La Fiscalía General del Estado constata el aumento de la islamofobia en España



La Fiscalía General del Estado ha observado un “progresivo crecimiento de los hechos denunciados y cometidos por intolerancia religiosa, siendo la mayoría casos de islamofobia” en España, tras examinar las Memorias de las Fiscalías territoriales.

Así lo pone de manifiesto en la Memoria de la actividad desplegada por el Ministerio Fiscal a lo largo del año pasado, presentada el 6 de setiembre por la Fiscal General del Estado, Consuelo Madrigal, con motivo de la apertura del Año Judicial.

El presidente de la Comisión Islámica de España, Riay Tatary, ha explicado que cuando se producen atentados terroristas, como los sucedidos en Niza o Bruselas, “se nota que hay una reacción o algunos fenómenos” de islamofobia en España. No obstante, ha asegurado que “cuando se disipa el tiempo”, los casos “disminuyen”.

Por otro lado, la institución que dirige Madrigal apunta asimismo que las principales causas de la comisión de delitos (que ahora se llaman “de odio”) son el racismo y la xenofobia, los motivos ideológicos o de orientación política.

Pero el fascismo y la islamofobia no son cosas diferentes. Lo que aumentan son las agresiones fascistas. Por ejemplo, la semana pasada en Barcelona dos fascistas insultaron y propinaron una patada en el vientre a una mujer embarazada a la que recriminaron que vistiera un niqab y agredieron a su pareja cuando se encaró con ellos.

La Fiscalía General del Estado resalta la necesidad de una investigación de los hechos y su motivación desde el primer momento, recogiendo aquellas pruebas que sirvan para acreditar los motivos racistas, xenófobos o constitutivos de cualquier otro tipo de discriminación.

En relación con el Protocolo de actuación de la policía para los delitos que vulneran las normas legales sobre discriminación, aprobado en diciembre de 2014, Madrigal defiende en la memoria que este protocolo “constituye un instrumento de extraordinaria importancia” a la hora de afrontar estas conductas, dada la necesidad de una detección “temprana” de los delitos de odio y por ser el policía quien primero entra en contacto con el hecho ilícito.

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