La I Guerra Mundial había sumido a Europa
en una situación desoladora tanto económica como socialmente. Se
producen levantamientos populares continuos y una dura represión
policial y militar. Esta situación pone en crisis los regímenes
liberales preponderantes en esos momentos históricos.
La
situación española era terrible a pesar de no haber participado en la I
Guerra Mundial. Las fábricas estaban a todo rendimiento, lo que provocó
un fuerte enriquecimiento del sector empresarial mientras que al mundo
obrero lo mantenía en la más absoluta indigencia, con salarios de
miseria y con situaciones cercanas a la esclavitud.
Barcelona
era la zona de mayor desarrolló del país donde la burguesía catalana no
hacía más que enriquecerse, mientras que el movimiento obrero luchaba
por lograr unas condiciones de vida dignas. En este sentido, destacaba
el poderío del movimiento obrero anarquista y en menor medida, los
socialistas.
Fue en el barrio chino de Barcelona donde se produjo
un levantamiento popular exclusivamente de mujeres liderado por simples
vecinas hartas de los abusos de los comerciantes
Ante la amenaza
que suponía este movimiento obrero, amplios sectores del empresariado
catalán no dudaba en contratar a pistoleros a sueldo para eliminar a los
dirigentes anarquistas catalanes y estos contaban con la pasividad y
aquiescencia de la policía. Estos a su vez respondían también con
asesinatos.
Sin embargo, es en el barrio chino de Barcelona donde
se produjo un hecho insólito, nada menos que un levantamiento popular
exclusivamente de mujeres y que fue liderado de forma espontánea por
simples vecinas, hartas de los abusos de los comerciantes.
Durante
los años que duró la I Guerra Mundial, los productos básicos de
consumo, pan, carbón, aceite, bacalao, habían subido por encima de los
sueldos de una población que ya se encontraba exhausta, mal alimentada y
explotada en el trabajo, en consecuencia, estaban al límite de la
supervivencia.
En el inicio de enero de 1918, pocos días antes de
la revuelta de las mujeres, la Junta de Subsistencia había establecido
un precio de venta tasado para el carbón, que los comerciantes no
estaban dispuestos a venderlo a dicho precio, por lo que tan sólo se
conseguía carbón a precios superiores al 30% del precio tasado por la
Junta. Esto provocó un gran malestar social contra los comerciantes y el
Gobierno.
Como vemos, fue el precio del carbón y el monopolio
que ejercían algunos comerciantes sobre productos básicos de la
alimentación de la población, lo que provoca el inicio de la revuelta de
las mujeres. Los comerciantes hacían que se pagaran a precios
demasiados elevados todos estos productos en relación a los jornales de
los trabajadores.
Eran muchos los
comerciantes que no respetaban los precios tasados por el Gobierno y los
subían indiscriminadamente para obtener pingues beneficios. De esta
forma, llegó el duro invierno y no tenían carbón para poder calentarse y
tampoco disponían de los alimentos suficientes por lo que se iba
extendiendo el hambre.
El carbón se convirtió entonces en un
producto de lujo. Las mujeres barcelonesas no esperaron a que los
sindicatos obreros lucharan contra esta explotación por parte de los
comerciantes. Fueron las mujeres trabajadoras, que tenían entre trece y
treinta años quienes están en el origen de esta huelga.
El diario
barcelonés de esta época “El Diluvio” relata de esta manera el inicio
de dicha movilización: “Eran las diez de la mañana, Amalia Alegre, una
vecina de la calle el Olmo, cuelga en la calle un papel en donde convoca
a todas las mujeres a dirigirse en manifestación al Gobierno Civil para
protestar por la falta de subsistencias a precio tasado. Pronto se
reúnen unas 500 mujeres que desde la calle del Olmo se dirigen por el
Arco del Teatro hasta Cires y de ahí llegan a Conde del Asalto desde
donde acceden a las Ramblas. Por el Paseo de Colón llegan al Gobierno
Civil”.
