La inteligencia arficial va directa al abismo de la crisis económica

El periódico El Independiente ha organizado en Madrid el VIII Congreso sobre inteligencia arficial en el que su director, Casimiro García Abadillo, ha pronunciado una de sus ridículas peroratas. Dice esta “revolución” es aún más importante que internet (*), aunque la inteligencia arficial no sería posible sin internet.

La mitología no conoce barreras. La inteligencia artificial no es la tierra prometida. En los últimos dos años ha pasado de ser un prometedor horizonte tecnológico a convertirse en el motor indiscutible de la especulación en bolsa. Las acciones de empresas como Nvidia, Microsoft o Meta se han disparado, alimentadas por un relato fantástico de crecimiento infinito y transformación radical. Pero hay que ver las dos caras de la moneda: estamos tanto ante un nuevo avance de las fuerzas productivas como frente a una burbuja especulativa.

Los cimientos de las empresas de inteligencia artificial son más frágiles de lo que parecen. El Financial Times lo describe así: “Avances técnicos genuinos mezclados con una retórica excesivamente optimista”. La capitalización bursátil de Nvidia, superando a la de Apple, es un síntoma de esta fiebre. Es señal de una concentración de riesgo alarmante.

La burbuja se sostiene con grandes apuestas basadas en los mitos tecnológicos modernos. Los buitres y los grandes monopolios están inyectando miles de millones en empresas emergentes de inteligencia artificial, que han pasado de ser un prometedor horizonte tecnológico a convertirse en el motor indiscutible de la especulación en bolsa. Las acciones de empresas, como Nvidia, tienen gastos operativos descomunales, principalmente por la costosa infraestructura de la computación en la nube.

Desde el primer minuto la inteligencia artificial ha dado muestras más que sobradas de alucinar, es decir, de generar respuestas falsas, o cual es una importante laguna técnica. Pero cuando las alucinaciones se trasladan al ámbito económico, o sanitario, o militar, el desastre está garantizado.

Una empresa que utiliza inteligencia artificial para redactar informes sanitarios, económicos o jurídicos queda en ridículo a causa de las alucinaciones. Las alucinaciones no son solo respuestas incorrectas en un chatbot; son el equivalente a un error de diagnóstico médico o a la falsificación de la contabilidad de una empresa. Cuando la base sobre la que se toman decisiones económicas son falsas, la estabilidad del sistema se resiente.

Lo mismo ocurre cuando una web recopila noticias con inteligencia artificial. Es una vía segura hacia el ridículo y el descrédito que, además, tienen un efecto multiplicativo, como “radio macuto”. Una noticia se degrada lo mismo que una fotocopia que se reproduce de otra anterior, una y otra vez.

El coste oculto para la economía

Mientras los titulares de los medios celebran nuevos maxímos en bolsa, existe un coste oculto. La obsesión por la inteligencia artificial está desviando una inmensa cantidad de capital y recursos hacia un sector que, por ahora, es más promesa que realidad productiva. Esta sobreinversión está creando distorsiones y un abandono relativo de otras industrias esenciales.

Además, se está produciendo una peligrosa desconexión con los fundamentos económicos. La Reserva Federal mantiene unos tipos de interés elevados para combatir la inflación, una medida que tradicionalmente enfría la inversión especulativa. Sin embargo, el fervor por la inteligencia artificial contradice las políticas monetarias restrictivas. Cuando la burbuja pinche, el impacto no se limitará a Silicon Valley. Los fondos buitre podrían sufrir pérdidas significativas.

Las alucinaciones son la clave. Una alucinación individual puede ser breve, pero una alucinación colectiva, alimentada por grandes intereses económicos y una retórica mediática delirante, puede persistir durante años, como demostró la burbuja de las tecnológica a finales del siglo pasado.

La inteligencia artificial tiene un potencial enorme. El riesgo no está en la tecnología en sí, sino en la retórica de invencibilidad e inevitabilidad que la rodea. La economía de Estados Unidos y, por extensión, la mundial, se están volviendo dependientes de un sector cuyos frutos económicos sostenibles aún están por concretarse a la escala que exigen las inversiones realizadas.

La burbuja tecnológica pinchará como pinchó en 2000. La historia económica indica que los períodos de euforia tecnológica terminan -como siempree- cuando la realidad se impone a las alucinaciones más seductoras.

La cuenta atrás ya ha empezado y es China quien va devorar este sector, como los demás en las nuevas tecnologías. No es sólo DeepSeek, sino otros chatbots que ya están operativos, como Manus, Kimi o Qwen. Las empresas occidentales nunca van a poder recuperar las mostruosas inversiones que han realizado. Los intento de prohibir DeepSeek en estados Unidos son todo un síntoma del fracaso tecnológico.

(*) https://ia.elindependiente.com/


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