La primera investigación ha trabajado con 441 estudios publicados entre 2000 y 2014 en grandes revistas científicas. Se trataba de analizar los datos claves suministrados para poder evaluar y reproducir los resultados así como el acceso a los protocolos de esas investigaciones y la frecuencia con la que esos estudios se toman como referencia.
Los investigadores se quedaron sorprendidos al descubrir que sólo uno de los 441 exponía una metodología completa y ninguno hizo accesible la totalidad de los datos obtenidos.
La mayoría de las investigaciones no precisaban cómo se habían financiado o si los autores de las mismas tenían algún tipo de incompatibilidad o interés en el asunto sometido a su estudio. El dinero manda, incluso en la ciencia o, sobre todo, en la ciencia actual.
La segunda investigación revisa centenares de investigaciones preclínicas sobre cáncer y accidentes cerebro-vasculares con ratones y ratas. La mayoría de esas investigaciones no informaban suficientemente sobre el número de animales utilizados.
En muchas de ellas muchos animales “desaparecían” durante el estudio sin ninguna explicación. Utilizando un modelo informático, los investigadores simularon los efectos de esas “pérdidas” de animales de laboratorio sobre la validez de los resultados obtenidos.
Han deducido que cuanto mayor es el número de animales “perdidos” o “retirados”, menos sólidas son las conclusiones del estudio.
Si en lugar de animales estuviéramos hablando de personas, es obvio que nunca se hubiera admitido una investigación clínica sin datos precisos sobre el número de enfermos, sobre los que dejan de participar en la muestra, se retiran de ella o mueren mientras se prolonga el experimento.
Sin embargo, en las revisiones realizadas nadie se preocupó de describir a los animales que abandonaban el experimento, ni los motivos de ello.
Los científicos gastan muchos millones en experimentos que no se pueden reproducir y que, además, no son fiables. Nadie sabe por qué ese tipo de experimentos se publican, por qué hay quienes les dan carta blanca, para qué sirven todo ese montón de revistas seudocientíficas y por qué a eso se le sigue llamando “ciencia”.
Pero hay algo que está por encima de todo eso: muchos canallas sin escrúpulos están jugando con la salud de las personas. ¡Cuidado con los “científicos”!