De dicha manifestación surge una Comisión de cinco
mujeres, que está encabezada por Amalia Alegre y que será recibida por
el Gobernador Civil, Auñón. Dicha comisión solicita que se respeten por
parte de los comerciantes los precios estipulados por la Junta de
Subsistencia para los productos de consumo y que no se acaparen
alimentos en los almacenes a la espera de la subida de precios.
El
Gobernador Civil les promete que llegarán productos en cantidad a las
tiendas y que estos serán vendidos a los precios tasados.
A pesar
de esta promesa, por la tarde se produce otra manifestación y en esta
ocasión las mujeres van acompañadas por sus hijos, acudiendo nuevamente
frente al Gobierno Civil de Barcelona. Esa misma tarde se producen
fuertes incidentes enfrente de diversas carbonerías que vendían el
carbón por encima de los precios tasados.
Al día siguiente, a
media tarde se vuelven a concentrar un grupo numeroso de mujeres en el
Paralelo barcelonés y gritaban contra los acaparadores y la falta de
subsistencias en las tiendas.
Los sindicatos obreros acuden por
primera vez a dicha concentración para respaldar a las mujeres. Sin
embargo, las mujeres rechazan su presencia y les dicen que esta protesta
es únicamente de mujeres. Los sindicatos se retiran ante esta petición
de las mujeres y se niegan a la presencia de los hombres.
La policía hace acto de presencia, pero ellas seguían gritando:
¡Tenemos hambre!
¡Queremos el abaratamiento de las subsistencias!
A
su paso van cerrando todo y las mujeres se van uniendo a la marcha, se
enfrentan con los comerciantes que se niegan a cerrar y en las Ramblas
donde paran tranvías e invitan a las mujeres que iban en los mismos a
sumarse a la manifestación.
Entran en algún local de diversión
rompiendo los cristales y hacen salir a los ahí presentes y piden a los
artistas que se unan a la protesta, lo que consiguen en la mayoría de
los casos.
La zona donde vivían estas mujeres era una zona muy
pobre y deprimida en contraste con el Paralelo donde abundan los
cabarets y los cafés, era una zona cara de Barcelona. Los clientes que
se encontraban en sus terrazas huyen despavoridos. Muchos de los
artistas que había en esa zona de cabarets secundan la huelga de las
mujeres y se niegan a actuar.
Desde el Paralelo se dirigen por la
calle Conde del Asalto cerrando todos los locales abiertos. En el local
Edert Concert lo destruyen todo, lo mismo sucede en el Alcázar Español.
Este
potente movimiento de las mujeres debido al frío y al hambre que
sufrían en Barcelona enseguida contó con el apoyo y la simpatía de
amplios sectores de la clase trabajadora. Esto queda bien reflejado en
el periódico “El Diluvio” en su edición del doce de enero y dice:
“Como
prueba de solidaridad con las manifestantes y dar fuerza al acto,
habían abandonado el trabajo las obreras de las fábricas… y las
manifestaciones crecían al grito de ¡mujeres a la calle, a defenderse
del hambre y a poner remedio al mal! ¡Por la humanidad, a la calle
todas!”
Se manifiestan por las Ramblas y llegan a los almacenes
El Siglo donde una comisión de las manifestantes pide al dueño el cierre
de los almacenes y que se les unan las dependientas, pero el
propietario se niega y se produce rotura de cristales y de mobiliario
del almacén. Ante esta situación, el propietario decide cerrar el
almacén.
Los tranvías que circulan por la Rambla son detenidos y a
las pasajeras se les invita a manifestarse con ellas. Es una huelga sin
dirigentes y son las mujeres que tienen mayor arrojo y capacidad
oratoria las que dirigen la manifestación. Como vemos, es un movimiento
sin una dirección clara y sin una estrategia, pero sí sabían lo que
deseaban.
Se producen reuniones con el alcalde de Barcelona y también con el Gobernador Civil, a quien le dijeron: “Si
no se solucionaban las demandas de los trabajadores, harán parar a los
hombres, obligándoles a que se queden en casa, y las mujeres se echarán a
las calles seguras de imponerse, ya que toda la razón las asiste”.
