Poco después del comienzo de la Guerra de Ucrania, la OTAN creó un Fondo de Innovación (NIF) para mantener la hegemonía tecnológica en armamento. Con un presupuesto de mil millones de euros, apoyado por 24 de los 32 miembros de la Alianza imperialista, incluidos los recientes miembros Finlandia y Suecia, el Fondo es un pilar estratégico de las guerras futuras.
El NIF confirmó recientemente importantes inversiones en cuatro empresas europeas de alta tecnología. Estas empresas, seleccionadas por su potencial para contribuir a la hegemonía militar de la Alianza, ilustran claramente la diversidad de tecnologías favorecidas por la OTAN.
Entre ellas, Fractile, con sede en Londres, se centra en mejorar el rendimiento de grandes modelos de lenguaje, herramientas cada vez más esenciales en el procesamiento del lenguaje natural y en operaciones informáticas complejas.
Al mismo tiempo, ARX Robotics en Alemania está desarrollando robots autónomos con diversas aplicaciones, desde levantamiento de objetos pesados hasta vigilancia estratégica.
Los otros beneficiarios, iCOMAT en Reino Unido y Space Forge en Gales, trabajan respectivamente en la producción de materiales ligeros innovadores para vehículos y en la fabricación de semiconductores en condiciones espaciales.
Estas iniciativas muestran que la OTAN apuesta por avances tecnológicos que trascienden las aplicaciones militares tradicionales.
Además de estas inversiones directas, el NIF también colabora con entidades de capital riesgo como Alpine Space Ventures y OTB Ventures. Estas asociaciones son cruciales para impulsar la innovación militar permanente, apoyando así nuevos proyectos en tecnologías de vanguardia.
Estas medidas de la OTAN no son simplemente reactivas. Participan en una estrategia a largo plazo destinada a preparar la alianza para desafíos futuros complejos. El fortalecimiento de la potencia tecnológica e industrial es esencial para intimidar a los países subalternos.
La Guerra de Ucrania hado marcado un punto de inflexión en la diferentes estrategias militares, en las que la tecnología tiene un papel primordial. La OTAN ya no opera sólo de una manera convencional, sino que se proyecta hacia un futuro donde la superioridad tecnológica seguirá siendo decisiva, haciendo así de la innovación un pilar de su estrategia imperialista. En última instancia, estas inversiones van a redefinir las reglas de la guerra moderna y la supremacía tecnológica.