Gamal Abdel Nasser |
Egipto, aún bajo el dominio otomano en el curso de la primera mitad del siglo XIX emprendió un vasto esfuerzo de industrialización y de modernización. George Corm resume así la situación: “Es en Egipto en donde Mohammed Ali realizará la obra mas destacada, creando manufacturas estatales, poniendo así las bases para un capitalismo de Estado que no deja de recordar la experiencia japonesa de Meiji”. Este esfuerzo de industrialización prosigue a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, si recurrir al endeudamiento exterior. Los recursos internos se movilizan de forma prioritaria. Entre 1839 y 1840 una intervención militar conjunta del Reino Unido y Francia, seguida un poco después de una segunda agresión, esta vez por parte del Reino Unido y Austría-Hungría obligan al gobernador de Egipto Mehemet Ali (Mohammed Ali) a renunciar a Siria y a Palestina, entonces bajo dominación otomana.
A partir de la segunda mitad del siglo tiene lugar un giro radical. Los sucesores de Mehemet Ali adoptan el librecambismo bajo la presión del Reino Unido, desmantelan los monopolios públicos y recurren masivamente a los préstamos exteriores. Es el principio del fin. La era de las deudas egipcias ha comenzado; las infraestructuras se abandonarán en manos de las potencias occidentales, a los banqueros europeos y a empresarios poco escrupulosos.
Entre los años 1859 y 1876 los banqueros de Londres, Paris y otras plazas financieras buscan de forma activa colocar sus capitales tanto en Egipto como en el imperio otomano y otros continentes. En una primera fase, el nuevo modelo fundamentado sobre el endeudamiento y el librecambismo parecen funcionar bien, pero este aparente éxito se relaciona con factores exteriores que no son controlados por las autoridades egipcias, como la guerra de Secesión en América del Norte, que provoca la caída de las exportaciones estadounidenses de algodón, las mayores del mundo. Esto produce una subida muy fuerte del precio de algodón en el mercado mundial. Los ingresos por exportación de Egipto, productor de algodón, explotan. Esto conduce al gobierno de Ismaïl Pacha a aceptar aún más préstamos bancarios, principalmente ingleses y franceses. Al final de la guerra de Secesión, las exportaciones americanas se recuperan, y el precio del algodón se hunde. Egipto depende de las divisas que le proporciona la venta de su algodón, principalmente a la industria textil británica para devolver su deuda a los banqueros europeos.
Treinta años de préstamos imposibles de devolver
En 1876, la deuda egipcia alcanza los 68,5 millones de libras esterlinas (contra 3 millones en 1863). Los intereses de la deuda absorben dos tercios de los ingresos del país y la mitad de los ingresos por exportaciones. Las cantidades ingresadas por Egipto continúan siendo débiles, mientras que los banqueros exigen y reciben a cambio sumas muy elevadas. Tomemos el préstamo de 1862; los banqueros europeos emiten títulos egipcios por un valor nominal de 3,3 millones de libras esterlinas vendidos al 83% de su valor nominal. Egipto no recibe mas que 2,5 millones de libras esterlinas, de las cuales hay que deducir la comisión retenida por los banqueros. El montante que debe devolver Egipto en 30 años se eleva a casi cerca de 8 millones de esterlinas si se tiene en cuenta la amortización de capital y el pago de intereses.
Otro ejemplo es el préstamo de 1873: los banqueros emiten títulos egipcios por un valor nominal de 32 millones de libras, y los venden con un descuento del 30%. En consecuencia Egipto solo recibe algo menos de 20 millones de libras. La cantidad a reembolsar en 30 años se eleva a 77 millones de libras, lo que supone un interés real de un 11% más la amortización del capital. Este endurecimiento de la deuda y las tasas de intereses exigidos son imposibles de mantener. Las condiciones financieras impuestas por los banqueros hacen imposible la devolución. Egipto debe endeudarse constantemente a fin de estar en condiciones de continuar los pagos debidos de anteriores deudas.
En 1875, ahogado por los acreedores, Egipto cede al gobierno del Reino Unido su participación en el canal de Suez inaugurado en 1860. El producto de la venta de las 176.602 acciones que Egipto poseía, prácticamente la mitad del capital de la Compañía de Suez, al gobierno británico a finales de noviembre de 1875, sirve para financiar los vencimientos de la deuda de diciembre de 1875 y de enero de 1876, que eran especialmente gravosos.
