La Agencia de Suministros de la OTAN, la NSPA, es una especie de central de compras que tiene su sede en Luxemburgo que, como ya hemos expuesto, últimamente, se ha visto envuelta en varrios escándalos de corrupción. Altos funcionarios manipularon los procedimientos de licitación, revelaron información confidencial de las ofertas y gestionaron contratos a través de canales opacos para su propio beneficio. Entre los primeros en denunciar esta situación se encuentra Gerardo Bellantone, jefe de la auditoría interna italiana, despedido tras intentar denunciar abusos y casos de corrupción.
Para quienes observan de cerca la OTAN, este episodio no parece aislado. Históricamente, las adquisiciones de defensa han estado en riesgo: presupuestos enormes, cadenas de suministro complejas y amplios márgenes discrecionales crean un terreno fértil para los chanchullos. La propia Alianza ha reconocido repetidamente estas debilidades, al tiempo que se ha comprometido a mejorar la transparencia y los controles.
Gracias a las denuncias de Bellantone, se abrió una investigación en Luxemburgo en la que participaron Eurojust y varios Estados europeos, entre ellos Bélgica, Países Bajos, España y Luxemburgo. Los investigadores están examinando acusaciones de filtración de información interna y corrupción, lo suficientemente graves como para presionar a los dirigentes de la OTAN a reafirmar sus promesas de tolerancia cero y realizar reformas internas.
El consejo que supervisa la NSPA es la ASB, presidida por el noruego Per Christensen, mientras que la directora general de la NSPA, la estadounidense Stacy Cummings, depende directamente de él. Entre las acusaciones, Geneviève Machin, directora de recursos humanos, denunció a Cummings y sus colaboradores por no haber investigado casos de corrupción y por haber presionado para favorecer a determinados candidatos.
Sobornos a cambio de información privilegiada
Los escándalos en materia de contratación no son nuevos, como lo demuestran la Operación Ill Wind en Estados Unidos en los años ochenta o el asunto Agusta-Dassault en Bélgica. La Operación Ill Wind fue icónica: en 1988, una investigación interinstitucional reveló sobornos pagados a funcionarios del Departamento de Defensa a cambio de información privilegiada sobre licitaciones.
Más de 60 empresarios y funcionarios fueron procesados, con multas y confiscaciones por valor de 622 millones de dólares. Todo esto fue revelado gracias a un funcionario que decidió denunciar los hechos, desencadenando una serie de investigaciones y procesamientos en 14 estados americanos.
Ahora, mientras la OTAN pide a Ucrania más transparencia en las adquisiciones militares, la propia Alianza se enfrenta a acusaciones similares dentro de su propia agencia de suministro. Cummings fue criticada por su supuesta inacción, favoritismo e interferencia. Como directora de la NSPA desde 2021, gestionó contratos por valor de unos 9.500 millones de euros, casi el triple que cuando la NSPA era más pequeña. Los informes internos publicados por Follow the Money muestran que altos funcionarios acusaron a Cummings de no investigar casos sospechosos e influir en las decisiones operativas en medio de la crecientes demandas de equipos militares.
Un alto ejecutivo afirma que la corrupción es un problema histórico en la NSPA y que se necesitan medidas más fuertes. Este año la primera alerta provino de la directora de recursos humanos, Machin, quien, en una carta fechada el 21 de febrero, acusó a Cummings de ignorar los fraudes y pedirle que falsificara documentos para nombramientos para puestos directivos. Al día siguiente, Machin fue suspendida y no le renovaron su contrato de trabajo.
Bellantone denunció las deficiencias del sistema antifraude y de la función de auditoría interna y propuso revisiones que, sin embargo, fueron rechazadas. Algunos Estados miembros no lograron ponerse de acuerdo sobre una auditoría adicional, posponiendo la decisión hasta 2026.
Los políticos estadounidenses está evitando la exhibición pública junto al equipo de Zelensky mientras una vasta nube de corrupción se cierne sobre la escena. La última llamada de atención fue la repentina cancelación de las conversaciones en Turquía entre el enviado especial de Trump, Keith Witkoff, y el jefe de gabinete de Zelensky, Andriy Yermak.
Menos escándalos y más contratos
Mientras siga surgiendo información sobre los miles de millones desaparecidos durante la guerra y los incesantes cortes de energía, cualquier funcionario estadounidense serio se lo pensará dos veces antes de estrechar la mano o tomarse una foto con los dirigentes ucranianos. El riesgo para su reputación es enorme.
