El objetivo de la ingeniería social introducida con la pandemia es la desocialización de las personas, su atomización, que todo se lleve a cabo distanciados unos de otros: teletrabajo, telepago, telemedicina…
La distancia social se logra gracias a las conexiones informáticas, que tienen dos caras. La primera es el control social y la segunda la piratería. Las sociedades quedarán bajo vigilancia, bien sea legal o ilegal.
Durante el confinamiento, Ian Beer, un pirata del Proyecto Cero de Google, desarrolló una técnica para rastrear los móviles con una sencilla antena casera que apunta hacia ellos.
El control total de un móvil sólo cuesta unos 100 dólares (1). No cabe duda que habrá que comprar nuevos móviles, nuevos ordenadores y nuevas tabletas para impedirlo. A su vez, dichas terminales irán equipadas con nuevos sistemas operativos a prueba de piratas, pero sólo es cuestión de tiempo que los piratas mejoren sus ténicas de intrusión.
Beer grabó un vídeo (2) en el que aparece pirateando 26 móviles a la vez con una sola emisión. Envía una señal inalámbrica que funciona incluso si los móviles atacados no están conectados a la red.
En un video técnicamente más complejo (3), Beer da una explicación detallada del ataque.
Lo mismo se puede lograr con un vehículo autónomo. El mes pasado Lennert Wouters, un investigador belga, clonó la llave de un coche Tesla modelo X, entró en su interior, lo arrancó y lo puso en movimiento.
Sólo necesitó un equipo que cuesta unos 300 dólares.
(1) https://www.vice.com/en/article/4ad3jm/watch-google-hacker-ha-26-iphones-with-zero-day-exploit
(2) https://www.youtube.com/watch?v=ikZTNSmbh00
(3) https://www.youtube.com/watch?v=_sTw7GGoJ6g