La primera medida tomada por los socialistas para romper la huelga de Marsella [de 1947] consistió en eliminar de las filas de los CRS [policías antidisturbios franceses] a los partisanos, supuestamente comunistas. Una vez alcanzado eso, sería posible, sin dificultad dar a estas unidades, la orden de emplear métodos violentos contra los huelguistas. A estos efectos, y dado que los informes oficiales no habían sido cortos de elogios respecto a la conciencia profesional de estos policías (1), el alcalde socialista [de Marsella] Gaston Defferre les reprochó haberse colocado de parte de los manifestantes en los choques del 12 de noviembre [de 1947] (2).
Después de que los responsables socialistas confeccionaran la lista de hombres sospechosos de comunismo, Defferre la transmitió al ministro socialista Jules Moch, quien ordenó la destitución de los acusados (3). Esta iniciativa de los socialistas fue ciertamente del gusto de las acosadas organizaciones corsas. A diferencia de la policía regular, los CRS habían atacado seriamente el contrabando y el mercado negro a los que se dedicaban los bajos fondos (4). Una vez ejecutada la depuración, los CRS se lanzaron al ataque de los piquetes de huelga con una violencia desatada (5).
Pero hacía falta algo más que una depuración policial para romper la determinación de 24.000 huelguistas de Marsella. Si los americanos pensaban lograr una victoria en Marsella, tendrían que combatir. Esto es exactamente lo que hizo la CIA. Gracias a sus relaciones con el Partido Socialista, la CIA había enviado a Marsella agentes y un equipo de especialistas en guerra psicológica que negociaron directamente con los jefes de las organizaciones corsas para la participación de los hermanos Guerini. Los agentes de la CIA proporcionaron armas y dinero a las bandas corsas para que pudieran atacar los piquetes de huelga comunistas y fustigar a los principales dirigentes sindicales.
Durante este mes de huelgas, los gángsters de la CIA y los CRS maltrataron a los piquetes de huelga, asesinando numerosos huelguistas. Para rematar, los especialistas de guerra psicológica difundieron manifiestos, emisiones de radio y carteles dirigidos a disuadir a los trabajadores de continuar la huelga. Algunas iniciativas de la guerra psicológica fueron bastante brillantes: en un momento en el que el gobierno americano amenaza con repatriar a Estados Unidos un cargamento de 65.000 sacos de harina destinada a la ciudad hambrienta si los estibadores no la descargaban inmediatamente (6). La violencia y el hambre se hicieron sentir tan duramente que el 9 de diciembre los trabajadores de Marsella abandonaron la huelga al mismo tiempo que sus compañeros del resto de Francia. La conclusión de este episodio no está exenta de ironía.
La Nochebuena de 1947, ochenta y siete vagones llegaban a la estación de Marsella, cargados de harina, de leche, de azúcar y de fruta, “donativo del pueblo americano”, con la aclamación de centenares de escolares que agitaban pequeñas banderas norteamericanas (7). Los Guerini obtuvieron poder y notoriedad por el papel que jugaron en el aplastamiento de la huelga de 1947, para afirmarse como los nuevos jefes de la mafia corsa. Pero aun cuando la CIA contribuyó a restablecer este poder, no fue más que hasta la huelga de portuarios de 1950 cuando los Guerini adquirieron suficiente fuerza para tomar el control de los muelles de Marsella. Influencia política y dominio sobre los muelles creaban las condiciones perfectas para el desarrollo de los laboratorios de heroína de Marsella, justo cuando el patrón de la Mafia, Lucky Luciano, buscaba nuevos proveedores. La austeridad económica que había provocado la huelga de 1947 también estuvo en el origen de la de 1950. Las condiciones de los trabajadores, lejos de mejorar en ese intervalo de tres años, habían empeorado. Marsella con su tradición de radicalismo obrero tenía desde luego razones para ponerse en huelga.
