La medicina es un negocio y ahora llegan las rebajas

Como estaba previsto, la pandemia ha terminado por dar la puntilla a la práctica de la medicina, tal y como se concibió hasta ahora. No sólo de la medicina pública, sino de toda la medicina, que quedará reservado para los privilegiados que se la puedan pagar. Los demás deberán acudir al supermercado habitual, donde por unas pocas monedas se podrán tomar la temperatura a sí mismos, así como la presión arterial, o manejar el estetoscopio, delante de una pantalla en la que aparece un matasanos.

La cadena francesa de supermercados Monoprix ha creado zonas de “salud cotidiana” equipadas con cabinas que permiten consultar a los médicos a distancia, a través de una pantalla.

La empresa Tessan Pharma Express ha patentado estas cabinas. Dice que sólo trabaja con médicos debidamente inscritos en el Colegio oficial, que el 20 de abril reaccionaron con un comunicado de prensa, en el que no se oponen a la medicina a distancia.

Las cabinas de teleconsulta tienen una impresora y el médico puede extender una receta que llega rápidamente al usuario.

Este tipo de prácticas son tan descaradas que la población puede darse cuenta de que la medicina es un negocio, y eso les desacredita como corporación. “No se puede aceptar que un médico se haga cargo de un paciente sin la posibilidad de realizar un examen clínico cada vez que sea deseable; sin ningún anclaje territorial ni conocimiento del tejido sanitario y médico-social; sin preocuparse de su trayectoria asistencial y sin asegurar la continuidad asistencial”.

En un artículo el doctor François Simon expresa su preocupación por el hecho de que el galeno no sepa nada del paciente en el momento de la teleconsulta: “El paciente no conocía al médico el día anterior y no sabrá nada de él el día siguiente […] Esto es medicina a bajo precio. Teníamos la impresión de que esto se había olvidado en los últimos meses, y es bueno escucharlo”.

La empresa asegura que “este servicio de telemedicina no tiene en absoluto vocación de sustituir una consulta presencial ni de promover un modelo único en la práctica del arte médico. Se trata de una herramienta complementaria en el itinerario asistencial y puede ser una respuesta especialmente relevante en los desiertos médicos y en los territorios bajo presión”.

Como es habitual en el mundo moderno, ni el supermercado ni la empresa que fabrica las cabinas se responsabilizan del error de diagnóstico ni de la mala praxis. No asume ningún riesgo, a pesar de que sin una consulta directa, la probabilidad de un diagnóstico erróneo es mayor.

Dentro de poco veremos a los cajeros y a los reponedores de los supermercados evacuando consultas médicas, haciendo test de coronavirus, vacunando a los clientes contra cualquier clase de infecciones.

—https://www.nexus.fr/actualite/news/teleconsultation-supermarche/

comentario

  1. Se está medicalizando a la sociedad. O más bien patologizando. Y se usan estrategias de todo tipo encaminadas a lavar el cerebro para que solo veamos, sintamos y leamos cuestiones sanitarias (más bien patológicas) por todas partes. Para muestra un botón. En la calle más céntrica y concurrida de Málaga han puesto decenas de carteles de dos metros de alto hablando de la historia del complejo sanitario de la ciudad, aprovechando dos efemérides poco habituales (un 40 aniversario y 65 aniversario) de dos instalaciones hospitalarias. Y si algo llama la atención es la cantidad de nuevas enfermedades que han ido apareciendo en los últimos años, relacionadas con la neurología y el cáncer infantil. Se hace alarde de tecnología punta y modernidad. Pero ni una sola mención a las causas de esta explosión de enfermedades que antes no existían o existían en cantidades mínimas. Pero la cuestión de fondo es tener a toda la población con los sentidos puestos en la sanidad (enfermedad) y de paso hacer publicidad de una sanidad cada vez más privatizada y cara.

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