Rusia sigue por medio en los mentideros de Washington. Trump nombró a Sessions que, a su vez, nombró a su adjunto Rod Rosenstein, que a su vez nombró a Robert Mueller, el antiguo director del FBI para investigar la “traición” de Trump con Rusia, el asunto más estúpido que ha conocido la historia universal desde los tiempos del primer emperador de Roma.
¿Cómo seguir manteniendo un despliegue tan aparatoso de noticias sobre algo que no existe? Mueller ha tenido la feliz idea de ampliar la “investigación” contra Trump a su época anterior de capitalista especulador.
Dado que eso está absolutamente fuera de su competencia, Trump podría destituirle de manera fulminante y con él podría llevarse por delante también a Sessions y Rosenstein. Pero no lo ha hecho, a pesar de que, además de ese, tiene otros motivos para hacerlo. No quiere seguir nutriendo las primeras planas y los titulares de las grandes cadenas. ¿Se imaginan? “Trump destituye a quienes le investigan”. Algo oscuro quiere tapar…
Tanto Sessions como Rosenstein y Mueller son cargos del gobierno de Trump y, como tales, están absolutamente sometidos a él, por lo que a nadie podría extrañar su destitución. Pero no es así, y es bueno tratar de averiguar los motivos…
Toda la trama que “investigan” Sessions, Rosenstein y Mueller, además de falsa, es un mecanismo de presión contra Trump a fin de que no ceda ante Rusia, ni cambie la política exterior de Estados Unidos al respecto, ni en Oriente Medio ni en otra región del mundo.
Dicha trama la dirige la CIA con su habitual maestría, y sería imposible sin el altavoz que le prestan cada día los medios de comunicación de manera que el vacío no se note, sino todo lo contrario: que parezca que hay mucho más de lo que ha aparecido hasta ahora, es decir, nada.
Pero la CIA es otro aparato del Estado para cuya dirección Trump nombró a Mike Pompeo, que no pinta nada: a lo largo del tiempo la CIA ha adquirido tal carta blanca que se dirige a sí misma. Entre bastidores, el hombre que mueve los hilos es el yihadista y antiguo director John Brennan. Su carácter de “ex” le permite decir lo que le da la gana porque no compromete directamente a la Agencia.
En diciembre el yihadista Brennan, cuando todavía estaba al frente de la CIA, hizo algo que nadie se ha atrevido desde los tiempos de Watergate: cuestionó la legitimidad de la elecciones en las que Trump fue elegido.
Como nadie levantó la voz, algo típico de la prensa domesticada, en una entrevista a la CNN, el yihadista Brennan (y con él la CIA) han dado un paso más para tratar de sostener a Sessions, Rosenstein y Mueller al frente de la “investigación”. Han realizado un llamamiento para que nadie obedezca las órdenes si Trump destituye a cualquiera de los miembros del trío de calaveras Sessions, Rosenstein y Mueller.
Se trata de un llamamiento al golpe de Estado, como todos esos que la CIA ha venido orquestando desde su nacimiento en 1948. La única diferencia es que ahora, como en Watergate, el golpe es en Estados Unidos.
La prensa, que de la menor estupidez organiza un escándalo, ha callado por completo las declaraciones golpistas de Brennan, o sea, de la CIA.
Estarán sedientos de sangre, cual vampiros: quizá no la de las cabras y gansos que les secundan, pero sí de la de los cruzados mentecatos carne de cañón al servicio de intereses altruis (por migajas con que alimentar sus averiados cerebros, forjados en esas cavernas de dulzona fragancia de que nos habla Nietzsche).