La polémica Sartre-Camus

Nicolás Bianchi

En el año 1952 las dos figuras principales del mundo intelectual francés eran Jean-Paul Sartre y Albert Camus, autores de La náusea y La peste, respectivamente. La disputa surgió a propósito de la publicación del ensayo de Camus El hombre rebelde, en octubre de 1951. La reseña del libro le fue confiada a Francis Jeanson a sabiendas de que sería poco benévola. Jeanson, discípulo de Sartre, publicó, efectivamente, un comentario negativo en mayo de 1952 del libro de Camus en la revista Les Temps Modernes, órgano del círculo existencialista sartreano.

Camus sostenía en su ensayo que en el ser humano había una esencia, una naturaleza humana, y que esa esencia se relacionaba con una moral cuyos principios transcendían las contingencias de la Historia. Para Sartre, en cambio, el hombre no tenía esencia, era pura existencia (de aquí el existencialismo como filosofía), un puro hacerse; por ello, la Historia era, precisamente, todo porque la Historia era lo que el hombre hacía en un universo sin Dios. Sartre le insistía a Camus que para revolucionar el orden de las sociedades humanas (=burguesas), era obligatorio que ellos, como intelectuales, se «mancharan las manos». Camus le respondió que él no quería ser «ni víctima ni verdugo» (el «ninismo», como puede verse, no es de hoy), separándose del canon soviético al que se supone que Sartre servía a pie juntillas, y acusando a Sartre de obligar a los artistas e intelectuales a comprometerse y expresar sus ideologías políticas lo que, según Camus, sería una forma de «esclavismo». La polémica entre Sartre y Camus era, en principio, filosófica, pero en la práctica las diferencias se debatían en el campo de la política.

Camus -hoy defendido por personajes como Vargas Llosa-, en su polémica con Sartre, rechazó todas las formas de opresión equiparando el comunismo (o, para un trotskista, el «stalinismo») y el fascismo y/o el nazismo -ideologema todavía muy rentable para los «equidistantes», o sea, los «demócratas»-, es decir, el totalitarismo como mal del siglo, alegando que «el hombre no se reduce a la historia». Para Camus, el que no cree más que en la Historia camina hacia el terror que empezó, para él, guillotinando a Luis XVI.

En Camus el progreso de la libertad consiste en saber liberarla de sus empresas, de sus tareas, o sea, en otras palabras, el no-compromiso (engagement, término muy en boga en aquellos años). Al referirse Sartre a un pasaje de Cartas a un amigo alemán, donde Camus le dice al supuesto soldado nazi: «Durante años han tratado ustedes de hacerme entrar en la historia», replica Sartre: «[…] puesto que se cree fuera, es natural que imponga condiciones antes de ‘entrar adentro’. Igual que la niña que roza el agua caliente con la punta del pie preguntando. ‘¿está muy caliente?’, mira usted la historia con desconfianza, sumerge en ella un dedo que retira al instante y pregunta: ‘¿tiene sentido?’«

Para Jeanson -el autor del texto en definitiva, pero al que Camus, en su respuesta en Les Temps Modernes el 30 de junio de 1952, le ningunea, ni le nombra, dando por hecho que es una «interpósita persona» de Sartre-, Camus sitúa el Mal (con mayúscula) en la historia (con minúscula) y el Bien fuera de ella, es decir, que rechaza la Historia, ahora con mayúsculas. Se trata -añade- «de eliminar toda situación concreta para obtener un puro diálogo de ideas».

De Camus decía Carlos Fernández Liria, filósofo, en un artículo escrito en 2006, que se negó a que el fin justificara los medios. Y que prefirió «equivocarse sin matar a nadie y dejando hablar a los demás, que tener razón en medio del silencio y los cadáveres». Como si los comunistas -dice Liria, que se reclama de tal condición- «nos dedicáramos a ir ametrallando gente a nuestro paso». Es muy fácil -agrega- «ser moral en un mundo que no llega más allá de mis narices». Sartre, según Liria, que está de su lado, denuncia la pretensión de ser moral más allá del compromiso político. Sartre -termina diciendo Liria- «no defendió la Historia contra la Moralidad. Defendió que la elección moral tenía que consistir en elegir un mundo, un mundo bueno, y no en elegirse bueno a uno mismo».

Albert Camus, que nació en la Argelia francesa en 1913, murió en enero de 1960 en un accidente de tráfico yendo de copiloto (el conductor era el famoso editor Gallimard). En 1957, tres años antes, recibió el Premio Nobel de Literatura. Sartre murió en 1980. También le otorgaron el Nobel de Literatura en 1964, pero lo rechazó en plena «guerra fría» y por, entre otras razones, estar posicionado a favor de la entonces llamada «coexistencia pacífica» preconizada por la camarilla de Jruschov.

comentarios

  1. Cual colofon a este esclarecedor articulo.Se deberia añadir,algo que es mas que una mera anecdota biografica,.Mientras en la guerra de independencia argelina/1954-62/sartre,apoyo con riesgo de su vida,la justa lucha del fln,camus defendio la continuidad de la colonizacion francesa,con el argumento de que para el,importaba mas su madre,que un pueblo.sin comentarios

  2. Es cierta esa frase de Camus, pero incompleta. Lo que dijo estando en Suecia, poco después de recibir el Nobel de Literatura, y respondiendo a una pregunta sobre la independencia de Argelia, fue esto: "En este momento se arrojan bombas contra los tranvías de Argel. Mi madre puede hallarse en uno de esos tranvías. Si eso es la justicia, prefiero a mi madre".
    Esa frase le acarreó fama de colonialista, una fama que no hizo nada, o casi nada, por desmentirla.
    Murió en 1960, el mismo año de la independencia de Argelia.

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