A principios de 1960, el presidente francés Charles De Gaulle proclamaba ante la sociedad francesa la «victoria» del ejército sobre el Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia quien desde 1954 desarrollaba una guerra de liberación nacional y social contra la ocupación francesa.
Hacia 1960-1961, el alto mando militar francés y sectores políticos transmitían la idea de que la insurrección del FLN estaba militarmente derrotada o, al menos, controlada. Esta visión se basaba en una evaluación estática de indicadores como el control territorial o el número de bajas enemigas.
Sin embargo, en diciembre de 1960, estallaron manifestaciones masivas en Argel, Orán y otras ciudades, donde la población argelina salió a la calle de forma espontánea reclamando la independencia.
Este hecho completamente inesperado para todos los actores de la guerra, demostró que el apoyo social a la causa independentista estaba lejos de estar extinguido y que la iniciativa histórica podía surgir de la base popular, no solo de la vanguardia armada. Todo ello a pesar de que las protestas fueron cruelmente reprimida por las autoridades francesas, con una masacre de centenares de muertos en los primeros días de la insurrección.
Para esas fechas la guerra llevaba ya seis años. El gobierno francés proponía una solución política que, en la práctica, posponía la independencia. El desencadenante de la insurrección fue la visita de De Gaulle a Argelia, programada para el 9 de diciembre, para promover esta solución que pretendía para el país un status de «estado asociado» a Francia. En respuesta, grupos de colonos europeos (pieds-noirs) favorables a una «Argelia francesa» organizaron manifestaciones de rechazo.
Fue esta iniciativa de los colonos lo que motivó una respuesta masiva del pueblo argelino, que incluso desbordó al propio Frente de Liberación Nacional.
Decenas de miles de personas de los barrios más humildes, incluyendo un número significativo de mujeres, ancianos y niños, salieron a las calles de la mayoría de ciudades del país, con consignas como «¡Viva la Argelia independiente!» y «¡Viva el FLN!», que estaban prohibidas por las autoridades francesas. Uno de los actos más audaces fue cuando las multitudes se dirigieron hacia los barrios europeos, desafiando la segregación espacial del colonialismo.
Lejos de sofocar el movimiento, la represión consolidó su impacto político, que fue triple. Por primera vez, la población argelina mostró de manera masiva y unitaria su apoyo abrumador a la independencia y al FLN. Esto desmontó la narrativa francesa de que se trataba de un conflicto con una «minoría terrorista».
Las imágenes de la represión contra civiles pacíficos dieron la vuelta al mundo. Poco después, el 19 de diciembre de 1960, la Asamblea General de la ONU reconoció el derecho del pueblo argelino a la autodeterminación, lo que aisló diplomáticamente -no económicamente- a Francia.
Y además, fue un punto de inflexión para las autoridades francesas, que comprendieron que una solución militar era imposible y que el coste político de mantener la guerra era insostenible. Este acontecimiento aceleró drásticamente la búsqueda de una salida negociada, que culminaría en los Acuerdos de Evian de 1962.
Este episodio es un ejemplo perfecto de la dialéctica histórica. La visión francesa, que creía haber ganado la guerra militarmente, se quebró ante la realidad viva y contradictoria de un pueblo que, de forma autónoma y masiva, se convirtió en el sujeto decisivo de su propia historia. La independencia no fue solo un resultado militar o diplomático, sino la materialización de una voluntad colectiva que se hizo visible en las calles en diciembre de 1960.
La comparación del caso argelino con cualquier otro arroja luz sobre un patrón recurrente: cuando una potencia agresora declara una «victoria» prematura sin abordar las causas profundas del conflicto, se crea una paz frágil que puede ser desbordada por un estallido popular impulsado por la desesperación. Tanto en la Argelia de 1960 como en cualquier otro caso, la población puede convertirse en el actor decisivo que altere los cálculos de los actores armados y las potencias ocupantes.