La ‘movida madrileña’ fue financiada por el PSOE para lavar la cara al franquismo

Una de las cuestiones que más crispan el debate cultural reciente es la implicación del Partido Socialista en aquella juerga pop conocida como La Movida. Las protestas sociales del 15 de mayo de 2011 fueron un cuestionamiento del relato político de la Transición, pero sigue pendiente una revisión de los grandes mitos culturales de aquella época. El sociólogo Fernán del Val se atreve con este espinoso asunto en un libro dinámico y riguroso, titulado “Rockeros insurgentes, modernos complacientes. Un análisis sociológico del rock en la Transición 1975-1985”.

El texto destaca por aclarar un malentendido que enturbia la cuestión: críticos de referencia como Diego Manrique y Jesús Ordovás niegan rotundamente que La Movida fuera “un invento del PSOE”, pero no es eso lo que se está discutiendo. Nadie piensa que Felipe González decidiese el “look” los Pegamoides, ni que Tierno Galván —alcalde de Madrid— escribiese las gracietas de Chus Lampreave en las comedias de Almodóvar. La pregunta es otra, un poco más sutil: ¿favoreció descaradamente la casta cultural del PSOE a los jóvenes artistas posmodernos que brotaron como setas en el Madrid de los primeros ochenta? Las pruebas son abrumadoras.

Hagamos un “zapping” por los testimonios de los propios protagonistas. Edi Clavo, batería de Gabinete Caligari, recuerda que “los políticos no son tontos. Tierno Galván no se enteraba mucho de música, decía aquello de John Lenox en vez de John Lennon, pero se acercaron a aquello porque podía darles votos. Después lo instrumentalizaron todo y lo desvirtuaron”. Más claro, imposible. Pito Cubillas, mánager de Alaska y otras estrellas de la época, confirma la tesis: “Cantidad de ayuntamientos del PSOE nos contrataban, hicimos muchas galas gracias a eso. Los políticos se acercaron a nosotros para salir en la foto”. El periodista José Ramón Pardo recuerda que la llegada de la democracia supuso la rebaja de la edad para votar hasta los dieciocho años, convirtiendo a los jóvenes en un nicho electoral muy codiciado.

También hay que recordar que el PSOE llegó antes al poder municipal que al estatal, adquiriendo el control de los presupuestos locales para festejos. El moderneo popero, alérgico al compromiso político tradicional, transmitía el mensaje de que los socialistas estaban con la noche, la fiesta y el hedonismo. “Teniendo en cuenta que las pérdidas de esos conciertos podían cargarse a los ‘gastos de fiestas’ se empezó a distorsionar el mercado de las galas. Hoy es difícil que un empresario independiente sea capaz de contratar figuras porque él si debe garantizar una rentabilidad económica”, lamentaba Pardo. ¿Traducción rápida? La inyección de dinero público del PSOE para saraos punki-pop fue tan generosa que retrasó una década la articulación de un sector privado de música en directo.

El investigador Héctor Fouce, autor de la tesis doctoral de referencia sobre La Movida, explica bien el espíritu de aquella época. Lo que atrajo al PSOE de las alegres brigadas warholianas fue “su ruptura simbólica con los códigos estéticos del pasado, su espontaneidad e inmediatez y su invitación a vivir el presente”. No eran tan rancios como los franquistas, ni tan solemnes como los simpatizantes del comunismo, amargados por cuarenta años de represión sistemática. La oferta de La Movida “comulgaba con la estrategia discursiva emergente en el ámbito del poder: una democracia en busca de legitimación social e internacional, en busca de una imagen lo suficientemente atractiva como para hacer olvidar que había llegado como resultado de un pacto de supervivientes del régimen, con el consiguiente rechazo del cambio revolucionario y el olvido de los pecadillos del pasado”, explica Fouce.

La opción española ofrece un vivo contraste con la de nuestros vecinos portugueses, que tras la Revolución de los Claveles (1974) optaron por las listas negras de intelectuales fascistas. Allí se marginó culturalmente a quien había legitimado un régimen militar, mientras aquí se prefirió cubrir todo de confeti, poniendo los medios públicos al servicio de una pandilla de jóvenes con la cara pintada de colores y aspecto de “colocados”, como proponía el famoso bando del alcaldem adrileño.

La periodista musical Patricia Godes, que vivió aquellos años en primera fila, define La Movida como “la juerga juvenil más mediática de la historia”. Medios del alcance de Televisión Española, Radio 3, El País, Diario 16 y revistas especializadas como “La Luna” rivalizaban en comentarios eufóricos sobre los jóvenes creadores. Como muestra, podemos citar este discurso de la presentadora Paloma Chamorro sobre el concierto gratuito de The Smiths en el Paseo de Camoens de Madrid. El recital, celebrado en mayo de 1985, fue retransmitido en directo por la televisión pública.

Ojo a la introducción: “En Madrid, en estos últimos años, estamos disfrutando de unas fiestas de San Isidro, que son nuestras fiestas del pueblo, que son la sensación y la envidia de toda España y parte del extranjero. Pero lo que deberían envidiarnos es el alcalde que tenemos, que es el verdadero responsable de esto y de muchas otras cosas. Desde que el primer madrileño es un hombre tan antiguo y con tanta experiencia, tan educado, sensible, culto y tierno, resulta que San Isidro está bailando de alegría al compás de los ritmos para todos los gustos que estos días invaden Madrid. Para los más exigentes, San Isidro y San Tierno nos han traído a los Smiths”. Un empacho de propaganda política digna del No-Do.

Por lo visto, la cosa fue a peor. Tras la muerte de Tierno, varios autores citados por Del Val recuerdan que su sucesor (el socialista Juan Barranco) estableció en el ayuntamiento un despacho de Relaciones Públicas con La Movida. No hay mucha información al respecto, pero el simple hecho de que se plantease algo parecido da una idea de la magnitud del compadreo. Imaginen a Andrea Levy inaugurando un despacho en el Ministerio de Cultura llamado Relaciones Públicas con el Indie.

El libro también recuerda aquella ida de olla que fue el viaje de hermanamiento entre la Movida de Madrid y la de Vigo. El ayuntamiento financió un tren lleno de modernos con barra libre y posteriores jaranas culturales, que terminaron como el rosario de la aurora. Incluso el diario “El País” daba un toque de atención. “En dos días, encuentros, pocos; vanguardia, incierta. Eso sí, muchas copas y mucha algarabía. En la fiesta de despedida, anoche, Teresa Lozano Díez, de Madrid, resultó herida por una botella que lanzó Fabio MacNamara, y en el hospital General de Vigo le dieron tres puntos de sutura”. El redactor recitaba con ironía la lista de invitados, donde se mezclaban Alaska, Joaquín Leguina, Alberto García-Álix y el alcalde de Vigo enfundado en un traje de Adolfo Domínguez. “Nosotros somos comparsas”, admitía el director de “La Luna”, refiriéndose al papel de los creadores respecto al de los políticos. A esas alturas, año 1986, quien no estuviese “colocado” iba a tener mucho más difícil colocarse. Resacón en Rock-Ola.

—https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-12-03/rockeros-insurgentes-movida-ochenta-psoe_1486234/

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