La disuasión nuclear ya no es cosa sólo de dos

En las últimas décadas China ha avanzado en muchas áreas económicas a una velocidad vertiginosa, desde la conquista del espacio hasta las tecnologías de la información. Incluso ha podido superar a la potencias occidentales tradicionales.

El desarrollo también ha sido evidente en el ámbito militar, donde China ha modernizado rápidamente sus fuerzas convencionales y ha desarrollado unidades de vanguardia en ciberguerra e inteligencia artificial.

Pero es en el ámbito de las armas nucleares donde los avances chinos despiertan el asombro. Recientemente en el Congreso el general Anthony Cotton, director del Mando Estratégico de Estados Unidos, describió la evolución de la fuerza china de disuasión nuclear como “impresionante”. El oficial se hizo eco de la velocidad con la que Pekín ha fortalecido su arsenal nuclear, aumentando de 250 ojivas en 2014 a 500 en 2024. La ha duplicado en solo una década.

Esta deslumbrante progresión parece ser sólo el preludio de un plan mucho mayor. Según las proyecciones del Pentágono, China podría tener alrededor de 1.500 ojivas nucleares en 2035, alcanzando el nivel de Estados Unidos y Rusia en términos de potencia estratégica. Semejante acontecimiento marcaría un cambio radical en el equilibrio de las fuerzas nucleares mundiales, tradicionalmente dominadas por Estados Unidos y Rusia.

El arsenal chino no se limita a un simple aumento cuantitativo. Pekin está desarrollando activamente nuevos sistemas vectores para su tríada nuclear, fortaleciendo así la flexibilidad de su disuasión. El misil balístico intercontinental DF-41, capaz de transportar hasta 10 ojivas nucleares, y el misil balístico lanzado desde submarinos JL-3, representan importantes avances tecnológicos. En el ámbito aéreo, el bombardero furtivo HH-20, aunque aún no ha sido revelado públicamente, promete modernizar considerablemente el componente aéreo de la disuasión china.

Al dotarse de una fuerza comparable a la de Estados Unidos y Rusia, China pretende disuadir cualquier intento de intimidación o interferencia en sus intereses vitales. Este desarrollo también plantea nuevos desafíos para la estabilidad estratégica mundial y los esfuerzos de control de armas, ya que los tratados existentes no vinculan a China.

Ante esta nueva situación, Estados Unidos tiene que replantearse su propia estrategia, y no lo puede hacer, al menos de momento, sin recurrir a Europa. Al situar a China y Rusia como enemigos, no puede asumir el desafío en solitario. Tiene que descargar una parte de la responsabilidad en sus socios de la OTAN. Estados Unidos exige a Europa que fortalezca su potencia nuclear para mantener una disuasión creíble frente a Rusia y China.

La modernización de las fuerzas nucleares estadounidenses, con el desarrollo del bombardero B-21 Raider y los nuevos misiles Sentinel ICBM, parecen responder a las nuevas necesidades estratégicas.

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