La producción epistolar de Clinton como Secretaria de Estado ha sido prodigiosa. Algunos textos son extremadamente largos. Nos preguntamos de donde sacará el tiempo, además de para sus discursos, entrevistas y especulaciones sobre la política exterior de Estados Unidos.
Los mensajes parecen haber sido puestos a disposición del público en virtud de la ley de libertad de información por el Departamento de Estado.
Una parte considerable de los correos los escribió durante su etapa en el Departamento de Estado, de 2009 a 2013. En ellos aparece muchísima información.
Nos detendremos aquí en un solo mensaje, muy largo y muy detallado, sobre la política estadounidense respecto a Siria, tal y como la concebía Clinton a finales de la primavera de 2012, ya que en el mismo su autora precisa que “La rebelión en Siria lleva ya más de un año”.
El documento expone la “gran estrategia” de los Estados Unidos en Siria, según la secretaria de Estado, ante la crisis en ese país. Toda la atención se centra en los intereses de Israel respecto al poder de Irán, intereses que pueden verse reforzados por la caída del gobierno de Damasco. Ahí nos encontramos con las diversas maniobras, engaños y montajes del gobierno de Obama que, en aquella época, cuando eran denunciadas se las tachó como propias de las teorías de la conspiración o de disidentes antisistema.
Clinton muestra muestra mucho interés por Israel. Además de Israel, los principales aliados que nombra son Arabia, Qatar y Turquía.
La secretaria de Estado sigue el lema que enunció con el asesinato de Gadafi: “Llegamos, vimos, murió”. El objetivo también es acabar con Al-Assad y con toda su familia y derrocar al gobierno para hacer de Siria un vasallo de los Estados Unidos alineado con los demás aliados de la región, con Israel a la cabeza.
El otro objetivo es aislar a Irán y asfixiar a Hezbollah rompiendo sus lazos con Irán.
La primera parte del mensaje expone la situación estratégica, sobre todo de Israel e Irán. Aparece por primera vez que la finalidad de Israel no es tanto impedir a Irán disponer de una bomba nuclear como conservar el monopolio nuclear en la zona.
“La mejor forma de ayudar a Israel a tratar la creciente capacidad nuclear de Irán es ayudar al pueblo de Siria a derribar el régimen de Bashar Assad”.
“Las negociaciones para limitar el programa nuclear de Irán no solucionarán el dilema de seguridad de Israel. Tampoco podrán detener a Irán en mejorar la parte esencial de cualquier programa de armas nucleares: la capacidad de enriquecer uranio. Como mucho, las conversaciones entre las mayores potencias del mundo e Irán que comienzan en Estambul en abril y continuarán en Bagdad en mayo permitirán a Israel retrasar unos pocos meses la decisión sobre si lanzar un ataque contra Irán provocaría una gran guerra en Oriente Medio”.
“Puede parecer que el programa nuclear y la guerra civil en Siria no tienen relación, pero la tienen. Para los dirigentes israelíes, la amenaza real de un Irán nuclear no es la posibilidad de un loco líder iraní lanzando sin previa provocación un ataque nuclear contra Israel que llevaría a la aniquilación de ambos países. Lo que realmente temen los líderes israelíes, pero de lo que no pueden hablar, es perder su monopolio nuclear. La disponibilidad de armas nucleares por Irán no solo acabaría con este monopolio nuclear, sino que impulsaría a otros adversarios como Arabia Saudí y Egipto a hacerse con armas nucleares. El resultado sería un balance precario, en el que Israel no podría responder a provocaciones con armas convencionales en Siria y Líbano, como hace hoy. Si Irán alcanza el nivel de Estado con armas nucleares, Teherán vería mucho más fácil animar a sus aliados en Siria y Hezbollah para atacar a Israel, sabiendo que sus armas nucleares servirían como elemento disuasorio para que Israel respondiera contra el propio Irán”.
“Volviendo a Siria. Es la relación estratégica entre Irán y el régimen de Bashar Assad en Siria lo que hace posible para Irán minar la seguridad de Israel. No mediante un ataque directo, que en los treinta años de hostilidad entre Israel e Irán nunca ha ocurrido, sino mediante sus intermediarios en Líbano, como Hezbollah, que son apoyados, armados y entrenados por Irán mediante Siria. El fin del régimen de Assad terminaría esta peligrosa alianza. El liderazgo israelí sabe bien que derrotar a Assad es de su interés […] El ministro de Defensa Ehud Barak argumentó que el derrocamiento de Assad sería un gran golpe al eje radical, un gran golpe para Irán […] Es el único puesto avanzado de influencia iraní en el mundo árabe […] y debilitará enormemente tanto a Hezbollah en Líbano y a Hamas y la Yihad Islámica en Gaza”.
