Durante las primeras décadas del siglo pasado, los emigrantes judíos procedentes -sobre todo- de Europa oriental desempeñaron un papel decisivo en la fundación de los grandes estudios de Hollywood. La nómina es importante, destacando los hermanos Warner (Warner Bros), Adolph Zukor (Paramount), Louis B. Mayer (Metro-Goldwyn-Mayer), Carl Laemmle (Universal) y Harry Cohn (Columbia).
Aquellos estudios crearon la industria cinematográfica que, en su origen, era más europea que estadounidense. No eran sólo productoras, sino que controlaban también la distribución y la exhibición, creando un modelo vertical que convirtió a Hollywood en un poderoso centro económico e ideológico.
Los productores judíos, como los mismos judíos, no formaban una piña. Eran capitalistas que querían ganar dinero con el éxito comercial de sus producciones. Fue a partir de la fundacion del Estado de Israel cuando se volcaron en el sionismo. No sólo produjeron películas sino que hicieron campañas políticas para maquillar al nuevo Estado, a las que llevaron a las estrellas del momento: Humphrey Bogart, Frank Sinatra, Bette Davis, Vincent Price…
La mayor parte de los espectadores no han visto, ni verán, jamás, un película palestina, pero devoran miles fabricadas a la mayor gloria de Israel. Cubren todos los géneros cinematográficos, desde dramas épicos hasta suspenses apasionantes, musicales y comedias. El papel de Hollywood en la glorificación de la creación del nuevo Estado y el encubrimiento de la limpieza étnica se remonta a películas como “La batalla en las arenas” (1949), “El malabarista” (1953) o “La sombra de un gigante” (1966), una película protagonizada por John Wayne. Otra de 1960, “Éxodo”, es característica de esa fábrica ideológica que es Hollywood: un capitán de la organización terrorista sionista Haganah, un papel interpretado por Paul Newman, consigue fletar un barco para llevar emigrantes judíos a Palestina.
Los guiones no pueden ser más simples. Para que haya buenos tiene que haber malos. En la filmografÍa sionista los palestinos y los árabes son retratados como primitivos y brutales, mientras que los colonos judíos son valientes y generosos. Cuanto peores son los malos, mejores parecen los buenos.
La fábrica de sueños… y de pesadillas
No obstante, en la posguerra un género ideológico, el “holocausto”, destaca por encima de los demás. Da la impresión de que Hollywood tiene una cuota de películas y series para sostener este mito. Durante los últimos cincuenta años, cada muy poco tiempo Hollywood produce al menos una película de gran presupuesto para sostener el victimismo: “La lista de Schindler” (1993), “El pianista” (2002), “El niño con el pijama de rayas” (2008), “Malditos bastardos” (2009)… Con su insistencia, Hollywood está logrando convencer al mundo que los nazis desataron la Segunda Guerra Mundial para matar judíos en masa.
Cada nueva película que representa el sufrimiento de los judíos bajo el nazismo, se convierte en un éxito de taquilla. La ceremonia de los Oscar reverencia al sionismo por duplicado, a sus directores, sus actores, sus productores… No importa que se trate de agresores sexuales, como Harvey Weinstein. Las peliculas ayudan a crear una cortina de humo para que Israel implemente su “solución final” contra los palestinos. Son otras tantas herramientas del sionismo que justifican y encubren sus crímenes.
No hay ningún freno ideológico. Por ejemplo, el director de “Resistencia” (2008), Edward Zwick, es un furibundo sionista. Ha declarado que Israel puede cometer un genocidio si así lo decide: si el ejército israelí no mata más es porque no quiere. Por lo tanto, es un alarde de “moderación” que no lo haga. La película de Steven Spielberg, “Munich” (2005), es una apología descarada de los crímenes del Mosad. Otra película, “Golda”, fue dirigida en 2023 por un israelí y protagonizada por la actriz Helen Mirren. Se trata de una biografía de Golda Meir, una sionista nacida en Kiev cuyo verdadero apellido era Mabovich.
