La OTAN incorpora a Macedonia con un referéndum a la carta al estilo hispánico

Desde su origen, la OTAN ha seguido una política de expansión, acercándose a la URSS y luego a Rusia de manera invariable, incorporando cada vez más Estados e instalando en ellos bases militares en las mismas fronteras. Esa expansión, sobra decirlo, infringen los acuerdos adoptados, principalmente con Gorbachov, para liquidar el Pacto de Varsovia y la propia URSS.

De las clásicas funciones militares, la OTAN ha pasado a asumir funciones de gendarmería con la excusa de “lucha contra el terrorismo” y a subcontratarlas con emprfesas de mercenarios, generalmente estadounidenses.

La última provocación ha sido la integración de un pequeño país, como Macedonia, para lo cual Grecia puso como condición, después de muchas presiones, cambiar el nombre de la República.

La incorporación de Macedonia, además, forma parte del cerco contra Serbia, otro de esos países destruido y masacrado tras el final de la Guerra Fría que, como es obvio, carece de significado por sí mismo. El problema de Serbia es que es el principal socio de Rusia en los Balcanes y está tan rodeado por la OTAN como la propia Rusia.

Que para integrarse en la OTAN a un país se le obligue a cambiar el nombre, dice bastante de quienes gobiernan en ese país. No se puede ser más lameculos.

Para cambiar un nombre que figura en la Constitución había que celebrar un referéndum, es decir, la OTAN debía manipular la votación para demoestrar que la adhesión a la alianza imperialista se produce por “voluntad popular”.

Pero resulta que esa “voluntad popular” ha resultado tan poco voluntariosa que no ha alcanzado el umbral mínimo que la Constitución requiere para poder ser modificada. El artículo 73 de dicha Constitución establece que el voto sólo será reconocido si se excede el quórum del 50 por ciento de los inscritos, mientras que en las elecciones no llegó al 37 por ciento.

El referéndum, pues, ha fracasado estrepitosamente. Pero no importa. Las guerras actuales no sólo se libran en los campos de batalla sino en otros frentes que, con el tiempo, han ganado protagonismo. Se trataba de un expeerimento de guerra sicológica llevar a una pequeña población una cierta imagen acerca de la OTAN y, de rebote, a Rusia y a Serbia.

Desde 1990 la OTAN ha demostrado muchas veces que no necesita recurrir a las armas o invadir un país para hacer o deshacer una constitución, un gobierno, un parlamento, es decir, que un golpe de Estado “blando”, compromete mucho menos que el gigantesco despliegue de los tanques por al calle.

En España eso nos lo enseñó el PSOE en los ochenta, con otro referéndum para entrar en la OTAN que jamás se ha cumplido. ¿Alguien esperaba una cosa distinta?

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