Por
su parte, hasta los estudiantes acordaron en asambleas sumarse a las
manifestaciones en solidaridad. Ante el acuerdo tomado en asamblea por
los estudiantes de sumarse a las protestas, una comisión de mujeres se
dirige a los periódicos para que estos informen que no aceptarán la
incorporación de varones. Prefieren continuar ellas solas la revuelta.
El
lunes, 14 de enero amaneció con miles de mujeres en las calles, pasando
por todos los centros de trabajo, tiendas y fábricas a invitar a las
mujeres a que abandonen el trabajo y se unieran a la manifestación.
Llegaron
a hacer manifestaciones paralelas en diferentes puntos de la ciudad,
entre 3.000 y 4.000 mujeres. Si seguimos la información que aparece en
el diario El Diluvio, más de 14.000 habían hecho huelga en las fábricas,
sumándose a las manifestaciones.
Los comerciantes barceloneses
asustados ante la potencia de la manifestación cierran sus tiendas. Las
mujeres están encolerizadas y disfrutan del éxito de su planteamiento,
pero son conscientes de que necesitan seguir la lucha y ampliarla, por
lo que al día siguiente plantean volver al Gobierno Civil al comprobar
que lo prometido por el gobernador no se ha cumplido y los precios
continúan igual.
Esa mañana ya habían cerrado varias fábricas del
distrito V con mayoría de trabajadoras. Estas trabajadoras se reúnen y
realizan una manifestación y lucen temas como:
¡Fuera los acaparadores!
¡Mujeres a la calle, a defenderse del hambre y a poner remedio al mal!
¡Por humanidad, a la calle todas!
Por la tarde vuelven a sucederse manifestaciones y se producen incidentes con la rotura de lunas y cierres de comercios. Aparecen las fuerzas de la guardia civil pero no intervienen, temiendo que su violencia genere una gran respuesta popular y se limita a vigilar y formar cordones de seguridad frente a los mercados.
Por la noche se repite la manifestación de mujeres que de nuevo obliga a cerrar las salas de espectáculos del Paralelo y Distrito V.
La guardia civil recorre las calles a caballo y se ha acuartelado a las tropas. Las fuerzas de seguridad custodian los mercados. Comisiones de mujeres recorren los barrios de Sans, Gracia y San Andrés pidiendo a las mujeres que trabajan que se les unan y a la vez rechazando el apoyo de los varones.
A los hombres se les dice que sigan trabajando pues ellas solas son capaces de lograr lo que se han propuesto. Una manifestación de unas 4.000 mujeres se dirige a la Plaza Real en donde se improvisa un mitin.
De pronto, en otras ciudades, como Málaga o Valencia, las mujeres imitan a las de Barcelona y convocan protestas. La rebelión femenina se extiende a Málaga, produciendo sangrientas consecuencias. Valencia sufre también la ira de las mujeres, que parecen enloquecidas, como accionadas por una extraña y poderosa fuerza con la finalidad de conseguir sus justas reivindicaciones.
La tarde de aquel lunes, catorce de enero, una manifestación de al menos 5.000 mujeres acude al Gobierno Civil donde tiene lugar una reunión de la Junta de Subsistencias que estudia la posibilidad de aumentar la llegada a Barcelona de artículos de primera necesidad.
El ímpetu de las mujeres consigue romper el cordón de los guardias de seguridad que se encuentran custodiando la entrada al edificio y en tropel suben las escaleras para hablar con el gobernador.
Viendo el cariz que toma el asunto, el gobernador manda desalojar la escalera repleta de mujeres y la presión entre las que temerosas de resultar heridas quieren bajar y el empuje que desde abajo aplica el resto de mujeres hace que se desprenda la baranda de hierro, cayendo un grupo de mujeres.
Dio como resultado 25 mujeres gravemente heridas cuando se desprendió la baranda de hierro de la escalera. Piernas fracturadas, conmociones cerebrales, varias de ellas heridas. Por suerte no muere ninguna.
