En su día, pocas fueron las organizaciones que se opusieron consecuentemente y sobrevivieron a la denominada Transición, si bien han ido surgiendo toda una serie de organizaciones autodenominadas rupturistas, revolucionarias o alternativas tras su consumación que, haciendo balance de la historia reciente, se posicionan contra las reformas que por entonces se impusieron acuñando el término erróneo de «régimen del 78». Buena parte del movimiento popular, compuesto en gran medida por estas organizaciones y colectivos, se creía con la lección histórica bien aprendida: ante cualquier indicio que nos de el régimen de maniobrar para perpetuarse, de volver a «cambiar algo para que todo siga igual», se encontrará con el movimiento y sus organizaciones denunciándolo desde el primer instante, impulsando un «proceso constituyente» que evite la reedición de la historia.
Las necesidades actuales de la clase dominante española, y el movimiento obrero y popular que se le enfrenta, son hoy muy diferentes a los de hace 40 años. Los factores que entonces desencadenaron la crisis política y económica eran principalmente de carácter «interno»; un movimiento obrero y popular fuerte y pujante y una clase dominante que necesitaba dotarse de aires «modernos» y «democráticos» para incorporarse plenamente al mercado mundial capitalista. Hoy el factor principal es el internacional; las necesidades de la clase dominante española pasan por la reconfiguración política y económica para hacer frente a un escenario «pre-bélico». Se avecina un nuevo reparto del mundo y todos los países capitalistas deben empezar desde ya y cuanto antes a tomar medidas que le coloquen en una posición que les permita afrontar la situación en condiciones de relativa fuerza e independencia con respecto a sus competidores. Los llamamientos y los artículos que empiezan a circular, de la necesidad de desarrollar una “industria nacional”, debido a que la pandemia nos ha enseñado a que no podemos depender del extranjero, van en este sentido (1) (2). De ahora en adelante, los sectores dedicados al lujo como el turismo, que hasta ahora representaba casi el 13% del PIB en España, van a jugar un papel testimonial.
Para hacer frente a lo que ellos han llamado ridículamente la “crisis del coronavirus” anunciaron a bombo y platillo un plan económico (“el escudo social”) para movilizar 200 mil millones, cerca de un 20 % del PIB. 100 mil millones se movilizarán en préstamos de entidades bancarias para pequeñas empresas y autónomos con aval del Estado. Cualquiera de los que han firmado alguna hipoteca sabe lo que ocurre si el titular no puede hacer frente a las letras. En los últimos años hemos adquirido gran experiencia con respecto a esto. Con la más que segura ruina de gran cantidad de estas pequeñas empresas y autónomos tenemos que su “escudo social” no es otra cosa que una medida para favorecer una mayor concentración de capitales en favor del financiero. Si con esto no fuera suficiente tenemos ,para dar la puntilla , la paralización (y futura restricción) de toda actividad económica “no esencial”, para mantener activa “la esencial” que será la que constituya la base sobre la que se articule la estructura económica del futuro próximo. Capitalismo monopolista de estado en estado puro. El Estado tiene que acelerar la descomposición y empujar al endeudamiento con el capital financiero, para centralizar esos capitales que actualmente se encuentran empleados en estos sectores y destinarlos a otros más esenciales para la supervivencia del capitalismo en el país.
Estas transformaciones que se van a llevar a cabo suponen un trauma tremendo para la población que venía viviendo de los sectores económicos afectados, y que por tanto, se verán empujadas a movilizarse en su contra. Los sectores de turismo (incluyendo la restauración) y comercio, donde seconcentra mayor cantidad de ERTEs y despidos, empleaban antes de la actual crisis acerca de 3 millones de personas de manera directa y 6 de forma indirecta.
Ningún país del mundo puede llevar a cabo transformaciones profundas sin «pacificar» y unificar criterios en torno a lo «esencial» dentro de sus fronteras, el fraccionamiento e inestabilidad políticas impide llevarlos a cabo, se hace imprescindible fabricar un «consenso». La Transición fue una prueba de ello. Por supuesto, imponer «el consenso» necesita del empleo de la represión y la censura para aquellos que no lo acepten por las buenas.
Teniendo en cuenta que el estallido de esta nueva crisis era algo hasta cierto punto previsible y anunciado para este año (3), resulta del todo oportuno para la burguesía que domina en los países imperialistas que un virus decidiese sincronizarse con ella y «saltar» de un pangolín o un murciélago a humanos, provocando una pandemia que “obliga” a sus estados a confinar y suprimir «temporalmente» sus derechos facilitando de esta manera su pacificación interna y la adopción de medidas “excepcionales”. Esta crisis económica (crisis dentro de la crisis general en la que ya muchos vivimos) que se está desarrollando está siendo comparada con el crack del 29 y la Gran Depresión (4), no hace falta recordar, cómo de turbulenta fue la década que siguió a estos acontecimientos.
