La policía perfila sus armas represivas en los espectáculos deportivos

El mes pasado se celebró en París la feria Milipol, una de las mayores del mundo dedicadas a la seguridad interior. Es un lugar de encuentro internacional para las fuerzas represivas, con la flor y nata de las empresas especializadas en técnicas de control de multitudes.

Los acontecimientos deportivos están sirviendo de campo de pruebas para probar dichas técnicas. El año pasado se probó en Metz un nuevo dispositivo de reconocimiento facial a la entrada del estadio. Durante el torneo de Roland Garros la Federación Francesa de Tenis, en colaboración con Cofis, un grupo de presión de empresas privadas de seguridad, acogieron varios experimentos de control de masas.

El Mundial de Rugby de 2023 también servirá para ensayar nuevas técnicas y al año siguiente los Juegos Olímpicos de París darán otra oportunidad a los drones, el reconocimiento facial, los análisis del comportamiento, de las redes sociales, etc.

En 2010 en Río de Janeiro la empresa IBM creó un Centro de Operaciones Integradas, un “centro de mando y coordinación” para preparar los Juegos Olímpicos de 2016. El centro aglutinaba los datos de la ciudad, de los barrios, del transporte, de la meteorología, etc., para obtener información en tiempo real y construir modelos predictivos. Fue el comienzo de la fantasía de una ciudad dirigida por “control remoto”.

Este verano los Juegos Olímpicos de Tokio han sido una exhibición de artilugios tecnológicos (coches autónomos, robots, etc.) y los primeros programas del reconocimiento facial para filtrar el acceso a determinados lugares mediante el escaneo de los rostros de los atletas, periodistas, etc. El sistema fue suministrado por la empresa japonesa NEC y la francesa Atos.

Mientras en Tokio el reconocimiento facial se implementó con una población muy limitada a causa de la pandemia, los Juegos Olímpicos de París 2024 serían el primer gran evento en desplegar este tipo de dispositivos en millones de visitantes. El Ministerio del Interior ya ha comprado 600 drones para utilizarlos en los Juegos Olímpicos.

Los grandes eventos se están convirtiendo en aceleradores y transformadores de la represión política. Permiten incorporar a la corriente principal ciertas tecnologías y prácticas hasta ahora ilegales, rompiendo así las barreras que impeden su generalización: leyes, jueces, derechos, etc.

En Francia la industria de la represión ha formado varios grupos de presión para presionar a fin de que los diputados y jueces no pongan obstáculos al despliegue de los dispositivos de vigilancia. Uno de ellos es Gicat (Grupo de Industrias Francesas de Defensa y Seguridad Terrestre). Su cabecilla, Gérard Lacroix, subraya que los Juegos Olímpicos serán una apuesta esencial para las empresas privadas de seguridad, que pretenden convencer a los parlamentarios de que es necesario cambiar “ciertas leyes” demasiado preocupadas por los derecho y las libertades públicas.

Pero hay varios grupos de presión parecidos, como la referida Cofis y Safe Cluster. El gobierno francés ya ha comenzado a apoyar financieramente estos proyectos a través de la Agencia Nacional de Investigación, especialmente experimentos de videovigilancia automatizada: control de las redes sociales, reconocimiento facial…

Se creará una nueva comisaría, prototipo de la policía del futuro. En Saint-Denis se ha instalado un “centro de supervisión urbana”, un parque técnico equipado con 93 cámaras, que se ampliará a 400 cámaras para los Juegos Olímpicos. El sistema de videovigilancia dispone de un programa de inteligencia artificial para automatizar la grabación de las infracciones, la identificación de los autores, el envío de las multas…

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