Fuera del edificio las esperaban miles de mujeres. Mientras tanto en las calles de Barcelona, grupos de mujeres asaltan tahonas, paran carros de carbón y los vacían, entran en las carnicerías buscando alimentos.
Grupos de mujeres cierran tahonas y acuden a los centros de trabajo de las mujeres pidiendo solidaridad y que se unan a la huelga. Se producen los primeros robos y saqueos y los comerciantes empiezan a usar armas para defender sus negocios. La tensión social es máxima.
Las mujeres siguen negando el apoyo de los hombres, que no pueden ni tan siquiera entrar en los mítines que tienen lugar en varios locales del barrio, para así evitar que se infiltre la policía pues solo había hombres y ninguna mujer policía.
La situación es tan precaria que el Gobernador tiene que aceptar una limitación de los precios en los alimentos. Sin embargo, esta medida hace que se desconvoque la huelga y las protestas.
Posteriormente, las mujeres comprobarán que muchos comerciantes no acatan la medida, lo que provoca más incidentes y más robos. Por otro lado, hay un mitin en el cine Montaña en donde se rechaza el bando y se desautoriza a la comisión de mujeres que aprobó el bando del gobernador del día anterior, por entender que las medidas no son suficientes. El mitin finaliza llamando a continuar la huelga al día siguiente
El miércoles, el paro en las fábricas es masivo. En las calles, los establecimientos de alimentación no abren. Hay múltiples asaltos a carbonerías, así como a tahonas y carnicerías. En algunos establecimientos, los dueños se defienden nuevamente a tiros del intento de asalto.
El miércoles 23 de enero, el Gobierno Central destituye al gobernador civil de Barcelona, Sr. Auñón, y para que no haya un vacío de poder mientras se nombra al nuevo gobernador, se designa como gobernador interino a Prat, presidente de la Audiencia. Al día siguiente se celebra un mitin en la Font del Gat al que acuden 5.000 mujeres. Este mitin disuelto por la guardia civil, que se emplea con extrema dureza.
Al día siguiente el paro en las fábricas fue masivo, protagonizado tanto por mujeres como por hombres. Los centros de trabajo con mayoría de mujeres trabajadoras, como guarderías o perfumerías, cerraron todos. Los diarios barceloneses anuncian que “Puede decirse que el paro fue general”.
Tuvieron que cerrar los cines, los teatros y los mercados, frente al inminente asalto de las manifestantes, que en su paso bloqueaban tranvías y sustraían productos de las tiendas de alimentos y repartían el pan que sacaban de las tiendas. Mientras en las calles las manifestaciones no cesaban, con duros enfrentamientos con la guardia civil, cargas, corridas y detenciones.
El jueves, se celebra un mitin en El Globo Cautivo del Salón de San Juan. No se permite la entrada a los varones excepto periodistas acreditados. Se aprueban varias medidas como que las subsistencias tengan el mismo precio que antes de la guerra, la reducción del alquiler en un 20%, readmitir a los 6.000 trabajadores del transporte que habían sido despedidos por entender que una de las razones del aumento del precio de las subsistencias era el encarecimiento del transporte.
Acuden al gobierno civil y presentar los acuerdos del mitin, y recibidas por el gobernador les dice que algo harán para mejorar la situación. El viernes se calcula en 20.000 trabajadoras las que secundan el paro. Sagrera, San Martin, San Andrés. Pueblo Nuevo se suman al paro.
Empieza la tercera semana del conflicto sin visos de solución. Los comerciantes o no tienen género en las tiendas para no tener que venderlo al precio tasado o se niegan a venderlo por debajo de determinado precio. Para no colocar mercancía en sus tiendas han hecho desaparecer los carros que surtían a las tiendas desde los almacenes. Son detenidos varios comerciantes que se niegan a abrir la tienda o por no querer vender al precio tasado.
