Para el movimiento comunista internacional la ocupación militar de Afganistán que llevó a cabo el ejército soviético en 1979 es, después de la guerra de Corea, uno de los episodios más oscuros del siglo pasado, un alarmante síntoma de bancarrota. Unos lo interpretan como un deber internacionalista ante el llamamiento del propio gobierno afgano. Para otros es la mejor demostración del carácter imperialista (o socialimperialista) de la URSS. En cualquier caso, se trata del cómodo manejo de un cliché para salir del atolladero lo mejor posible.
La intervención soviética deriva del propio carácter del país, de su pertenencia al movimiento de los no alineados, así como de su inserción estratégica en Asia central junto con otro países, especialmente Pakistán.
Como todos los del Tercer Mundo, Afganistán surge en el pasado siglo como una creación artificial, con fronteras dibujadas por los imperialistas (línea Durand) que reparten a las poblaciones arbitrariamente y, por consiguiente, provocan un problema nacional, especialmente con los pashtunes. Ese tipo de problemas dividen a los países y los enfrentan con sus vecinos, por lo que son estimulados por las potencias imperialistas.
Además, Afganistán es “tierra de nadie”, una región que no es ni el Imperio Británico (India y Pakistán), ni el Persa (Irán), ni el zarista (Rusia, URSS). Su surgimiento explica las relaciones privilegiadas que mantuvo con la URSS desde la Revolución de Octubre:
a) el gobierno de Kabul contribuyó junto al ejército rojo en el aplastamiento de la contrarrevolución blanca y de los “basmaci” durante la guerra civil rusa, que en parte se desenvolvió en suelo afgano
b) Afganistán y la URSS firmaron en 1920 uno de los primeros tratados internacionales de la historia en los que se reconoce el derecho a la autodeterminación de las naciones
c) desde su fundación en 1955, Afganistán formó parte del bloque de países no alineados.
Casi en ese mismo momento se producen otros dos acontecimientos fundamentales: Pakistán se separa de la India y el imperialismo crea CENTO, una especie de OTAN en Asia central uno de cuyos puntales, además de Pakistán, es Irán, en donde es aplastada la revolución nacionalista de Mossadegh (Operación Ajax).
Durante la guerra fría Afganistán es un país atrapado y aislado por el imperialismo. Su único aliado es la URSS, que se encarga de mantener el Estado y, en particular, el ejército. Desde 1956 hasta 1978, la URSS proporcionó a Afganistán 1.265 millones de dólares en ayuda económica y aproximadamente 1.250 millones de dólares de ayuda militar. El 60 por ciento del comercio exterior afgano es con la URSS.
Lo mismo que su vecino, Pakistán es otro Estado artificioso que se separa de la India por motivos religiosos, al constituir su población con mayoría musulmana, mientras que comparte con Afganistán una parte de la población pashtún, lo que es motivo de fricciones entre ambos.
Frente a dos vecinos no alineados, India y Afganistán, Pakistán se convierte en el más fiel vasallo del imperialismo en Asia central cuyo ejército dispone, además, de un arsenal nuclear.
Frente a vecinos muy poderosos, el Estado afgano es débil y sobrevive volcado hacia el exterior y de espaldas a su propia población. La ayuda soviética y las ventas de gas sufragan los presupuestos públicos y crean una burbuja en Kabul, la capital, de clases urbanas separadas del mundo rural. En esa burbuja es donde se crea el Partido Democrático del Pueblo Afgano (PDPA), que agrupa a los medios más avanzados del país, a su vez estrechamente ligados a la URSS. Dicho partido es tan artificial como el propio país. Está radicalmente escindido en dos facciones: Jalq (“Nación”) y Parcham (“Bandera”). La primera es mayoritaria y de origen pashtún; la segunda es minoritaria y de origen darí.
Kabul no es más que una pequeña urbanización en medio de una sociedad feudal, rural y patriarcal, en la que, sin embargo, sobrevivía una organización de tipo comunal en la cual:
— el 80 por ciento de la población es analfabeta
— casi dos millones de habitantes son nómadas o seminómadas
— más de la mitad de las tierras no se pueden cultivar
La inmensa mayoría la población vive en la miseria. En 1972 se produjo una de las hambrunas más dramáticas de la historia, en la que murieron millones de personas.
