La Guerra de Ucrania ha vuelto a confirmar algo que ya se sabía: las guerras de alta intensidad entre pares son industriales. El esfuerzo de desplegar, armar, alimentar y abastecer a grandes ejércitos es una tarea monumental. El consumo masivo de equipos, sistemas, vehículos y municiones requiere una infraestructura industrial a gran escala para el reabastecimiento.
Por poner algunos ejemplos, algunos días el ejército ruso ha disparado hasta 50.000 proyectiles de artillería contra las posiciones ucranianas. Ucrania también quema munición a un ritmo vertiginoso, disparando tantos cartuchos de 155 milímetros en cinco días como los que produce Estados Unidos en un mes.
Los aviones de combate, los tanques, la artillería y los drones se destruyen o se averían, y necesitan ser sustituidos o reparados constantemente.
Las potencias occidentales son gigantes industriales con los pies de barro. Sus presupuestos militares son un despilfarro. La Guerra de Ucrania ha demostrado que su complejo militar industrial (tecnológico y científico) no estaba preparado para este tipo de guerras, sino para otras, como la de Somalia, o bien para vender la producción en las ferias de armamento.
En el complejo militar industrial lo que está fallando en Ucrania es la segunda parte: la industria, la tecnología y la ciencia. Desde el comienzo de la guerra, Estados Unidos suministró al ejército ucraniano una serie de armas, desde sistemas antiblindaje Javelin hasta sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad (Himars) y sistemas antiaéreos Stinger.
Un año después del inicio, los suministros militares estadounidenses han alcanzado la asombrosa cifra de 32.000 millones de dólares. Muchos sistemas de armamento y munición procedían directamente de los inventarios estadounidenses, vaciando los arsenales. Por ejemplo, en un año Estados Unidos ha proporcionado a Ucrania más de 8.500 sistemas antitanque Javelin, 1.600 sistemas antiaéreos Stinger y 38 Himars.
El número de Javelin transferidos a Ucrania en los seis primeros meses de guerra es el mismo que Estados Unidos produciría normalmente en siete años. Ese volumen puso a prueba la línea de producción de Javelin, que necesitó una enorme inyección de dinero del Pentágono.
Pero ningún país se puede quedar con los almacenes vacíos de armas, y menos Estados Unidos, que ni siquiera puede entrenar a sus tropas sin ellas. Incluso a un ritmo de producción acelerado, es probable que se necesiten varios años para reponer el inventario de Javelins, Stingers y otras armas.
No cabe duda de que las empresas de armamento estadounidenses construirán más. Pero no suelen estar dispuestas a aumentar la producción de armas ni a asumir riesgos financieros sin contratos previos, especialmente plurianuales. Aunque el Pentágono firma contratos plurianuales para buques y aviones, no suele firmar contratos plurianuales para muchas municiones. Basa sus adquisiciones en sus planes operativos, normalmente para guerras cortas.
El Pentágono espera aumentar la producción de proyectiles de artillería en un 500 por cien en un plazo de dos años para reponer las existencias enviadas a Ucrania, el mayor aumento de la producción desde la Guerra de Corea.
Pero el Pentágono sólo tiene planes que, por lo demás, no son muy realistas. Las cadenas de suministro de la industria de guerra estadounidense no son seguras. En algunos casos, sólo una empresa produce un componente clave. El Javelin, por ejemplo, depende de un motor de cohete que actualmente fabrica en exclusiva Aerojet Rocketdyne. Una sola empresa, Williams International, fabrica los motores turbofán de la mayoría de los misiles de crucero.
También hay eslabones significativos con ciertos metales de tierras raras, sobre los que China tiene un monopolio virtual, que son esenciales para la fabricación de varios misiles y municiones. China domina las cadenas de suministro de baterías avanzadas en todo el mundo, incluido el refinado de cobalto, cobre, litio y níquel, así como la producción de ánodos, separadores y electrolitos. Encabeza el eslafón mundial en piezas de fundición, que se utilizan en la mayoría de las plataformas y municiones militares, desde barcos a misiles. Pekín produce más que los nueve países siguientes juntos, y más de cinco veces más que Estados Unidos. El Pentágono depende de gobiernos extranjeros, entre ellos China, para las grandes piezas de fundición y forja, que se utilizan en algunos sistemas de defensa y máquinas herramienta.
Los misiles, los satélites espaciales y los buques son los que más tardan en sustituirse. La producción de muchos tipos de misiles puede llevar unos dos años. Pero ese es el tiempo necesario para entregar los primeros misiles, no los últimos.