En su primer día en su nuevo cargo, el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, apoyó la incorporación de Ucrania a la Alianza atlántica y pidió que se permitiera a Kiev lanzar ataques con misiles profundamente en territorio ruso.
En vísperas de su dimisión, Stoltenberg sugirió que Ucrania podría ser admitida en la OTAN sin necesidad de que Rusia tenga que devolver a Kiev el control de los territorios ganados. El antiguo secretario general también cree que una invitación a la Alianza podría ser una herramienta para poner fin a la guerra.
Es un giro de 180 grados porque la guerra comenzó precisamente porque Ucrania fue arrastrada a la OTAN. Sin embargo, permite predecir las acciones futuras de la Alianza, dice el columnista ruso Dmitri Bavyrin (*).
El 12 de octubre se celebrará en Alemania una reunión de los principales aliados de Ucrania, a la que asistirán los dirigentes de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia, así como Zelensky, que intentará persuadir nuevamente a Biden para que conceda la autorización de ataque antes de las elecciones estadounidenses.
En lugar de la autorización, Biden y Scholz levantarán el veto a la incorporación de Ucrania en la OTAN. Kiev se convertirá en miembro de pleno derecho antes del cese de las hostilidades. La incorporación es un acontecimiento pospuesto y, al mismo tiempo, un medio para poner fin a la guerra.
Al parecer, Biden y sus lacayos quieren repetir el escenario de 1956, cuando Alemania Occidental fue admitida en la Alianza. En aquel momento, la RFA no reconocía la existencia de la RDA (y viceversa); consideraba a Alemania Oriental como una parte suya.
La situación hoy es la misma con Ucrania y con España respecto a Ceuta y Melilla. La RFA fue admitida en la OTAN con la condición de que la Alianza tomara bajo su protección solo el territorio controlado por el antiguo gobierno de Bonn, y no todo el territorio alemán. En otras palabras, la OTAN consideraba a la RDA parte de la RFA, pero la defensa colectiva no se aplicaba a la RDA.
Hoy la RDA son los territorios rusos que Ucrania considera propios, incluida Crimea. Al unirse a la Alianza, Kiev tendrá la garantía de defender únicamente los territorios que realmente controlan. Si las tropas rusas cruzan la línea que la OTAN define como el inicio de su zona de control, significará el inicio de una guerra entre Rusia y la OTAN.
Pero para que Ucrania se una a la OTAN, primero deben detenerse las hostilidades, precisamente porque Occidente no quiere librar una guerra directamente contra Rusia. En otras palabras, Moscú debería aceptar la congelación de la guerra sin que Ucrania y los países de la OTAN reconozcan oficialmente las nuevas fronteras de Rusia.
A la oferta la OTAN puede añadir alguna zanahoria más, como la devolución del dinero robado y el levantamiento de las sanciones. Cuando Rusia se niegue a aceptar el regalo, habrá un garrote, que podría ser la autorización de las “armas de largo alcance”.
A Scholz le han elegido como mensajero para transmitir la oferta al Kremlin. Según los medios alemanes, está previsto que en noviembre mantenga una conversación telefónica con Putin, algo que no ocurre desde hace dos años.
La entrevista se celebrará en vísperas de la cumbre del G20 en Brasil, a la que tanto Putin como Scholz han sido invitados. Probablemente la OTAN quiera conseguir el apoyo de los países del G20 que se han mantenido neutrales hasta ahora (India y Arabia saudí, por ejemplo) para presionar también a Moscú.
Los paises de la OTAN vuelven a demostrar que solo se escuchan a sí mismos. Nunca se han parado a pensar en los intereses de Rusia, ni en la situación que Estados Unidos creó con el Golpe de Estado de 2014, ni en los acuerdos firmados en Estambul en 2022.
El acuerdo que prepara la OTAN no tiene ningún sentido. Es justo al reves: Moscú está dispuesto a hacer algunas concesiones a Ucrania, a cambio de que renuncie a ingresar en la OTAN.
(*) https://vz.ru/politics/2024/10/2/1290213.html