La industria del lujo no sigue algunas de las leyes más simples del capitalismo. No se mide por el número de compradores ni el aumento de las mercancías vendidas, sino por sus exorbitantes precios. Sin embargo, en las últimas décadas hay cada vez más clientes por el crecimiento de los mercados emergentes de Asia. Las marcas ya no son exclusivas de los magnates occidentales.
En 2023 las ventas mundiales de la industria del lujo alcanzarán los 400.000 millones de dólares, frente a poco más de 100.000 millones de dólares en 2000. La capitalización de mercado combinada de las diez principales empresas de lujo occidentales se acercaba a un billón de dólares, frente a los 300.000 millones de dólares de 2013.
En 2000 China tenía 39.000 millonarios y en 2023 ya tenía 6 millones, más que cualquier otro lugar excepto Estados Unidos, y el doble que en Gran Bretaña, el tercer mayor hogar de millonarios. El mercado chino representará alrededor del 15 por cien de las ventas mundiales de artículos de lujo en 2023, cinco veces más que en 2000.
Sin embargo, el mercado del lujo se ha contagiado de los demás, busca nuevos compradores y hace rebajas. Las marcas ponen a la venta una selección de mercancías a precios más reducidos. Gucci, por ejemplo, ha comenzado a vender calcetines blancos, que cuestan “sólo” 200 dólares, una ganga comparado con sus bolsos de 3.600 dólares.
Varias marcas, desde Armani hasta Valentino, han lanzado submarcas más económicas, que incluyen ropa más informal. Hace apenas 30 años el lujo no necesitaba adjetivos. Ahora la industria habla de un lujo “accesible”. Los compradores que gastan 2.000 dólares o menos al año en mercaderías de lujo –una miseria en comparación con el promedio de la industria– representan casi dos tercios de las ventas totales.
Como consecuencia de ello, la industria está perdiendo impulso. El poder adquisitivo de occidente se ha debilitado por los altos tipos de interés y en China el gasto en lujos se ha frenado por la caída del mercado inmobiliario y una campaña del gubierno contra la ostentación de riqueza. En lugar de llevar bolsos de marca, los millonarios chinos guardan sus pertenencias en bolsas de plástico.
Los precios han aumentado en los últimos años. Las mercancías de lujo son un 54 por cien más caras hoy que en 2019. Un bolso Dior Lady de tamaño mediano cuesta ahora 5.900 euros, frente a los 3.200 euros de 2016. Andrea Guerra, el director de Prada, otra marca de lujo que ha aumentó drásticamente sus precios en los últimos años, califica las subidas de precios como un “error flagrante”.
Algunos protagonistas del mercado temen no volver a ver nunca las vertiginosas tasas de crecimiento de los últimos años. Después de todo, sólo hay un número determinado de compradores dispuestos a pagar 200 dólares por un par de calcetines y ningún mercado emergente tendrá tantos millonarios en la próxima década como tuvo China en la anterior.
Aunque tal vez este pesimismo sea un poco exagerado. La desaceleración de la industria del lujo en China no es tan grave como parece. Es cierto que el gasto en lujo en el país cayó un 26 por cien el año pasado, pero se debe a que ahora muchos chinos gastan más cuando viajan al exterior, particularmente a Japón, donde la moneda se ha debilitado frente al yuan. El gasto en lujo de los chinos en todo el mundo solo disminuyó un 3 por cien el año pasado, según algunas estimaciones.
Las filas de los multimillonarios siguen aumentando. Habrá 86 millones de millonarios en todo el mundo en 2027, frente a los 60 millones actuales. La revista Forbes contabilizó 2.781 multimillonarios el año pasado, superando el récord anterior establecido en 2021. El gasto de esos compradores adinerados no sigue los altibajos de la economía.
Eso explica que las marcas de lujo sigan centradas en los oligarcas más ricos. Brunello Cucinelli, que vende suéteres de cachemira de 6.000 dólares, aumentó sus ventas un 12 por cien entre los primeros nueve meses del año pasado. Hermes, que fabrica los bolsos más codiciados del mundo, vio aumentar su facturación un 14 por cien durante el mismo período.
Pero las empresas tienen que tener cuidado con extender el mercado demasiado a quienes no son realmente unos magnates. Una marca que se difunde mucho deja de ser “exclusiva” y se desvaloriza. Por ejemplo, Rolex vende relojes más asequibles, pero en volúmenes muy limitados para que no se note demasiado. En las fiestas de fin de año, quienes recibieron regalos de Versace no se sintieron halagados: la marca vende el 40 por cien de sus productos con descuento, lo cual está muy mal vito entre los auténticos magnates.