Pedro Sánchez anunció su plan de «transición a la nueva normalidad» (palabra transición, empleada por él, no por nosotros). Ni que decir tiene que una «nueva normalidad» es lo contrario de la normalidad misma. Un juego de palabras gracioso si no fuera por lo que encierra. No lo dice, pero nos anuncia cambios permanentes. Habrá quien ingenuamente crea que esos cambios serán exclusivamente de índole higiénico-sanitarias, como por ejemplo, añadir mascarillas a nuestra cotidianidad de antes. Ni mucho menos. De aceptarse el plan que intentan imponernos bajo pretextos sanitarios, una «nueva normalidad» extendida hasta la aparición de la nueva vacuna,
supone acatar sin rechistar la suspensión de derechos colectivos por un periodo de unos dos años, tiempo más que suficiente para apuntalar y preparar el régimen para el futuro próximo. No podemos saber a ciencia cierta y con precisión la maniobra que preparan, pero a través de sus declaraciones podemos ir adivinando por donde irán los tiros: los llamamientos a los “Nuevos pactos de la Moncloa”, a desarrollar una industria nacional o la defensa frente al virus como soldados no pueden ser más esclarecedores, y que esto “nos suene” a una película que ya hemos visto no es casualidad. Aunque el proceso al que nos enfrentamos es completamente diferente, se atisban elementos de semejanza.
Con la primera transición, muchos aprendimos la lección para no dejarnos engañar por politólogos o economistas, cualquiera es capaz de ver la falta de neutralidad y la defensa de intereses de clase cuando los «expertos» van a asociados a estas ramas del conocimiento. Cuando estos «expertos» se presentan con el membrete de virólogos, médicos, microbiólogos… no lo vemos tan claro, la duda nos ronda la cabeza y no nos permite actuar u opinar de manera independiente. Para esto no estábamos preparados.
En plena campaña de caza de brujas, a muchos les preocupa la proliferación de lo que llaman “teorías conspirativas” y aplauden hasta que les duele las manos cualquier medida que ataque a las fuentes de origen de dichas “teorías”. Como bien sabemos, porque así no lo están inculcando, todo eso esta relacionado con la “extrema derecha”, el esoterismo y la superchería. Habían de reservarse el adherirse a estas campañas todos aquellos que aspiren a un cambio radical en nuestra sociedad pues la censura históricamente siempre ha ido dirigida principalmente contra ellos. La proliferación de lo que llaman “teorías conspirativas”, religiosas y/o abiertamente fascistas entre la clase obrera y los sectores populares no se debe a que se permita o no su publicación. En una situación de injusticia en la que tenemos a una gran parte de la población encarcelada, arrancada de sus derechos y condenada al paro y a la miseria, hará que la gente se entregue a cualquier explicación que le deargumentos para oponerse a la situación de opresión que está padeciendo encomendándose, si es necesario y a falta de explicaciones más coherentes, a santos y vírgenes de todo tipo montados sobre platillos volantes emisores de estelas químicas. Esas teorías ocupan el espacio que las organizaciones populares dejan vacío. Aquellas mismas que hoy mayoritariamente andan comulgando con las ruedas de molino que la ideología dominante les impone.
El fascismo es dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero, El fascismo es la guerra, decía en sus informes la Internacional Comunista, antes de que estallara la segunda guerra mundial. Con el terror extendido como pocas veces se recuerda, y con la mayoría de estados imperialistas haciendo patrullar y vigilar las calles para que el temor a los militares y a la policía complemente el miedo al contagio, ¿pueden encontrarse unas tesis de más rabiosa actualidad?
El miedo al virus es el nuevo “ruido de sables”. Es el miedo el que nos ha empujado a aceptar una medida sin precedente histórico para hacer frente a una enfermedad infecciosa , el confinamiento de toda la población, como una medida avalada científicamente. Si el miedo a una intervención militar, algo muy plausible en cualquier país que vea peligrar su orden, no justificaba claudicación alguna, el miedo a un virus y a los contagios tampoco. Es necesario sacudirnos y sacudir cualquier atisbo de duda, pues esta nos neutraliza, y ponernos desde ya mismo al frente en la denuncia y la lucha frente a esta nueva maniobra del régimen. Cada instante que pasa de suspensión de derechos, el movimiento popular se debilita. Es imprescindible ondear más enérgicamente que nunca la bandera de la resistencia.
(1) https://www.expansion.com/opinion/2020/04/30/5ea9d931468aeb6d3d8b45d4.html
(2)https://www.elespanol.com/espana/politica/20200401/iglesias-industria-nacional-no-depender-extranjero-suministros/479203273_0.html
(3)https://www.eleconomista.es/mercados-cotizaciones/noticias/9385737/09/18/La-proxima-crisis-financiera-llegara-en-2020-y-asi-sera-su-impacto-en-los-mercados-segun-JP-Morgan.html
(4)https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/04/14/economia/1586855898_372384.html