‘¡La OTAN borrará a Moscú del mapa!’

El ministro de Defensa belga, Theo Francken, no tiene pelos en la lengua. No vaciló en defender públicamente los bombardeos israelíes sobre la población de Gaza y ahora ha vuelto a perder la cabeza, amenazando con “borrar Moscú de la faz de la tierra”.

El ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, ya dijo algo parecido al comienzo de la Guerra de Ucrania: las sanciones europeas iban a hundir a Rusia. Los intoxicadores también difundieron a los cuatro vientos las palabras de Von der Leyen: la economía de Rusia estaba en la ruina.

“Tenemos informes de ucranianos que aseguran que cuando encuentran equipo militar ruso abandonado o destruido, está lleno de semiconductores que sacaron de lavavajillas y refrigeradores”, dijo la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, al Comité de Asignaciones del Senado.

Ante la falta de suministros, Rusia estaba desgüazando lavadoras y frigoríficos para poner sus chips en sus tanques, añadió Mark Gitenstein, embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea. El ejército ruso utilizaba los tapones de las botellas de plástico para sus drones.

Como se creen sus propias imbecilidades, el periódico The Guardian aseguró que la Comisión Europea iba a prohibir la venta de electrodomésticos europeos, incluidos lavavajillas y lavadoras, porque el ejército ruso los estaba utilizando para extraer los chips.

En fin, no sólo hay bocazas en España. Lo de los drones rusos que sobrevuelan los centros de la OTAN en Europa, dio un giro completo a la charlatenería en las tertulias televisivas y radiofónicas: la economía rusa no sólo no está en ruinas sino que ha aumentado espectacularmente la producción militar. Antes alardeaban de chulería y ahora tienen miedo.

Como tantos otros, a Francken le encantan las entrevistas y la publicidad, a pesar de que el ejército de su país es insignificante, es decir, de que está al frente de un Ministerio que nadie en el mundo puede tener en cuenta desde que dejó de matar y mutilar a los negros en el Congo.

Su amenaza de “borrar a Moscú de la faz de la tierra” sólo se entiende desde la comodidad de un despacho en Bruselas, con mapas de soldaditos encima de la mesa. Las reacciones de los moscovitas amenazados han comenzado, como es habitual, con Dmitri Medvédev, que tildó a Francken de “imbécil”.

Francken es el típico nazi flamenco que ha cimentado su carrera sobre posturas xenófobas. En Europa hace un tiempo que proliferan este tipo de personajes, anodinos y macarras a partes iguales.

No están los tiempos para este tipo de bravuconadas que, sujetos como Francken, creen amparadas por el artículo 5 del Tratado fundacional de la OTAN. Si Medvedev va a Bruselas a pegarse con él, el ministro belga va a encontrar muy pocas ayudas.

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