Con el proyecto de ley sobre la biodiversidad el partido “ecologista” francés ha vuelto a demostrar que no es más que un grupo de presión al servicio de grandes intereses económicos.
La excusa de dicho proyecto de ley es que la producción de aceite de palma está provocando la desforestación de Indonesia y Malasia, por lo que intentan imponer una tarifa arancelaria progresiva hacia todos los derivados que, como Nutella, utilicen dicho aceite como materia prima.
Nutella es una marca comercial de la multinacional italiana Ferrero-Rocher cuyo mercado disputa el cártel europeo de empresas productoras de aceites vegetales. Junto a Ferrero-Rocher luchan los países productores, Indonseia y Malasia, que exportaron a Francia más de 100.000 toneladas del referido aceite el pasado año.
En 2013 el monopolio Delhaize lanzó una marca comercial de pasta untable, parecida a Nutella pero con nueces y “choco” que no estaba elaborada con aceite de palma, entre otras razones porque -según dicen- está saturada de ácidos grasos que causan obesidad.
En torno al asunto se desencadenó el típico debate seudocientífico sobre lo que hay que comer o no. En 2013 el primer ministro Jean-Marc Ayrault tomó partido diciendo que “Francia no es hostil al aceite de palma”. Dos años después, en junio del pasado año la ministra socialdemócrata de Ecología se permitió recomendando por televisión a los franceses todo lo contrario: no debían comer Nutella porque lleva aceite de palma.
Al mismo tiempo Ferrero-Rocher se lanza al ataque contra Delhaize, a quien demanda ante los tribunales por la utilización del término “choco” para un preparado que carecía de chocolate. Por su parte, a través de los ecologistas, el monopolio belga desacredita públicamente a los derivados del aceite de palma.
Los ecologistas también fueron instrumentalizados por el cártel europeo de los aceites vegetales, cuyo mercado está en declive por la competencia del aceite de palma: éste cuesta 104 euros la tonelada, mientras que el aceite de oliva cuesta 190 euros.
Pues bien, la tarifa aduanera que se pretende imponer al aceite de palma multiplicaría su precio por 800, por lo que los aceites vegetales volverían a ser competitivos.