La casa de aceites Salat con una tienda importante en Rambla Canaletas es de las que no quiere vender el aceite al precio fijado y ante la irrupción de un grupo de mujeres que exige el precio convenido, las golpean y la fuerza pública detiene al encargado de la tienda.
Se suman las llamadas señoras al conflicto, la por entonces aún poco numerosa clase media. Todos las llaman señoras y así se identifican ellas. Hacen llegar una nota a la prensa expresando la necesidad de abaratar las subsistencias y los alquileres, sobre todo los alquileres, y convocando a su grupo al Salón de San Juan el siguiente jueves para dirigirse en manifestación al gobierno civil. En el resto de España hay disturbios por el mismo motivo en La Coruña, Alicante y Málaga.
Aumenta el número de fábricas en paro. En muchas de las fábricas con personal de ambos sexos, la falta de mujeres impide continuar la producción, por lo que han de parar a su vez los hombres. Se extiende el asalto a los comercios. Sobre todo a los de pesca salada, más refractarios a vender al precio tasado. Se asaltan los almacenes de aceites Salat en Wad Ras que se está distinguiendo por hacer caso omiso a las disposiciones del bando.
El viernes se declara el estado de guerra en la provincia ante el descontrol y la pérdida de poder por parte de las autoridades. Fuerzas del ejército se encargan de la custodia de mercados y establecimientos comerciales. Simultáneamente, el gobierno central emite un real decreto decretando la censura militar de prensa.
Se declara el Estado de Guerra y los soldados toman las calles y custodian los principales mercados. Los militares van pertrechados con armamento. Hay ametralladoras en cada esquina y la protesta finaliza con éxito pues los comerciantes acaban acatando las limitaciones de precios y, desde entonces, Barcelona comprueba la fuerza de la unidad de las mujeres proletarias.
El sábado se publica un bando del Gobierno Civil prohibiendo la exportación desde Barcelona de una serie de artículos de primera necesidad, dictando los precios para la venta al público de los alimentos y subsistencias más utilizadas por los trabajadores, y dando curso a una serie de decisiones para impedir que dichas subsistencias pudieran permanecer almacenadas a la espera de que subiese su precio.
Una comisión de mujeres, entre las que aparece Amalia Alegre, se reúne con el gobernador, aprueba el bando y toma la resolución de desconvocar la huelga.
El domingo los movimientos son varios; por un lado, comisiones de comerciantes, de abastecedores, de ultramarinos, acuden al gobierno civil en solicitud de que se anule el bando puesto que al precio al que se había fijado la venta de algunos productos, haría que vendiesen por debajo del precio de compra.
A partir de la salida de las tropas a la calle, desaparecen las manifestaciones y los asaltos a los comercios. Se instalan ametralladoras en varios enclaves y se disuelve todo conato de concentración. La prensa pasa a las últimas páginas la información del conflicto y aún con sordina.
Finalmente, el sábado asumió el nuevo gobernador civil González Rothwos, quien anunció una serie de medidas para aumentar el abastecimiento de productos de primera necesidad, enumerando una lista de precios para esos productos e informando las sanciones frente a la no aceptación por los tenderos de los precios tasados. Patrullas del ejército supervisarían que los establecimientos se abran y que el precio al que venderían los productos respete las instrucciones dadas.
Las valientes mujeres vuelven a las fábricas y centros de trabajo. Pero la revuelta acaba después de fuertes semanas de huelgas tras una revuelta intensa, paralizando la ciudad entera, ocupando la sede del Gobierno, haciendo caer un gobernador civil. Y, sobre todo, imponiendo sus demandas para mejorar el abastecimiento y bajar precios.
En pocos días volverán las mujeres al trabajo y se pone fin a la revuelta femenina por el derecho a unos precios justos y a tener calor en el invierno.
Durante dos semanas la lucha de las mujeres barcelonesas consiguieron paralizar la ciudad, que cesara el Gobernador Civil y un Bando donde se toman medida para mejorar el abastecimiento de alimentos y carbón y reducir sus precios. Se consigue una buena parte de lo que se pretendía.
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