Un ejemplo paradigmático de terrorismo de estado fué la dictadura militar que se impuso a los argentinos a partir del mes de septiembre de 1955. Hasta el día 15 de septiembre de 1955, gobernaba el país el General Juan Domingo Perón, que era un militar nacionalista, y que concedió una enorme cantidad de derechos a la clase obrera, fomentó la industria nacional, y convirtió a su país de una colonia inglesa que producía carne vacuna y cereales en una república industrializada, desarrollando una importante industria liviana.
Con Perón se comenzó una política de sustitución de importaciones, que permitió que se desarrollara muchísimo la siderurgia y la metalurgia. Argentina fabricaba de todo, y comenzó la fabricación de automóviles, camiones, tractores, motocicletas, todas de diseño nacional, y se abrió la primera fábrica de aviones. Todas esas industrias era del estado nacional, y significaron un duro golpe a las multinacionales que perdieron en buena medida su poder hegemónico. Esto hizo que la gran oligarquía, los intereses de los grandes acopiadores de granos y carne, y en general la gran burguesía se pusiera de uñas contra Perón.
Perón respondió creando la CAP (Corporación Argentina de Productores de Carne) para defender los intereses de los pequeños ganaderos que no tenían acceso a los grandes mercados consumidores de Europa, que recién salía de la guerra, y estaba ávida de alimentos. Junto con ello se crea la Junta Nacional de Granos, instituto del estado, que compra toda la producción cerealera, y la vende al exterior, una vez abastecido el mercado interno. Lo mismo se hace con la creación de la Junta Nacional de Carnes, que se convierte en el único exportador de carnes en régimen de monopolio. Esto le quitaba a la oligarquía cipaya prácticamente todo el poder.
Además de todo ello, se crean en la Provincia de Buenos Aires, cuatro frigoríficos regionales, con una gran capacidad de almacenamiento y congelación de carnes (400.000 Toneladas) que podían aguantar años la carne congelada, que se guardaba a 18 grados bajo cero. Para ello, el gobierno de Buenos Aires, a través del Ministerio de Asuntos Agrarios que estaba a cargo del Ingenieron Agrónomo Gregorio Herchhoren (mi padre), que hizo una labor enorme de cuidado y protección de los ganaderos argentinos.
La gran burguesía, la oligarquía, sectores de la cúpula de la iglesia, y parte del generalato militar dan un golpe de ensayo el 16 de junio de 1955, que fracasa, pero sirvió a quienes lo dirigieron para mostrar su odio al pueblo que salió a las calles para defender el gobierno legítimo de Perón, y coroneles y capitanes entre los cuales estaban los oficiales Cogorno, Costale y Aguerrondo.
Cuando el pueblo argentino empieza a organizarse, y a responder con huelgas y movilizaciones a la dictadura militar, ya en los primeros meses de 1956, se desata una «oportuna» epidemia de polio, que constituye el leit motiv de una queda que impide salir de las casas, y se desata sobre el país una epidemia de estupidez y limpieza, con mucha agua para lavar las calles, se pinta el arbolado de blanco con cal viva, se fumiga con DDT a mansalva, sabiendo que es un gran tóxico. Este es un ejemplo vivo de utilización por parte del poder del miedo a la enfermedad como elemento paralizante. Poco tiempo después, se «descubrió» la vacuna Salk (Debida al doctos Jonás Salk), que resultó poco efectiva, hasta que años después se comenzó a vacunar con la vacuna Sabin.
La dictadura de 1955, duró hasta 1957, en que ganó las elecciones Arturo Frondizi, pero recién en 2002, cuando gana las elecciones Néstor Kirchner, la sombra larga del ejército controló al estado en forma férrea. Puede decirse que desde 1955, hasta 2002, hubo en Argentina una dictadura militar continua con periodos breves de gobiernos electos, pero con el peronismo ilegalizado.
A veces las epidemias las carga el diablo.