Como ocurre en estos casos, las informaciones no dan los nombres ni las fotos de los guardias civiles, aunque se sabe que son el cabo Salvador M. E. y el sargento Julio R. P. Ambos estaban en contacto con un ciudadano de origen dominicano y con un colombiano que se encontraba en libertad condicional y que había sido condenado a diez años de prisión por narcotráfico.
Cada uno de los miembros de la banda tenía una función diferente. Edgar tenía los contactos con Latinoamérica e informaba a Hildemar de los nombres de personas que estaban dispuestas a hacer de mulas, metiendo cocaína en el interior de su organismo o en su equipaje. El dominicano luego facilitaba estas identidades a los guardias civiles, que se encargaban de consultar las bases de datos para ver si tenían antecedentes penales. Si no los tenían, eran idóneos para hacer el trabajo. Si contaban con delitos en sus mochilas, los miembros de la banda les descartaban.
Además los guardias civiles se encargaban de facilitar la entrada de las mulas una vez que pisaban suelo español. Según la Fiscalía, la banda fracasó en varios intentos de introducir cargamentos de cocaína a través de la Terminal 4 del aeropuerto, hasta que el 10 de julio del año pasado lograron ejecutar su plan cuando un colombiano que tenía residencia legal en España, Jairo A. T. R., fue seleccionado para cruzar la frontera.
Aterrizó en Barajas y uno de los guardias civiles fue a recibirle al pie del avión con su vehículo oficial de la Guardia Civil. Le recogió, le subió en el asiento de copiloto y lo llevó a la zona VIP del aeropuerto, también conocida como sala de autoridades. El guardia civil le dijo a los policías nacionales que comprueban la identidad que su acompañante era un coronel colombiano que “tenía mucha prisa porque iba a acudir a un acto de la Guardia Civil”.
Así consiguió que la policía hiciera la vista gorda y que los guardas de seguridad tampoco registraran ni comprobaran su equipaje, donde Jairo llevaba 13,5 kilos de cocaína.