Marsella era la “Puerta de Oriente” de Francia, por la que circulaba el material (principalmente las municiones y los víveres norteamericanos) destinados a los cuerpos expedicionarios franceses que combatían en Indochina. La guerra de Indochina era tan impopular en Francia como lo iba a ser la guerra de Vietnam en Estados Unidos. Además, Ho Chi Minh había participado en la creación del Partido Comunista francés y era considerado en Francia como un héroe por los miembros progresistas de la clase obrera, especialmente en Marsella, en donde residían numerosos indochinos (8). En enero, los portuarios de Marsella emprendieron el boicot selectivo de barcos que transportaran mercancías hacia la zona de combates. Y el 3 de febrero la CGT convocó una asamblea de portuarios que decidió publicar una declaración: “El regreso de los cuerpos expedicionarios de Indochina para poner fin a la guerra de Vietnam”, exhortando a “todos los sindicatos a iniciar las acciones mas eficaces posibles contra la guerra de Vietnam”. La circulación de los cargamentos de armas con destino a Indochina fue “paralizada” (9).
Aunque los puertos del Atlántico se unieron al embargo a principios de febrero, su acción no tuvo la misma eficacia ni la misma importancia que la huelga de Marsella (10). A mediados de febrero la huelga se había extendido a la industria metalúrgica (11).
Pero la mayoría de estas huelgas se iniciaban a regañadientes. El 18 de febrero el periódico parisino Combat escribía que Marsella estaba otra vez preparada para el combate: el 70 por cien de los trabajadores marselleses apoyaban la huelga, contra solamente el 2 por cien en Burdeos, el 20 por cien en Toulouse y el 20 por cien en Niza (12). El radicalismo de la clase obrera de Marsella necesitaba una vez mas de métodos especiales, y Thomas Braden, de la CIA, ha narrado posteriormente de qué manera resolvió el problema:
“Ante mí, en la mesa, hay una hoja de papel amarillo, arrugada y descolorida. Lleva la siguiente inscripción, escrita a lápiz: ‘Recibido de Warren G. Haskins la suma de 15.000 dólares (Firmado) Norris A. Grambo’ He buscado este papel el mismo día en que los periódicos revelaban el ‘escándalo’ de las relaciones existentes entre la Agencia Central de Investigación y los estudiantes y dirigentes sindicales. Fue una búsqueda melancólica, y cuando terminé me sentí triste. Porque Warren G. Haskins era yo. Norris A. Grambo era Irving Brown, de la American Federation of Labor (AFL). Los 15.000 dólares procedían de la caja de la CIA, y este papel amarillento es el último recuerdo que poseo de una vasta operación secreta… Fui yo quien dio la idea de dar 15.000 dólares a Irving Brown. Tenía la necesidad de pagar a sus escuadras de pandilleros de los puertos del Mediterráneo, para que los cargamentos norteamericanos pudieran ser descargados contra la oposición de los portuarios comunistas” (13).
Gracias a los dos millones de dólares proporcionados por la CIA, el dirigente de la AFL, Irving Brown, hizo venir de Italia a esquiroles, que puso disposición de su aliado, Pierre Ferri-Pisani (14).
Descrito por la revista Time como un “corso rudo e impetuoso”, Pierre Ferri-Pisani puso a trabajar a estos esquiroles así como a un escuadrón de criminales corsos en los muelles, en donde descargaban las armas procedentes de Norteamérica, consiguiendo así romper la huelga. Rodeado de sus mercenarios, Ferri-Pisani irrumpía en las células locales del Partido comunista amenazando con hacer “pagar personalmente” a los dirigentes del Partido si el boicot continuaba. Y, como informaba con satisfacción esa misma revista Time, “el primer comunista que intentó expulsar a los hombres de Ferri-Pisani fue arrojado al agua” (15). Por otra parte, los hombres de Guerini fueron los encargados de caer a golpes sobre los piquetes de huelga comunistas para permitir a las pandillas y a los esquiroles llegar a los muelles, para poder empezar a descargar las municiones y los víveres. El 13 de marzo los representantes del gobierno estaban en disposición de anunciar que, a pesar de un boicot persistente por parte de los trabajadores comunistas, 900 portuarios reforzados por la tropa habían restablecido el servicio normal del puerto de Marsella” (16).