En Afganistán, lo mismo que en muchos países del Tercer Mundo, la fragilidad del Estado convierte a los golpes palaciegos en la forma de relevar al gobierno. En 1973 uno de esos golpes sustituyó a la monarquía por la república, poniendo a la cabeza del Estado al general Mohamed Daud, provocando el primer flujo de exiliados políticos hacia Pakistán, como el tayiko Ahmed Shah Massoud y el pastún Gulbuddin Hekmatyar.
En un contexto de inestabilidad creciente, el 17 de abril de 1978 el gobierno asesina en Kabul a Ali Akbar Kaibar, destacado dirigente del PDPA, y una manifestación espontánea de más de 10.000 militantes de dicho Partido acaba en una redada policial en la que encarcelan a los dirigentes Nur Mohammad Taraki, Babrak Karmal y Hafizulá Amín. Temiendo que los asesinaran en masa, los militantes del Jalq en el ejército atacan el palacio presidencial, asesinan a Daud y el 28 de abril toman el poder.
Nur Mohammad Taraki es elegido Presidente de la República y Hafizulá Amín ejerce de primer ministro. Ambos son dirigentes de Jalq y ponen en marcha un programa avanzado de reformas democráticas:
— separan la religión del Estado
— inician una campaña de alfabetización en la que por primera vez en las escuelas se enseña en las lenguas nativas de los alumnos y asisten mujeres
— implantan la reforma agraria
— erradican los cultivos de opio
— eliminan los impuestos elevados contra la población
— legalizan los sindicatos
— imponen un salario mínimo
— promueven la igualdad de derechos para las mujeres: permiso de no usar velo, transitar libremente y conducir automóviles, abolición de la dote, integración de mujeres al trabajo y a estudios universitarios, así como a la vida política con cargos públicos (7 mujeres fueron elegidas al parlamento).
Se trata más bien de una declaración de buenas intenciones que de realizaciones inmediatas, especialmente en el campo, donde varias medidas encuentran una fuerte oposición.
Al mismo tiempo, el gobierno desata una intensa campaña represiva. Cuarenta de los generales y aliados políticos de Daud, entre ellos dos antiguos primeros ministros, son ejecutados. También hubo muertos, encarcelados y desaparecidos entre los fundamentalistas. La represión alcanza a Parcham, que fue perdiendo influencia y Babrak Karmal, su dirigente, tuvo que exiliarse en Praga.
El gobierno y Jalq están muy lejos de tener una línea política coherente. La política represiva parece más bien responsabilidad del primer ministro Amín, a quien Taraki delega una parte importante del poder. También hay evidencias muy sólidas de que Amín era un agente de la CIA desde sus tiempos de estudiante en Estados Unidos, lo que explicaría alguna de sus acciones al frente del gobierno.
A comienzos de los años sesenta Amín cursaba estudios de doctorado en la Universidad de Columbia y Winsconsin en una época en la que la CIA reclutaba sus agentes entre los estudiantes extranjeros. El presidente de la Asociación de Estudiantes Afganos en Estados Unidos, Zia H. Noorzay, trabajaba para la CIA y más tarde se convirtió en Ministro de Hacienda de Afganistán. Uno de los estudiantes afganos a quien Noorzay y la CIA trataron en vano de reclutar, Abdul Latif Hotaki, declaró en 1967 que un buen número de los funcionarios clave del gobierno de Afganistán que estudiaron en Estados Unidos eran de la CIA. Aunque se dijo que en 1963 Amin se convirtió en dirigente de la Asociación de Estudiantes Afganos, no se ha podido corroborar. Sin embargo, se sabe que, en parte, la Asociación se financió con dinero procedente de la Fundación Asia de la CIA, a la que Amín estuvo asociado.
El encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en Kabul, Bruce Amstutz, se reunía frecuentemente con Amín. En circunstancias normales, esos contactos pasarían desapercibidos, pero había una guerra civil y, al mismo tiempo que hablaba con un contendiente, Estados Unidos armaba al otro bando. Amin también se reunía en secreto con Pakistán y China. El corresponsal de The Guardian, Jonathan Steele, escribió (1) que Amin reconoció haber recibido dinero de la CIA antes de 1978. El embajador británico en Moscú Braithwaite señaló que después de varias reuniones con Amin, incluso el embajador estadounidense preguntó a Bush padre, entonces director de la CIA, si le tenía en su nómina (2).
