N.B.
Al filósofo Pascal (1623-1662), un hombre atormentado por tratar de demostrar la existencia de Dios, aunque sólo fuera para asegurarse su salvación, pues que la Razón (también con mayúscula), que ya anunciaba el Enciclopedismo y la Ilustración, le decía que la probabilidad de que Dios existiera era remota. Como San Agustín, desesperado, para purgar lo golfos que fueron de paganos, echó mano de algo tan profano como las apuestas para convencernos de que lo que más convenía al personal acojonado era creer en Dios y no ciscarse en él… por si las moscas. Era la apuesta de Pascal que, por cierto, no tiene nada que ver con la frase atribuida a Einstein, y que es cierta, acerca de que «Dios no juega a los dados» para concluir que Einstein, que era judío, era cristiano y creía en Dios y tal y tal. Todo mentira. El Nobel de Física era spinoziano y su «dios» era el Universo. Un panteísta.
Volviendo a Pascal, su apuesta dice: «si usted cree en Dios y resulta estar equivocado, no perderá nada. Pero si no cree en Dios y resulta estar equivocado, irá al infierno». Por lo tanto, es de tontos ser ateo. Dicho en plata: qué más da arre que só, ¡tú apuesta a caballo ganador y no seas gilipollas! Donde el protopragmático Pascal -un buen tipo, por cierto- dice «Dios», ponga el lector/a (si alguno hay) la palabra «Constitución» (española, por supuesto). Si lo hace verá que, en primer lugar, no indica cuál religión (=Constitución) seguir. De hecho, hay muchas religiones mutuamente exclusivas y excluyentes y contradictorias. Esto se describe como el problema de «evitar el infierno equivocado». Si una persona es seguidora de una religión (de un dios, de una constitución, de un tótem), terminará en la versión -poco recomendable- del infierno de otra religión, llámese Averno, Hades o Gehenna (el infierno hebreo).
Cuando se desgañita Rajoy, o quien sea, repitiendo como garrir de cacatúa «Constitución, Constitución, Constitución» para contrarrestar el mensaje melifluamente independentista de Artur Mas (o antes Ibarretxe), en realidad está diciendo: «suponga que usted (Mas) está creyendo en el dios equivocado (la consulta), el verdadero dios (la Constitución) puede castigarlo por su estúpida osadía». O sea, la Razón de Estado, secularización del Dios veterotestamentario (del Antiguo Testamento), colérico, iracundo, irascible y sanguinario, o sea, de muy mala ostia, acabáramos.
Otra cosa es lo que deparen los acontecimientos.