Aunque hubo boicots esporádicos, hacia mediados de abril Marsella estaba ya sometida y la huelga prácticamente terminada (17). Pero esas “victorias“ durante la guerra fría tuvieron consecuencias imprevistas. Al proporcionar dinero y apoyo a las organizaciones corsas, la CIA había eliminado el último obstáculo que impedía las operaciones de contrabando de los corsos en Marsella. Cuando el “medio“ añadió la toma del control de los muelles a la influencia política que había adquirido con ayuda de la CIA en 1947, se reunieron todas las condiciones para que Marsella se convirtiera en el laboratorio de heroína de Norteamérica. La policía francesa declararía mas tarde que los primeros laboratorios de Marsella se abrieron en 1951, solo algunos meses después de que el hampa tomara el control de los muelles.
Gaston Defferre y el Partido Socialista también salieron victoriosos de las huelgas de 1947 y 1950 que debilitaron al Partido comunista local. Desde 1953 hasta su muerte, en 1986, Defferre y los socialistas han reinado sin pausa en el ayuntamiento de Marsella. Los Guerini parecen haber mantenido sus relaciones con los socialistas de la ciudad. Los miembros del clan Guerini han servido de guardia personal y como pega-carteles a los candidatos socialistas locales, hasta la caída del clan, en 1967.
Notas:
(1) Agulhon et Barrat, CRS à Marseille, pgs. 156-173.
(2) Le Provençal, 14 de noviembre de 1947
(3) Agulhon et Barrat, CRS à Marseille, pg. 204.
(4) Ibid, pg. 76.
(5) Ibid, pg. 196. Entrevista con el teniente coronel Lucien Conein, McLean, Virginie, 18 de junio de 1971 (Lucien Conein sirvió de oficial de enlace de la OSS por parte de la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial, convirtiéndose después en un agente de la CIA.
(6) Castellari, La Belle Histoire de Marseille, pg. 22
(7) Ibid, pg. 222.
(8) Las estrechas relaciones existentes entre la comunidad vietnamita de Marsella y la izquierda francesa tuvieron igualmente un papel en la historia de la segunda guerra de Indochina. Tras la Liberación, el comisario de Marsella, Raymond Aubrac, que simpatizaba con la izquierda, descubrió las miserables condiciones que sufrían los campamentos de trabajadores indochinos instalados en las afueras de la ciudad e hizo todo lo posible para sanearlos. Sus esfuerzos le valieron el respeto de las organizaciones nacionalistas vietnamitas y, por su mediación, fue presentado a Ho Chi Minh, quien había venido a Francia a negociar en 1946. Cuando la comisión Pugwash elaboró en 1967 una proposición de desescalada destinada a poner fin a la guerra de Vietnam, Aubrac fue elegido para transmitirla a Ho Chi Minh en Hanoi (Agulhon et Barrat, CRS à Marseille, pg. 43).
(9) Combat (Paris), 4 de febrero de 1950.
(10) New York Times, 18 febrero de 1950, pg. 5.
(11) New York Times, 24 de febrero de 1950, pg. 12.
(12) Combat, 18-19 febrero de 1950.
(13) Braden, Me encanta que la CIA sea inmoral, pg. 10.
(14) Filippelli, American Labor, pg. 181; Ronald Radosh, American Labor and United States Foreign Policy, New York, Random House, 1969, pgs. 323-324.
(15) Time, 17 de marzo de 1952. pg.23.
(16) New York Times, 14 de marzo de 1950, pg.5.
(17) New York Times, 16 de abril de 1950, 4 sección, pg. 4.