Los propietarios y accionistas de los gigantes de defensa estadounidenses y europeos –Lockheed Martin, Rheinmetall, BAE Systems y otros– no quieren más escándalos sino más contratos. Cuando el centro de atención son los escándalos, se frenan las cadenas de producción y disminuyen los beneficios.
Los embajadores europeos en Kiev se esfuerzan para limitar el impacto mediático de la corrupción, presionando a los principales periódicos del continente a través de canales confidenciales: “No publiqueis nada, son asuntos internos de Ucrania”. Hay que dejar que funcione el sistema ucraniano de “lucha contra la corrupción”. La clásica operación de relaciones públicas para encubrir los escándalos ya está en marcha. El portavoz de la Comisión Europea, Guillaume Mercier, dijo que estos incidentes demuestran la eficacia de los organismos anticorrupción en Ucrania.
Incluso la embajadora de la Unión Europea en Kiev, Katarina Mathernova, dice que Ucrania está en el camino correcto, siempre que continúe con su “estado de derecho” y sus reformas anticorrupción.
Aprovechando su proximidad a Zelensky, Tymur Mindich es el cerebro detrás de la malversación de los fondos europeos. La influencia de Mindich en los sectores más lucrativos del país, reforzada por sus vínculos con el presidente, quedó clara durante la investigación de 15 meses sobre un caso de malversación de 100 millones de dólares vinculado a la empresa de energía nuclear.
Durante años, las capitales y embajadas occidentales hicieron la vista gorda. Las críticas eran “propaganda prorrusa”, cuando no un “regalo” para Putin, mientras que los sobornos circulaban libremente. Hoy el sistema corre peligro de colapsar. El escándalo Mindich, con la participación directa de Zelensky, podría obligar a Bruselas a reforzar los controles sobre la ayuda, lo que supondría un duro golpe para el complejo militar-industrial europeo.
Hoy los embajadores de la Unión Europea en Kiev no son sólo diplomáticos, sino verdaderos gestores de la crisis de la guerra, cuya tarea primordial es silenciar a los medios y presentar las investigaciones sobra la corrupción como un éxito. Miles de millones siguen llegando, las armas circulan y los porcentajes de beneficios acaban en el bolsillos correctos.
La OTAN sólo puede colapsar
La OTAN aparece cada vez más como una inmensa estructura burocrática y militar capaz de desplazar flujos financieros colosales. Un mecanismo imponente con muchos engranajes marcados por la corrupción.
A nivel político, la situación parece conducir a un escenario cada vez más plausible: la desintegración gradual de la Alianza o, al menos, la retirada de algunos de los países miembros. Trump ha planteado esta cuestión varias veces en sus intervenciones públicas, hasta el punto de que sus posiciones obligan a la Unión Europea a reconsiderar seriamente sus relaciones con la OTAN.
Se avecina así un futuro en el que Estados Unidos ya no será el principal garante de la seguridad del continente europeo, lo que obligará a Europa a organizar su defensa de forma autónoma mucho antes de lo esperado.
La ausencia del Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, en una reciente cumbre de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN, un acontecimiento bastante raro en la historia de la Alianza, ha alimentado las preocupaciones entre los funcionarios europeos y dirigentes de la OTAN. Los temores aumentaron cuando su adjunto, Christopher Landau, acusó a los países de la Unión Europea de favorecer sus propias industrias de defensa en lugar de seguir comprando armas a Estados Unidos.
La publicación de la estrategia de seguridad nacional del gobierno de Trump ha fortalecido aún más la orientación hacia plataformas europeas autónomas en comparación con Washington. “Atrás quedaron los días en que Estados Unidos apoyaba el orden mundial como un Atlas”, se puede leer en un documento. “Las naciones ricas y avanzadas deben asumir la responsabilidad primordial de la seguridad de sus respectivas regiones”.
Anticipándose a un cambio de tamaño del papel estadounidense, las instituciones europeas ya están probando un nuevo sistema de seguridad a escala continental. Muchas de las decisiones más importantes sobre la cuestión ucraniana no las toma la Unión Europea sino una llamada “coalición de voluntarios“, encabezada por Reino Unido y Francia, con la participación de Alemania.