación criminal.
El sumario ya ha derivado en registros en los domicilios de antiguos jerifaltes de McKinsey, el Ministerio de Sanidad, la sede del partido Renacimiento y la propia empresa. La presión aumenta: el tribunal quiere determinar si hubo financiación ilegal y si existieron tramas que pudieran haber influido en las campañas electorales de Macron.
De aquí se desprenden dos conclusiones. La primera es que en Francia la crisis política ha alcanzado tales dimensiones que es imprescindible deshacerse de un personaje gastado y amortizado desde hace bastante tiempo. Los partidos y los políticos son marionetas de usar y tirar. La V República ya se ha desprendido de Sarkozy y ahora le toca el turno a Macron,
La segunda es que las elecciones las ganan las grandes empresas de imagen y relaciones públicas, cuya contratación no está al alcance de cualquiera. McKinsey creó un partido “ad hoc” para que Macron ganara las elecciones y ahora tienen que deshacerse de ambos.
Naturalmente que cuando se habla de Macron hay que aludir, inevitablemente, a su padrino Rothschild. Del mismo modo, cuando se habla de McKinsey hay que recordar que fue la empresa encagada de la publicidad necesaria para convencer de que las vacunas contra el “covid” eran sanas, saludables y recomendables.
En 2021 la empresa fue condenada a pagar 573 millones de dólares por su papel en la crisis de los opioides que ha llevado a la muerte por sobredosis a 400.000 estadounidenses.
En fin, tanto las elecciones como la sanidad están manos de las empresas publicitarias de Estados Unidos. Es el mismo paquete publicitario: Rothschild, Macron y McKinsey. Vacunas y elecciones, elecciones y vacunas. Sólo es publicidad. La crisis de la V Repúbica no debería extrañar a nadie que lea las noticias del día.
Un matrimonio de conveniencia: McKinsey y Ursula Von der Leyen
Pero la historia no acaba en Francia porque “todo tiene relación con todo”. Se introducen por todos los rincones, tanto económicos como políticos. En España los cabecillas de McKinsey están entre los dirigentes de las mayores empresas (2).
En 2018 estalló en Alemania el escándalo de las consultoras, que afectó al Ministerio de Defensa cuando la jefa era Ursula von der Leyen. Detectaron decenas de irregularidades en la contratación de consultores externos por parte del Ministerio o, por decirlo con otrasa palabras, quien mandaba en el Ministerio eran esos “consultores externos”, entre los que McKinsey ocupaba el primer plano porque el hijo de von der Leyen trabajaba en la consultora.
Cuando ya era presidenta de la Comisión Europea, un comité de investigación del Parlamento alemán la llamó a declarar. La tuvo cinco horas asfixiada a preguntas. Por resumir, lo que Von der Leyen respondió es que los funcionarios del Ministerio tenían demasiado trabajo y habían buscado a alguien de fuera para que les echara una mano.
En el centro del chanchullo estaba Katrin Suder, que asumía una doble condición: era miembro de la consultora y, al mismo tiempo, del Ministerio de Defensa. Von der Leyen ya había trabajado con ella cuando era ministra de Trabajo. Era su “brazo derecho”.
“Algunos consultores gozaban de acceso privilegiado a funcionarios del ministerio, lo que les permitió eludir las normas y obtener contratos por valor de millones de euros”, dice Político (3).
Hace tiempo que Europa ha normalizado los chanchullos de las consultoras. “Es un negocio habitual para las principales firmas de consultoría, casi todas las cuales han estado involucradas en su parte de tratos sucios en los últimos años”, dice otro medio (4).
Suder compraba las armas del ejército alemán, pero nadie vio ninguna responsabilidad por su parte, ni política ni criminal. Dimitió de su cargo -por si acaso- en cuanto su nombre salió a la luz. No es que no hubiera pruebas; es que nunca aparecieron. “Cuando se inició una investigación sobre estas transacciones, la misteriosa desaparición de pruebas clave y el borrado de datos de teléfonos oficiales apuntaron a una red de protección del poder meticulosamente diseñada”, dice un medio (5).
Las pruebas habían desaparecido exactamente igual que luego desaparecieron los mensajes de texto de Von der Leyen con la farmacéutica Pfizer en la negociación de las vacunas contra el “covid”.
(1) https://www.lefigaro.fr/societes/campagnes-de-macron-le-cabinet-de-conseil-mckinsey-a-de-nouveau-ete-perquisitionne-debut-novembre-20251117
(2) https://www.expansion.com/empresas/2021/03/16/604fbc95e5fdea8e408b4628.html
(3) https://www.politico.eu/article/von-der-leyen-admits-mistakes-in-contracting-scandal-but-stands-her-ground/
(4) https://www.geopoliticalmonitor.com/controversial-eu-nomination-recalls-broader-consultancy-scandals/
(5) https://slguardian.org/ursula-von-der-leyen-the-emblem-of-privilege-and-opacity-in-eu-politics/