Hacia las 3 de la tarde un comando de unos 15 jóvenes encapuchados atacó a los furgones de la policía con cócteles molotov, hiriendo gravemente a cuatro de los agentes. El fiscal considera que el ataque es un intento de asesinato cometido por una organización de malhechores.
Desde entonces la policía viene praticando redadas indiscriminadas por el barrio, que más bien parecen operaciones de castigo contra los adolescentes. Al más puro estilo mafioso, por la noche los policías derriban las puertas de las viviendas y humillan y golpean a los padres delante de sus hijos.
El ataque contra los vehículos policiales, sobre todo en los barrios de París, es un goteo cotidiano que en cualquier momento puede acabar como en el invierno de 2007-2008, cuando los jóvenes de los barrios más pobres de las ciudades francesas prendieron fuego a infinidad de vehículos de todo tipo aparcados en las aceras.
En las redes sociales es frecuente considerar que la entrada de vehículos policiales en los barrios es una “provocación” que desemboca en redadas, registros y peticiones de documentación acompañadas de insultos y vejaciones.
En los barrios no todas las acciones contra la policía son de tipo armado, aunque proliferan las pintadas y manifestaciones pidiendo que la policía abandone las calles. La consigna más coreada es “¡Madero, fascista, asesino!” En un volante vecinal se puede leer: “Los maderos están aquí para mantener la opresión de la burguesía sobre el proletariado. Por eso todo mundo detesta a la policía”.
Sin embargo, también la policía, que se considera a sí misma como “víctima” de la violencia en los barrios, se manifiesta en las calles, aunque ya no asisten convocados por sus “sindicatos” sino por los fascistas del Frente Nacional. La policía quiere licencia para matar y el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, se la va a servir en bandeja, aunque naturalmente tiene que llamarlo de otra manera, mucho más refinada: a finales del mes pasado lo calificó como un derecho de la policía a la “legítima defensa”.