El 14 de febrero de 1979 un comando fundamentalista secuestra en Kabul al embajador de Estados Unidos, Adolph “Spike” Dubbs, antiguo embajador en Moscú, exigiendo la liberación de tres presos. Antiguo embajador en Moscú, a Dubbs le nombraron tras llegar el PDPA al poder para reconducir los acontecimientos. Más claramente: Dubbs empieza a dirigir los primeros planes de la CIA en Afganistán.
El secuestro es una provocación a la que se añaden varias circunstancias oscuras de varios personajes oscuros que el tiempo no ha logrado aclarar suficientemente. Tras la caída de la URSS los documentos desclasificados del KGB demuestran que:
— Estados Unidos pide al gobierno de Amín que negocie con los secuestradores
— el responsable del KGB en Kabul se opone y recomienda el asalto
— Amín se niega a negociar, ordena el asalto y los fundamentalistas asesinan al embajador
— la ejecución inmediata de los fundamentalistas asegura su silencio
En marzo cae el sha de Irán y Jomeini llega al poder. Al mismo tiempo, en Herat, una ciudad fronteriza entre ambos países, estalla una sublevación militar dirigida por oficiales fundamentalistas del ejército.
Para reprimir la revuelta, el ejército afgano recurre a la ayuda de los pilotos soviéticos. No fue tan sangrienta como la pintó la propaganda imperialista y los “historiadores”. La ciudad de Herat no fue bombardeada, ni hubo miles de víctimas afganas. El número total de bajas soviéticas parece no haber sido superior a tres.
Tras el levantamiento de Herat se amotinaron otras guarniciones. La inestabilidad era galopante y forzó al gobierno a reclamar a la URSS ayuda militar trece veces entre enero y setiembre. Todas las peticiones fueron rechazadas. Como explicó un funcionario soviético: “Hemos estudiado cuidadosamente todos los aspectos de esta operación y hemos llegado a la conclusión de que si nuestras tropas se desplegaran en el país, la situación en Afganistán no sólo no mejoraría sino que empeoraría seriamente”. No obstante, los soviéticos incrementaron el número de asesores y comenzaron a elaborar los planes de contingencia шторм333 (Storm333) para la utilización a gran escala de fuerzas terrestres.
Como respuesta a la intervención soviética, los imperialistas desencadenan la llamada Operación Ciclón, que refuerza su presencia en Islamabad (Pakistán), desde donde comienzan a organizar y entrenar a los talibanes. La escalada militar se inició, pues, bastante antes de la entrada del ejército soviético en diciembre de 1979. El consejero norteamericano de seguridad de la época de Carter, Zbigniew Brezinsky, reconoció que la intervención imperialista “empezó el 3 de julio de 1979 cuando el presidente Carter firmó la primera directiva sobre la asistencia clandestina a los oponentes del régimen pro soviético de Kabul” (3). En sus memorias el antiguo director de la CIA Robert M. Gates confirma que “la intervención de la CIA se produjo 6 meses antes de que las tropas soviéticas entraran en Afganistán el 24 de diciembre de 1979” (4).
La responsabilidad de Amín en el control del gobierno afgano se puso de relieve en setiembre, cuando ordena el asesinato de Taraki, lo que hizo cambiar de opinión a los soviéticos. A finales de diciembre la 40 División del ejército soviético con 80.000 soldados y 3.800 tanques y vehículos blindados penetra en el país. Su misión no era ayudar a Amin sino ejecutarlo. Al tiempo que entraban por el norte, tropas especiales atacan el palacio presidencial en Kabul. En una batalla larga y sangrienta, habitación por habitación, Amín fue finalmente acorralado y ejecutado.
Le sucedió Babrak Karmal, dirigente de Parcham recién llegado de su exilio en Praga, que puso en marcha una política errática.
(1) Ghosts of Afghanistan: The Haunted Battleground, Portobello Books, Londres, 2012.
(2) Afgantsy: The Russians in Afghanistan, 1979-89, Oxford University Press, 2011.
(3) Nouvel Observateur, enero de 1998.
(4) Duty: Memoirs of a Secretary at War, Alfred A. Knopf, 2014.