En julio de 2006 “Urgence Darfour” organiza su primer gran encuentro en el Teatro de la Magdalena de París, al que asistieron numerosos personajes del mundillo político, intelectual, artístico y deportivo. En noviembre el colectivo compra varias páginas de publicidad en los más importantes periódicos franceses para pedír a los candidatos a las elecciones presidenciales del año siguiente que se comprometan a enviar personal de mantenimiento de la paz a Darfur para impedir “el primer genocidio del siglo XXI”.
En colaboración con sus homólogos europeos y americanos, el colectivo organiza movilizaciones, como una jornada de solidaridad con las mujeres violadas en Darfur apoyada por 100 mujeres del famoseo político y artístico.
En marzo “Save Darfur” financia el viaje a Darfur del canalla Bernard-Henri Levy, un viejo dinosaurio del Mayo del 68 parisino reconvertido en un acérrimo defensor de todas y cada una de las guerras imperialistas y sionistas de las últimas décadas. Levy acude a las zonas controladas por el Ejército de Liberación del Sudán (SLA), una de las facciones insurgentes, cuyo dirigente vive en París. Gracias a sus influyentescontactos, Levy publica dos largos artículos en el periódico “Le Monde” y “Libération” y dedica varias páginas de su cuaderno semanal en “Le Point” al mismo tema.
El punto culminante se produce el 20 de marzo de 2007 con una importante reunión en la Maison de la Mutualité de París, a la que asisten numerosos personajes, entre ellos los cinco principales candidatos en la elecciones presidenciales, que firman al unísono un solemne compromiso con Darfur, en el que prometen, entre otras cosas, enviar una fuerza de la ONU a Darfur con o sin el acuerdo del gobierno de Sudán si resultan elegidos. Internet, la prensa escrita, la radio y la televisión cubren ampliamente el evento.
La campaña de intoxicación llega, pues, en Francia tres años después del auge de las hostilidades en el oeste de Sudán y dos años después del fin de la campaña de tierra quemada y las masacres de 2003-2004.
Cuando en 2007 el colectivo organiza en París su mayor concentración, en Darfur la guerra es mucho menos mortífera y más compleja. En ese momento la lucha entre los insurgentes y el gobierno central está estrechamente ligada a otras tres guerras. Una enfrenta a los gobiernos de Chad y Sudán entre sí por la interposición de la fuerza aérea y la rebelión, el otro por las facciones insurgentes resultantes de la fragmentación de la oposición, y el tercero, por las diversas milicias paramilitares reclutadas de entre las tribus nómadas. Los mediadores internacionales tratan desesperadamente de reunir a los movimientos rebeldes que no han firmado el acuerdo de paz. Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos quieren que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una resolución para sustituir las tropas de la Unión Africana por Cascos Azules. A pesar del aumento del bandidaje y de los obstáculos a la entrega de la ayuda humanitaria, la situación alimentaria y sanitaria sigue siendo estable en la mayor parte de Darfur.
La situación sobre el terreno choca con la campaña de intoxicación en occidente. Es una imagen muy parecida a la que se ha reproducido luego con la Guerra de Siria: los islamistas radicales (gobierno) exterminan a los moderados (insurgentes). “Darfur Emergency” habla de un supuesto genocidio perpetrado por un régimen árabe e islamista contra las poblaciones negro-africanas que practican un islam moderado. En 2004 el ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, aseguró que “las milicias árabes persiguen a las poblaciones negras, los musulmanes fundamentalistas intentan imponer la shariah a los moderados”.
Otro mantra también los hemos oído muchas veces en la boca de las ONG y los “humanitarios” hipócritas: el primer genocidio del siglo XXI se está produciendo en medio de una indiferencia generalizada, cuando bastaría con romper el silencio para detenerlo…
Para “Darfur Emergency” la guerra en Sudán no es una guerra civil entre beligerantes con intereses políticos antagónicos, sino un intento de exterminar a una población indefensa por parte de un Estado que practica la limpieza étnica.
El canalla Levy se pone los altavoces mediáticos en la boca cuando la situación de Darfur se describe en términos de guerra o lucha entre dos o más partes: “¡No hableis de ‘conflicto’! Cuando un gobierno ataca a su propia población, cuando, en algunas regiones la liquida y cuando esa población es tan indigente como los civiles masacrados en Darfur, ¡ya no estamos en presencia de un conflicto, una guerra o algo similar!” En Darfur, asegura Levy, “no hay facciones rivales en lucha. Menos aún hay fuerzas ‘darfuri’ que se oponen al ejército regular sudanés, y que éste trata de someter”; lo que hay es “una masacre decidida fríamente por un Estado”.
El genocidio tendría como objetivo a las poblaciones “africanas” de Darfur (como si las demás no lo fueran). Es perpetrado por milicias “árabes” y por un “régimen” que actúa por odio racial hacia los “africanos negros”. Levy insiste en “el carácter racista, puramente racista de un conflicto […] cuya única fuente es el odio, por parte de los árabes blancos del norte, de una población cuyo crimen es demasiado negro”.
Como se ve, la religión y la raza siempre ayudan a que los canallas enmascaren el carácter político de cualquier guerra. Para ello basta poner en primer plano las masacres, el hambre y las epidemias que acompañan a cualquier guerra. Según “Darfur Emergency”, desde 2003, 400.000 personas habían sido masacradas por el ejército y las milicias Jenjaweed. Las mujeres habían sido violadas y luego cortadas en pedazos. Los niños son arrojados a pozos, dice Kouchner. Los campos de desplazados se convierten en prisiones al aire libre, acosados por las milicias progubernamentales. La ayuda humanitaria de la que dependen millones de personas, también es saqueada, secuestrada y atacada por las milicias Jenjaweed. Como consecuencia de ello, los supervivientes de las masacres mueren lentamente, por desgaste.
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