Una parte cada vez más importante de la ciencia moderna no se basa en la realidad sino en modelos simplificados de la misma, que son tanto mejores cuanto más cercanos están de la realidad.
Un modelo no es una prueba científica. No demuestra nada; es algo que hay que demostrar.
A Syukuro Manabe le han concedido el Premio Nóbel por diseñar en 1964 un modelo sobre el clima (1), que es el que utiliza el IPCC en sus informes. Como tantos otros, dicho modelo se fundamenta en el “efecto invernadero”, como si en la atmósfera hubiera muros transparentes capaces de aislar unas regiones de otras, en lugar de corrientes de aire.
Si la teoría de Manabe es correcta, el “efecto invernadero” es más intenso en las regiones de la bajas estratosfera, a unos diez kilómetros de altura, donde el calor quedaría “retenido”.
Décadas después de exponer su modelo, se pusieron en órbita satélites meteorológicos que suministraron mediciones de temperatura en las regiones de la bajas estratosfera donde Manabe esperaba que el calor se hubiera acumulado.
Pero no estaba ocurriendo nada de eso. Año tras año los resultados no dejaban lugar a dudas: desde 1993 no se ha observado ningún cambio significativo en la temperatura a dicha altura. El modelo de Manabe no había superado la prueba.
La constancia de la temperatura a dicha altura era tanto más significativa en cuanto que las emisiones de CO2 a la atmósfera habían aumentado sustancialmente desde 1993.
El tiempo ha seguido pasando inexorablemente. El modelo de Manabe ha cumplido más de medio siglo y, sin embargo, es ahora cuando le conceden el Premio Nóbel, que es como ganar las 500 millas de Indianápolis con un Simca 1000. No es posible sin un apaño importante de motor y carrocería. A Manabe le han concedido ahora el Premio Nóbel por razones que tienen más que ver con la política que con la ciencia: se acerca la cumbre climática de Glasgow.
En 2011 el propio Manabe tuvo que corregir su modelo para adaptarlo a esa evidencia. “Modelos frente a observaciones”, se titulaba el artículo publicado por la revista Geophysical Research Letters (2), que en 2016 desarrolló en una entrevista sorprendentemente lúcida (3).
“No entendemos el clima, el clima es muy complicado y sólo estamos empezando a entender cuáles pueden ser los efectos del dióxido de carbono. Puede que sean buenos o puede que sean malos”, apuntaba Manabe. El CO2 no es un contaminante. Es bueno para nosotros, es bueno para las plantas y bueno para la comida. En realidad es un fertilizante, añadía.
“El dióxido de carbono permite directamente el crecimiento de todo tipo de plantas. Así que más dióxido de carbono significa que es bueno para la vida silvestre, es bueno para los bosques y es bueno para los alimentos, para la agricultura en todo el mundo. Salva a un gran número de personas de morir de hambre. Los efectos son más graves que los efectos del dióxido de carbono en el clima. Y eso es lo que nunca se dice en público”, decía también el geofísico.
Además de producir el crecimiento de las plantas directamente, el CO2 “las hace más resistentes a la sequía. Porque el dióxido de carbono es un sustituto del agua. Si usted mira la forma en que una planta realmente respira. Tiene pequeños agujeros en la superficie de la hoja que pueden abrirse y cerrarse. Y cada vez que la molécula de dióxido de carbono entra en la planta desde el aire, un centenar de moléculas de agua se escapan. Eso ocurre, no se puede evitar. Así que absorber dióxido de carbono siempre implica perder agua. Pero si el aire exterior es más pobre en dióxido de carbono, la planta perderá más agua para poder respirar. Así que, de hecho, estás haciendo que la planta sea más susceptible a la sequía. Y ese es el gran asesino de las plantas, por supuesto. De esta manera, se convierten las tierras verdes en desiertos”.
“En la mayor parte del tiempo durante la historia de la tierra, el CO2 era mucho más alto que ahora. El mundo en este momento está como medio muerto de hambre por no tener suficiente dióxido de carbono. A la vegetación le gustaría más si hubiera tres veces más” CO2 en la atmósfera.
“¿Por qué no lo vemos en los medios de comunicación? ¿Por qué sólo veo anuncios de apocalipsis? No sé muy bien la respuesta. Por alguna razón los medios de comunicación siempre aman los desastres. Las catástrofes venden periódicos. También venden la televisión y las buenas noticias no”.
La conclusión de Manabe no puede ser más contundente: “La idea de que podemos detener el cambio climático es absurda. No sabemos lo suficiente ni siquiera para imaginar cómo hacerlo”. Estamos de acuerdo con Manabe. Si alguien cree que reduciendo la concentración atmosférica de CO2 hará más fresco, se equivoca, y si cree que subirá el termómetro reduciéndola, también se equivoca.
(1) https://www.gfdl.noaa.gov/bibliography/related_files/sm6401.pdf https://journals.ametsoc.org/view/journals/atsc/24/3/1520-0469_1967_024_0241_teotaw_2_0_co_2.xml
(2) https://agupubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1029/2011GL048101
(3) https://www.marijnpoels.com/single-post/2019/03/05/we-don-t-understand-climate-its-very-complicated-and-were-only-at-the-beginning-to-unders
A moderna teoria climatologica foi estabelecida pelo grande cientista Marcel Leroux.
Ver https://resistir.info/climatologia/entrev_leroux.html
Ver tambem https://resistir.info/climatologia/impostura_global.html
E’ louvavel a honestidade de Manabe em reconhecer que o homem nao pode impedir alteraçoes climaticas.
Atenção: A entrevista «surpreendentemente lúcida» atribuída a Manabe não é dele e sim de outro físico, como se verifica no link da nota [3]. Convém corrigir o erro.