“Derrotar a Assad no solamente sería una enorme bendición para la seguridad de Israel, también aliviaría el comprensible miedo de perder su monopolio nuclear. Se haría posible que Israel y los Estados Unidos desarrollaran unos puntos de vista comunes sobre cuándo el programa iraní sería tan peligroso que necesitara una acción militar. Ahora mismo, la combinación de la alianza estratégica de Irán con Siria y el rápido avance en el programa de enriquecimiento nuclear es lo que ha llevado a los líderes israelíes a considerar un ataque por sorpresa, si hace falta por encima de las objeciones de Washington. Sin Assad, y con un Irán incapaz de amenazar a Israel a través de intermediarios se hace posible que Estados Unidos e Israel puedan llegar a acuerdos sobre las líneas rojas del programa iraní, y sobre sus niveles aceptables. A corto plazo, la Casa Blanca puede aliviar la tensión que se ha suscitado en Israel respecto a Irán haciendo lo correcto en Siria”.
“La rebelión en Siria lleva ya más de un año. La oposición no va a abandonar, ni el régimen aceptará una solución diplomática desde el exterior. Con su vida y su familia en riesgo, solamente la amenaza o el uso de la fuerza cambiará la opinión del dictador sirio”.
La segunda parte del mensaje aborda los aspectos operativos de una operación militar contra Siria, que incluiría una ofensiva aérea de las fuerzas armadas de Estados Unidos:
“La administración Obama ha sido comprensiblemente cautelosa ante una operación aérea en Siria como la de Libia por tres motivos principales. Al contrario que la oposición libia, los rebeldes sirios no están unificados y no controlan territorio. La Liga Árabe no ha hecho llamamientos a una intervención militar exterior como hizo en Libia. Y Rusia se opone”.
“Libia fue un caso más sencillo. Pero aparte del laudable propósito de salvar a los civiles líbios de probables ataques del régimen de Gadafi, la operación libia no tuvo consecuencias permanentes para la zona. Siria es más complicada. Pero un éxito en Siria sería un suceso que transformaría Oriente Medio. No solo sucumbiría otro implacable dictador a una oposición de masas en la calle, sino que la zona se vería cambiada a mejor, en tanto que Irán ya no tendría un punto de apoyo en Oriente Medio desde el cual amenazar a Israel y minar la estabilidad en el área”.
“Al contrario que en Libia, una intervención triunfante en Siria necesitaría un sustancial liderazgo diplomático y militar de Estados Unidos. Washington debiera iniciarlo expresando su voluntad de trabajar con aliados regionales como Turquía, Arabia Saudí y Qatar para organizar, entrenar y armar a las fuerzas rebeldes sirias. El anuncio de esa decisión causaría probablemente, por si solo, deserciones sustanciales en el Ejército sirio. Entonces, utilizando el territorio de Turquía y posiblemente en Jordania, los diplomáticos estadounidenses y los funcionarios del Pentágono pueden empezar a reforzar a la oposición. Esto llevará tiempo. Pero la rebelión va a continuar durante mucho tiempo, con el apoyo estadounidense o sin él”.
“El segundo paso es desarrollar apoyo internacional a una operación aérea en coalición. Rusia nunca apoyará esa misión, por lo que no tiene sentido operar a través del Consejo de Seguridad de la ONU. Algunos argumentan que la intervención norteamericana tiene el riesgo de una guerra extensa con Rusia. Pero el ejemplo de Kosovo nos enseña otra cosa. En aquel caso, Rusia tenía lazos étnicos y políticos con los serbios, lazos que no existen entre Rusia y Siria, e incluso entonces Rusia hizo poco más que quejarse. Rusia siempre ha reconocido que no se interpondrá si llega la intervención”.