Finalmente, pese a los esfuerzos desesperados para financiar la deuda, Egipto se ve abocado a suspender pagos en 1876. En importante subrayar que en el curso de ese mismo año, el imperio otomano, Perú (en la época una de las principales economías de América del Sur) y Uruguay se declaran en suspensión de pagos. Es preciso pues buscar las causas en el plano internacional.
Una crisis bancaria estalló en Nueva York, Francfort, Berlín y Viena en 1873, y afectó progresivamente a la City de Londres. Así, la voluntad de prestar a países periféricos se redujo intensamente. Estos países tenían constantemente la necesidad de endeudarse para poder reembolsar las deudas anteriores.
Acuerdos tácitos entre Londres, París y Berlín
Los gobiernos de Londres y París, aunque en competencia, se entienden para someter a Egipto a su tutela a través de la Caja de Deuda, que tiene el control sobre una parte de los impuestos y que dirigen representantes del Reino Unido y Francia. Su puesta en marcha es continuada de una reestructuración de la deuda egipcia que satisface a los banqueros, sin reducción de su inversión. La tasa de interés se fijó en un nivel elevado, un 7%, y los vencimientos retrasados a 65 años. Se asegura una renta confortable para los ahorradores europeos, garantizada a la vez por Francia, por Reino Unido y por los ingresos de Egipto, en los que la Caja de la Deuda puede influir.
El Reino Unido, con diferencia la primera potencia europea y mundial, pretende controlar y dominar enteramente un Mediterráneo oriental que gana en importancia, gracias al canal de Suez, acceso directo a la ruta marítima de las Indias británicas y de Asia. Desea marginar a Francia, que ejerce una influencia en Egipto a causa de los bancos y del canal de Suez, cuya construcción fue financiada a través de la Bolsa de París. A fin de que París dejase completamente el espacio a Londres, hacia falta en primer lugar satisfacer los intereses de los banqueros franceses, muy ligados a las autoridades de su país, y ofrecer una compensación en otra parte del Mediterráneo. Ahí intervino un acuerdo tácito entre Londres y París: Egipto volverá al Reino Unido mientras que Túnez pasará a control francés. En 1876-1878, el calendario exacto no está todavía fijado, pero la perspectiva está clara.
El porvenir de Túnez y Egipto no se acuerda solamente entre Francia y Reino Unido. Alemania, que acaba de ser unificada y que es la principal potencia europea junto a Inglaterra, también tiene algo que decir. Otto von Bismarck, el canciller alemán, ha declarado en numerosas ocasiones de conversaciones diplomáticas secretas que no saldría perjudicado de una toma de control de Egipto por Londres y de Túnez por Francia. En contrapartida, Alemania quiere tener vía libre en otras partes del mundo. En resumen, el destino reservado a Egipto y Túnez es un prólogo del reparto de África al que las potencia europeas se dedicaron algunos años mas tarde, durante otra conferencia celebrada en Berlín en 1885.
Bajo dominación británica. En el caso de Egipto y de Túnez, la deuda constituyó el arma más poderosa empleada por las potencia europeas para asegurar su dominación, llevando hasta la sumisión total a países que disfrutaban hasta entonces de una auténtica independencia. La Caja de la Deuda pública impone a Egipto medidas de austeridad muy impopulares que generaron una rebelión militar; el general Ahmed Orabi defiende posiciones nacionalistas, y resiste a los diktats de las potencias europeas. Inglaterra y Francia aprovechan para enviar un cuerpo expedicionario a Alejandría en 1882. Finalmente el Reino Unido entra en guerra contra el ejército egipcio., ocupa militarmente de manera permanente el país y lo transforma en un protectorado. Bajo dominación británica, el desarrollo de Egipto permanecerá mucho tiempo bloqueado y sometido a los intereses de Londres. Como escribía Rosa Luxemburgo en 1913, “la economía egipcia ha sido deglutida en una muy amplia medida por el capital europeo. Inmensas extensiones de tierras, fuerza de trabajo considerable y una masa de productos transferidos al Estado bajo formas impuestos han sido finalmente transformados en capital europeo, y acumulados”.
La Caja de la Deuda no sería suprimida hasta julio de 1940. El acuerdo impuesto a Egipto por Inglaterra en ese año prolongó la dominación financiera y colonial, y Londres obtuvo la continuidad de los pagos de una deuda que se convirtió en perpetua. Será necesario el derrocamiento de la monarquía egipcia en 1952 por Gamal Abder Nasser, y la nacionalización del canal de Suez el 26 de junio de 1956 para que, durante una quincena de años, Egipto intentara de nuevo un desarrollo parcialmente autónomo.