Para prosperar en su carrera, algunos actores, directores y guionistas se venden, sirviendo de escaparate a Israel. Pero incluso cuando el enfoque sionista no es explícito, persiste la creencia de que la persecución de los judios bajo el III Reich justifica al sionismo y a Israel.
Más allá de sus películas, muchas “estrellas” del celuloide son y siempre han sido fervientes sionistas. Patrocinan eventos y recaudan fondos en apoyo a Israel. Sinatra estaba tan comprometido con la causa que ayudó al grupo terrorista Haganah a sacar de contrabando el equivalente a un millón de dólares de Estados Unidos a bordo de un barco en el puerto de Nueva York. El dinero se utilizó para comprar ametralladoras y armas ligeras para la limpieza étnica de Palestina. Marlon Brando participaba regularmente como orador en eventos de recaudación de fondos para el grupo terrorista sionista Irgún. Hoy en día, actores como Michael Douglas, Ashton Kutcher, Gerard Butler, Andy Garcia, Katharine McPhee, Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger siguen colaboran en la recaudación de fondos para la Asociación de Amigos del ejército israelí, que organiza una gala anual en Beverly Hills.
Una larga lista de actores firmaron una carta de apoyo a Israel tras el 7 de octubre. Esta carta ignora por completo la historia de Israel como un brutal estado colonial.
Quentin Tarantino, director de “Malditos bastardos”, es otro apologista de Israel y ha acabado instalando su residencia en Tel Aviv. En alguna ocasión ha visitado los cuarteles del ejército para “levantar la moral de la tropa”. Una nueva película de la que pronto se oirá hablar es “Eleanor la Grande”, el debut como directora de Scarlett Johansson. Relata la vida de ancianos judíos supervivientes del “holocausto” en Estados Unidos. Por supuesto, Johansson, al igual que muchos otros judíos en Hollywood, no firmó la carta abierta de actores y cineastas de Hollywood e internacionales que se comprometían a boicotear la industria cinematográfica israelí.
El ‘holocausto’ es otra religión con apariencia secular
Es lógico que en los países occidentales la palabra “holocausto” se escriba siempre con mayúsculas, no sólo porque fue una matanza muy grande, sino porque fue la única. Nunca ha habido nada igual en la historia. Se ha creado así en una “religión secular”, nutrida por el apoyo incondicional a Israel. La sobrerrepresentación del “holocausto” en el cine de Hollywood, a diferencia de otros genocidios y campañas de exterminio masivo, ilustra otra verdad fundamental: Hitler es un mal único porque reintrodujo en Europa las herramientas, los métodos y las estrategias de la limpieza étnica y el colonialismo de asentamiento.
El problema de las matanzas es que los nazis asesinaron a millones de personas en Europa. Eran europeos matando a otros europeos, cuando se suponía que debían limitar su brutalidad a los africanos, los asiáticos y los nativos americanos. Los campos de concentración estaban reservados para los pueblos indígenas.
Pero ideológicamente no es posible desarrollar un género cinematográfico con los europeos matando africanos, porque entonces aparecería una mala conciencia. Los europeos serían los malvados. Por el contrario, en la Segunda Guerra Mundial los europeos no quedan mal porque las matanzas eran obra sólo de los nazis y, sobre todo de uno de ellos: Hitler. No todos los europeos son malos.
Ahora bien, entre las ocultaciones hay una que es importante: los nazis no inventaron los campos de concentración, ni las políticas de exterminio sistemático de las poblaciones colonizadas. Aprendieron de la “conquista del oeste” americano y del genocidio de los nativos, por ejemplo, y también de los programas de limpieza étnica llevados a cabo por europeos mitificados, como Winston Churchill.
Israel también es un estado colonial copiado de los proyectos coloniales europeos. Un polaco como Isaak Shamir, séptimo Primer Ministro de Israel, propuso un trato a Hitler y Mussolini: nosotros les podemos ayudar a conquistar Oriente Medio iniciando una guerra contra los británicos, siempre que reconozcan un Estado judío en Palestina y expulsen a los judíos de Europa.
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