El 25 de marzo la directora de inteligencia de Estados Unidos, Tulsi Gabbard, respondía a una pregunta ante el Senado, afirmando que “la Comunidad de Inteligencia sigue evaluando que Irán no está construyendo un arma nuclear y el máxímo dirigente Jamenei no ha autorizado el programa de armas nucleares que suspendió en 2003”.
La postura de Gabbard reflejaba la evaluación de las centrales de inteligencia estadounidenses, que durante años habían mantenido que Irán detuvo su programa de armas nucleares en 2003. Sin embargo, en su comparencia, Gabbard también había advertido que el almacenamiento de uranio enriquecido de Irán estaba “en sus niveles más altos y no tiene precedentes para un estado sin armas nucleares”, señalando una creciente capacidad.
El 17 de junio, durante una rueda de prensa a bordo del Air Force One, Trump la desmintió: “No me importa lo que ella diga. Creo que [Irán] estaba muy cerca de tener un arma nuclear”.
Ante la contradicción pública, Gabbard salió a defender la coherencia entre ambas posturas y acusó a los medios de comunicación de sacar su testimonio de contexto: “El presidente Trump estaba diciendo lo mismo que yo dije”.
Un dirigente de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional argumentó que “solo porque Irán no esté construyendo un arma nuclear ahora mismo, no significa que no esté ‘muy cerca’ como dijo el presidente Trump”.
El vicepresidente J.D. Vance también intentó tapar la incongruencia, señalando que “el testimonio de Tulsi fue en marzo, y muchas cosas han cambiado desde entonces”.
Las explicaciones no ocultan la evidente fricción en pleno mes de junio, en un momento de máxima tensión internacional, con Israel realizando una campaña de ataques aéreos contra la infraestructura nuclear y militar iraní.
¿Qué significa estar ‘cerca’ de una bomba nuclear?
La discrepancia escondía un debate técnico sobre cómo medir la proximidad de un país con la bomba nuclear. Existen diferentes formas de definir esa distancia. Irán necesitaría aproximadamente una semana para producir suficiente uranio enriquecido al 90 por cien para una bomba, dado su actual almacenamiento de uranio enriquecido al 60 por cien.
El general Michael Kurilla, cabecilla del Comando Central del ejército, testificó a mediados de junio que, en una aceleración hacia el arma, Irán podría producir material para diez armas nucleares en tres semanas.
Pero convertir la materia prima en un dispositivo nuclear funcional es algo mucho más complejo. Irán necesitaría varios meses para crear un artefacto nuclear, y aún más tiempo desarrollar uno lo suficientemente pequeño y liviano como para ser lanzado mediante un misil balístico.
Por lo tanto, Irán no tiene armas nucleares -a diferencia de Israel- y está lejos de poder fabricar una… en el supuesto de así lo decidiera. La consecuencia más obvia de ello es que las sanciones y demás medidas de presión contra Teherán carecen de fundamento.
Purga interna en la Casa Blanca
Como consecuencia del desacuerdo, Gabbard fue excluida de reuniones clave de seguridad nacional sobre la guerra entre Israel e Irán, marginando así a la principal dirigente de la inteligencia del país en medio de una crisis internacional.
Estas divergencias públicas podrían tener consecuencias importantes porque el papel de las centrales de inteligencia, y especialmente las estadounidenses, ha cambiado hace tiempo. Los espías ya no se mueven sólo en el mundo oscuro de los secretos. No sólo recopilan información sino que la fabrican y la difunden. No hay que leer los medios de comunicaciones para apercibirse de que las noticias -ciertas o falsas- que el mundo digiere las redactan las centrales de inteligencia, como la CIA.
Rusia ha reproducido este esquema para la Guerra de Ucrania y numerosas informaciones se difunden como filtraciones de SVR, el servicio exterior de inteligencia, que también tiene su propia página web.
Por lo demás, como ha reconocido el senador Mark Warner, las filtraciones se cocinan según las necesidades del momento. Depende de la campaña de intoxicación que haya que difundir, al estilo de las “armas de destrucción masiva” de Powell en 2003.
A Gabbard no la purgan porque contara una mentira al Senado, sino por decir algo inconveniente en una situación política muy delicada. Por eso al senador le preocupa que el gobierno pueda estar “cocinando los manuales” de inteligencia, es decir, que se tomen decisiones políticas en base a informes falsos o amañados. La CIA, por ejemplo, puede enviar a las redacciones de los periódicos las falsedades que considere convenientes, pero la Casa Blanca necesita información auténtica.
Pero si las informaciones sobre la bomba nuclear de Irán son falsas (sean cercanas o lejanas), las informaciones sobre las consecuencia de los bombardeos israelíes de junio tiene esa misma tara. La Casa Blanca afirmó que las instalaciones nucleares iraníes habían sido destruidas por completo y que tardarían “años” en reconstruirlas.
La fuente de ese tipo de informaciones es siempre la misma, los espías, y su credibilidad es cero. Sólo dicen la verdad cuando se equivocan.
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