La mafia judía. Una tragedia argentina

Darío Herchhoren

La presencia judía en Argentina es algo que comenzó aproximadamente en los últimos años del siglo XIX, y continuó creciendo hasta culminar la década de 1950.

Vaya por delante mi absoluto respeto por la enorme mayaría de judios que se establecieron en Argentina y que con su trabajo ayudaron al crecimiento del país instalando industrias y comercio donde no lo había. La inmigración judía a Argentina provenía básicamente de Europa del este (Rusia, Polonia. Rumania y Hungría) y de lo que genéricamente se llamaba el imperio turco, pero con especial origen en Turquía, Líbano y Siria, países estos últimos que comenzaron su existencia como tales a raiz de la desaparición de dicho imperio al finalizar la primera guerra mundial.

Para el año 1910, la ciudad de Buenos Aires, tenía un cincuenta por ciento de población extranjera, que estaba constituida por hombres solos, que había dejado atrás a sus familias para probar fortuna en su país de destino, con la promesa de traer a los suyos una vez consiladados y afincados en su nuevo hogar.

Esos anhelos muchas veces su cumplieron y muchas más veces no, por lo cual estos hombres solos buscaban en los prostíbulos un amor comprado para aliviar su soledad.

Esta situación llamó la atención de un grupo mafioso de judíos polacos, que se establecieron en Argentina en el año 1898, y estuvieron allí formalmente hasta eñ año 1932.

Sus actividades su cubrían con el nombre de Zwi Migdal, y consistía en la creación de una sociedad de beneficencia y socorros de las mutuos para cuidar y proteger a los emigrantes judíos; y para ello buscaban en el este de Europa a mujeres que quisieran casarse con «comerciantes» judíos respetables y así huir de los pogromos, de la pobreza y de la marginación.

Es así como consiguen captar a alrededor de treinta mil mujeres jóvenes, algunas de menos de 18 años, que son enagañadas y sometidas a ejercer la prostitución, en jornadas de doce horas que iban de las 4 de la tarde hasta las 4 de la mañana del día siguiente, obligadas a sportar unos 75 servicios diarios a razón de dos pesos por servicio.

Esta organización se extendió a la ciudad de Rosario la segunda del país por número de habitantes, y a Río de Janeiro y San Pablo en Brasil. Las ganancias eran enormes, y las pupilas se llevaban la mitad del costo de cada servicio. Pero ese dinero nunca era entregado a esas desgaciadas mujeres, sino que se acreditaba en un libro de contabilidad, como un crédito a favor de las prostitutas. Y esta situación era así durante entre 15 y 20 años de «servicio». En algunos casos estas mujeres compraban su libertad, luego de muchos años de humillación. Las tentativas de fuga, o la negativa a ejercer la prostitución eran severamente castigados con palizas y hasta la propia muerte.

Obviamente este tipo de organización contaba con falsos y verdaderos rabinos que  casaban a esas mujeres con sus explotadores, en un simulacro de matrimonio bajo el rito judío, que nunca se registraba en el Registro Civil, ya que si se registraba ese matrimonio sería válido, y por lo tanto daría derechos a las mujeres allí sometidas.

Pero sin duda todo esto no podía funcionar sin el apoyo pasivo del estado, a través de la policía y los jueces y fiscales que estaban generosamente «untados», para que miraran a otro lado, y no escucharan las muchas denuncias que estas mujeres interponían a través de hombres que se apiadaban de su situación.

Pero en el año 1932, una mujer polaca de nombre Berta Liberman, de origen judío como todas ellas consigue escapar y presenta ante el Juez Ramiro Ocampo una denuncia contra esa organización criminal mafiosa, y ese juez dispone la detención de 180 individuos, con lo cual toda la organización se desmorona y las mujeres recobran su libertad.

La mayoría de los detenidos consigue liberarse pagando gruesas fianzas y se van del país; pero muchos otros se quedan disponiendo de grandes sumas de dinero que invierten en una empresa de origen español llamada CHADOPYF (Compañía Hispano Argentina de obras públicas y finanzas) que es contratada por el estado argentino para la construcción de una línea de metro, la segunda de Buenos Aires, que una bajo la calle Corrientes las cercanías del puerto con el barrio de Chacarita, aproximadamente unos cinco kilómetros.

Dicha empresa estaba dirigida por un ingeniero español de origen judío sefardita, de nombre Javier Benjumea (¿casualidad?) y es imposible que las autoridades argentinas que habían surgido del primer golpe militar de la historia del país contra el presidente legítimo Hipólito Yrigoyen en 1930 no supieran del origen del capital de la empresa Chadopyf.

Para esa construcción se recurre a los miembros que quedaban de la Zwi Migdal para proveer mano de obra barata y desesperada que aceptara condiciones de semiesclavitud, y con remuneraciones miserables y la encuentran otra vez en Europa del este, donde reclutan a alrededor de 40 mil trabajadores que «aceptan libremente» trabajar en la consrucción del nuevo metro. Cerca de 30 mil de ellos encuentran la muerte, son seres anónimos por los cuales nadie va a reclamar nada, ni nadie va a preguntar. Esos casi treinta mil muertos se encuentran enterrados a cerca de 50 metros de profundidad bajo el monumento a los Incas, en la Avenida de los Incas en Buenos Aires, totalmente olvidados.

La empresa Chadopyf, tiene enormes dificultades, y una vez terimanada la obra de construcción una nueva empresa; esta vez inglesa de nombre Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires que engloba  las lineas de metro, tranvías y autobuses se queda con todo el transporte de pasajeros de la ciudad de Buenos Aires hasta el año 1946, en que el gobierno del General Perón la nacionaliza.

¿Significó esto el fin de la mafia judía en Argentina?. No. En el año 1946, se crea la fábrica de impermeables Aguamar, propiedad de la familia Madanes, uno de los nombres destacados de la Zwi Migdal, y un años después, esta familia crea otra empresa que fabrica neumáticos bajo la marca Fate (Fábrica Argentina de Telas Engomadas). Ambas empresas existen en la actualidad y gozan de excelente salud, contribuyendo generosamente al sostenimiento de la enitidad sionista y criminal llamada Israel.

Pero aquí no termina la historia de la mafia judía. Actualmente, hemos sabido que capitales israelíes, encabezados por los hijos de los hermanos Stad, huidos de Argentina en los año 60 del pasado siglo, luego de perpetrar la más cuantiosa estafa de venta de oro a través de su gran joyería Stad Hermanos huyeron a Israel junto con el dinero mal habido, y que el estado argentino solicitó su extradición nunca atendida por Israel. Han comprado grandes extensiones de tierra en Tierra del Fuego, la provincia más austral de Argentina, y muy cerca de la ciudad fueguina de Río Grande, donde invitan a militares israelíes a pasar quince días de vacaciones gratis.

¿Otra casualidad? No. Recordar que Teodoro Herzl el periodista judío austríaco creador del sionismo, soñó en su locura, que la Patagonia era uno de los posibles lugares para instalar a su soñado país sin importarle que ese país ya estuviera constituido, y sin importarle avasallar a otro estado. La rapiña era y es la constante del sionismo. Se cumple el axioma del científico francés Lavoiser; «nada se pierde; todo se transforma».

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