“Armar a los rebeldes sirios y usar el potencial aéreo para neutralizar a los helicópteros y aviones sirios es un proyecto de bajo coste y alto beneficio. Mientras que los líderes políticos de Washington se mantengan firmes en la ausencia de despliegue de tropas de tierra, como hicieron en Kosovo y Libia, los costes para los Estados Unidos serán limitados. La victoria no vendrá rápida ni fácilmente, pero llegará. Y los beneficios serán sustanciales. Irán se verá aislado estratégicamente, incapaz de ejercer influencia en Oriente Medio. El régimen que resulte en Siria verá a Estados Unidos como amigo, no como enemigo. Washington obtendría un sustancial reconocimiento de defensor del pueblo en el mundo árabe, contra los regímenes corruptos. Israel vería facilitada su lógica de ataque a las instalaciones militares de Irán. Y el nuevo régimen sirio estaría rápidamente dispuesto a reanudar las congeladas conversaciones de paz con Israel. Hezbollah, en el Líbano, quedaría aislado de su patrón iraní al dejar de ser Siria un punto de tránsito para el entrenamiento, la asistencia y los misiles. Todos estos beneficios estratégicos y la perspectiva de salvar a miles de civiles de asesinato a manos del régimen de Assad (10.000 han muerto en el primer año de guerra civil)”.
“Con el pueblo sirio libre del velo del miedo, se decidirán a luchar por su libertad. América puede y debe ayudarlos, y haciéndolo así ayudará a Israel y ayudaría a reducir de una guerra de más envergadura”.
Aparte del interés documental, el mensaje sobre los métodos y maquinaciones imperialistas tiene otros aspectos que merecen atención.
Para Clinton Israel es prácticamente una parte integrante de Estados Unidos en la defensa de sus intereses, tanto como los mismos Estados Unidos. En ningún momento se cuestiona el valor moral y político de la pretensión israelí de tener monopolio nuclear en la región (“disminuiría el comprensible miedo de Israel a perder su monopolio nuclear”).
Las referencias a Gadafi y a Libia se pueden calificar de repugnantes. Clinton afirma que la crisis en el país norteafricano no tuvo consecuencias de largo alcance para la zona: “Aparte del laudable propósito de salvar a los civiles libios de probables ataques del régimen de Gadafi, la operación libia no tuvo consecuencias permanentes para la zona”.
Esto lo afirma un año después del inicio del caos y sólo algunos meses después del asesinato del embajador de los Estados Unidos en Bengasi.
Pero “Siria es otra cosa”, reconoce Clinton, hasta el punto de que el mensaje lanza la hipótesis de un ataque de Estados Unidos en su contra.
Europa no pinta nada, ni siquiera como comparsa. No hay ni una mención a los europeos. En cuando a Rusia, la secretaria de Estado observa con desprecio que se vería impotente. El único “fastidio” de Rusia estriba es que su posible veto obligará a actuar fuera del marco de la ONU.
La evaluación de la postura rusa toma como referencia su actitud durante la guerra de Kosovo en 1999, la primera guerra de agresión postmoderna del imperialismo, empredida por su marido y -seguramente- instigado por ella:
“El segundo paso es desarrollar apoyo internacional a una operación aérea en coalición. Rusia nunca apoyará esa misión, por lo que no tiene sentido operar a través del Consejo de Seguridad de la ONU. Algunos argumentan que la intervención norteamericana tiene el riesgo de una guerra extensa con Rusia. Pero el ejemplo de Kosovo nos enseña otra cosa. En ese caso, Rusia tenía lazos étnicos y políticos con los serbios, lazos que no existen entre Rusia y Siria, e incluso entonces Rusia hizo poco más que quejarse. Rusia siempre ha reconocido que no se interpondrá si llega la intervención”.
Eso es lo que pensaban los imperialistas de Rusia en 2012. Ahora los estrategas estadounidenses han empezado a considerar que algo se les pasó por alto.
La lección la han aprendido durante los últimos ejercicios de la OTAN en los países fronterizos con Rusia, principalmente en los países bálticos. La alianza militar imperialista no parece capaz de responder ante una posible acción rusa. No solamente harían falta tres semanas para que los primeros refuerzos serios pudieran estar disponibles en los países de primera línea, sino que además Rusia ha creado extensas regiones denominadas AA/AD (Anti Acceso / Área prohibida), auténticas “burbujas” de control electrónico y comunicación que impiden al adversario el acceso a su espacio aéreo, cuando no a un teatro de operaciones entero.
El ejército rusos puede cegar completamente los medios de intervención de la OTAN en presentes en Polonia y en el Mar Báltico en caso de guerra. Sabedores de los resultados de las maniobras, los dirigentes de los países bálticos han comenzado a cavilar sobre las desventajas que les da apoyarse en la OTAN para desafiar a Rusia.
Esta misma semana Putin lo ha vuelto a poner de manifiesto en relación con el espacio aéreo de Siria en una intervención que no tiene desperdicio: Rusia ha creado una “burbuja” electrónica que convierte al país en impermeable a cualquier agresión. En Siria la tapa del puchero es Rusia.