La flota fantasma, los cazafantasmas y demás fantasmadas

Ya nadie se acuerda de aquel bulo que circuló por los medios de comunicación del mundo entero a finales de diciembre del año pasado: el petrolero Eagle S fue incautado por la guardia costera finlandesa por romper el cable Estlink 2, ubicado entre Finlandia y Estonia.

Fue un caso claro de piratería, un anticipo de la ópera bufa que ahora ha orquestado la Unión Europea con los drones para cerrar el paso por el Mar Báltico a Rusia. El barco ostentaba pabellón de las Islas Cook y era propiedad de la empresa emiratí Caravella LLCFZ. El capitán y el primer oficial eran georgianos y el segundo oficial era indio.

Pero esos pequeños detalles no importaron nada porque los reportajes estaban escritos de antemano. Los medios aseguraron que el barco formaba parte de la “flota fantasma” rusa que se dedica a eludir las sanciones impuestas por varios países países occidentales para seguir exportando hidrocarburos.

Tras zarpar de Ust-Luga (Rusia) con destino a Puerto Said (Egipto), el Eagle S fue acusado de arrastrar el ancla deliberadamente durante 90 kilómetros para arrancar los cables en cuestión. No era un caso único, dijeron. Otras infraestructuras críticas de la región habían sufrido daños similares causados ​​por otros buques, como los cargueros chinos Yi Peng 3 y Newnew Polar Bear.

Por si no fuera suficiente, la revista británica Lloyd’s List acusó al buque de espionaje. El equipo de transmisión y recepción utilizado para registrar “todas las frecuencias de radio” fue transferido a Rusia para su análisis.

Tras aquella fantasmada, la OTAN lanzó la Operación Baltic Sentry para frustrar cualquier posible acción que Rusia pudiera intentar llevar a cabo en la región como parte de sus operaciones de “guerra híbrida”. Traducido al román paladino eso significa: estamos llevando a cabo un montaje para justificar el bloqueo del Mar Báltico a Rusia, algo que contradice de plano el derecho internacional.

El gobierno finlandés dijo que había reunido pruebas suficientes para llevar al comandante del Eagle S y a sus dos segundos al mando ante los tribunales por “daños criminales agravados y obstrucción agravada de las comunicaciones”.

“Los propietarios del cable sufrieron un total de al menos 60 millones de euros en daños directos solo en costes de reparación, y la interrupción de los cables de transmisión eléctrica y telecomunicaciones […] también es sospechosa de haber causado un grave riesgo para el suministro energético y las comunicaciones en Finlandia, a pesar de que los servicios podrían haberse prestado a través de conexiones alternativas”, dijo la fiscalía finlandesa el pasado mes de agosto.

Pues bien, el montaje se ha desplomado como un castillo de naipes. El viernes de la semana pasada, el Tribunal de Distrito de Helsinki los absolvió e incluso ordenó al gobierno finlandés el reembolso de sus costas legales, que asaciende a casi 200.000 euros.

El caso es que la ruptura de los cables submarinos es algo bastante frecuente en la navegación marítima, o sea, que no había nada extraño en el suceso. El armados del buque paga los daños y no hay nada más que discutir.

En el juicio quedó claro que el ancla del Eagle S arrastró durante decenas de kilómetros el cable sin darse cuenta, como sostuvieron los tres acusados y la pérdida de velocidad del buque se debió a un problema en el motor. El tribunal sanciona que el incidente se debió a un fallo mecánico en el molinete y se declara incompetente, explicando que el derecho penal finlandés no podía aplicarse en este caso, al considerarlo un “incidente de navegación” amparado por la Convención de la ONU sobre el Derecho Marítimo.

“Los tribunales del Estado del pabellón del buque o del estado de residencia de los acusados ​​tienen jurisdicción penal en este asunto”, argumenta el tribunal, dando la razón a los acusados. Los cables se habían roto fuera de las aguas territoriales finlandesas.

Además, el tribunal también determina que el incidente no causó daños lo suficientemente significativos como para calificarlo como “daños contra la propiedad o daños contra la propiedad agravados”.

En cuanto a la participación de Rusia y la “flota fantasma”, durante el juicio no se escuchó nada de eso. En enero el Washington Post ya anticipó que no existían pruebas de que las roturas de cables observadas en el Mar Báltico fueran resultado de la famosa “guerra híbrida” de Rusia y que probablemente se debieran a “tripulaciones inexpertas que prestaban servicio a bordo de buques en mal estado”.

En fin, como siempre: mucho ruido y pocas nueces. La Unión Europea ha vuelto a hacer el ridículo. Como sabían que el montaje de la “flota fantasma” no iba a salir bien, han recurrido a otra fantasmada: los drones rusos que sobre vuelan los países escandinavos, Francia, Alemania, Reino Unido…


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